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El martes a las dos y media, Barry Tucker fue directamente desde la morgue, donde él y el detective Flynn habían visto el cuerpo de Scott Alterman, al cuartel general para informar al jefe Stanton. Flynn volvió desde la morgue al edificio del apartamento de Alterman para interrogar al personal.

—Dennis está intentando averiguar las actividades de Alterman desde el momento en que visitó a Monica Farrell el jueves por la tarde hasta que salió de su apartamento el sábado a última hora —le dijo Tucker al jefe.

—Cari, ¿tú crees que esto apunta a que Alterman estaba detrás del intento de asesinato de la doctora Farrell? —Preguntó Stanton—. ¿El médico forense opina que se trata de un suicidio?

—Es demasiado pronto para decirlo. No hay marcas en el cuerpo. Nos hemos puesto en contacto con los padres y los hermanos de Alterman. No habían hablado con él desde la semana pasada. El forense cree que tal vez lo habían drogado antes de que cayera al río. O lo empujaron. Hasta dentro de una semana como mínimo no recibiremos los análisis de droga del laboratorio. Si él ordenó el ataque a la doctora, quizá le entró el pánico y se tomó una sobredosis. Por otro lado —especuló Forrest—, según el portero, Alterman estaba de muy buen humor cuando salió de su apartamento el sábado por la noche.

—Lo cual no nos dice nada —comentó Stanton—. A veces, cuando la gente decide marcharse de este mundo experimenta una repentina sensación de paz.

—Me pregunto si Alterman estaba un poco chiflado —dijo Forrest—. El viernes, su secretaria y otros empleados de la oficina estaban hablando de que Monica Farrell estuvo a punto de morir bajo ese autobús. Alterman les dijo que la conocía y que iba a demostrar que era la heredera de una enorme fortuna.

—Eso suena a un chiflado —reconoció Stanton—. Yo pienso realmente que él es el tipo que contrató a Barber. Sería estupendo poder atrapar a esa rata también.

—Yo opino lo mismo, pero… —Cari Forrest dejó la frase a medias y sacó su teléfono móvil—. Es Flynn —dijo, y contestó—. ¿Qué hay?

Jack Stanton vio la expresión atónita que se dibujó en la cara de Forrest.

—¿Dices que el sábado Alterman alquiló un coche con chófer y fue hasta un cementerio de Southampton, y luego a casa de Greg Gannon? —preguntó Forrest sin dar crédito.

—Yo hablé con el chófer —informó Flynn—. Alterman había descubierto que Olivia Morrow, una anciana que murió el pasado martes por la noche, había ido allí ese mismo martes por la tarde. Él se puso en contacto con el conductor y lo contrató para hacer el mismo trayecto que esa tal Morrow.

Ella le contó al chófer que se había criado en una casita de la propiedad Gannon. La casa sigue perteneciendo a Greg Gannon, el hermano de Peter Gannon. El chófer le dijo a Scott que Olivia Morrow no entró en la casa, pero Scott Alterman sí entró el sábado por la tarde, y estuvo allí una hora más o menos.

—De acuerdo, Dennis. Gracias —le dijo Forrest a Flynn—. ¿El conductor ha aceptado venir a hacer una declaración?

Forrest cerró el teléfono de un manotazo.

—El conductor está impaciente por contarnos los detalles. Flynn dice que es un verdadero charlatán, y que está encantado con esta situación.

—Ojalá hubiera más como él —comentó Stanton—. Esa tal Olivia Morrow, la mujer que murió la semana pasada, mira qué puedes averiguar sobre ella.

Quince minutos después, Forrest irrumpió de nuevo en el despacho de Stanton sin llamar.

—Jefe, no va a creerlo. La persona que encontró a Morrow muerta fue Monica Farrell. Ella le contó al equipo médico que contestó a la llamada de emergencia, que había concertado una cita con Olivia Morrow aquella tarde. Les contó que la anciana iba a revelarle cierta información importante sobre los abuelos de Farrell. Parece que el padre de esta era adoptado y desconocía por completo sus orígenes.

Los dos detectives se miraron.

—Puede que Scott Alterman no estuviera chiflado después de todo —dijo Stanton—. Puede que se hubiera convertido en peligroso para alguien. E investigaremos a fondo la muerte de Olivia Morrow. Averigüemos quién firmó el certificado de defunción.