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Harvey Roth solía tener una voz serena, pero cuando telefoneó a Peter Gannon soltaba chispas de emoción.

—Peter, tenemos dos posibilidades enormes. Un testigo fiable está dispuesto a afirmar que te vio bajando por York Avenue, solo, justo después de que Renée y tú salierais del bar. Dice que Renée ya se había ido. Nuestros chicos lo encontraron esta mañana e hizo una declaración ante la policía.

—¿Eso basta para hablar de duda razonable? —preguntó Peter.

—Es una gran ayuda, la verdad. Eso, y el hecho de que ni en tu ropa ni en tu coche hubiera restos de la presencia de Renée.

—Gracias, Harvey. Me va a costar cierto tiempo digerir esto.

—Lo comprendo. Peter, aún estamos muy lejos de tener la seguridad de que el tribunal te absolverá en el juicio. Seguimos sin poder explicar ese dinero escondido en tu escritorio y la bolsa de regalo. Pero estamos consiguiendo algunas cosas.

Un cuarto de hora después, Harvey Roth volvió a llamar.

—Peter, acabo de hablar con Esther Chambers. Ella localizó a la decoradora que encargó la mesa con el cajón con doble fondo. El hecho es que encargó dos de ese tipo. Una era para ti, la otra para el doctor Langdon. La decoradora dice que en ningún momento habló contigo sobre que la mesa tuviera ese compartimiento secreto, pero recuerda perfectamente que habló de ello con Langdon y con tu cuñada Pamela.

Es muy interesante que la decoradora diga además que cree que entre esos dos había algo.

Pam y Doug Langdon, pensó Peter, con el corazón desbocado.

¡Claro que era posible que estuvieran liados! ¿Habían intentado detener a Renée, para que no acusara a Greg de uso de información privilegiada? Es posible. Claro que lo es. Tiene sentido. Si la Comisión de Valores llega a investigar a Greg, le confiscarán todos sus bienes para resarcir a los inversores que perdieron dinero por su culpa, y eso incluiría todo el dinero y propiedades y joyas que le ha dado a Pamela a lo largo de los años.

Una inmensa sensación de alivio lo invadió. Es posible que me haya dejado un juego de llaves de mi despacho en la fundación, pensó. Tanto Doug como Pam han estado allí y ambos saben cómo es. No llegué a ver quién conducía el coche de Greg. Quizá era Doug. Mi hermano puede ser un ladrón, pero no creo que sea un asesino.

—Peter, ¿sigues ahí? —preguntó Harvey Roth, que empezaba a preocuparse.

—No lo dudes —dijo Peter—. No lo dudes en absoluto.