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El viernes por la mañana, Monica se despertó a las seis menos cuarto, y durante unos cuantos minutos se quedó en la cama, e intentó comprobar con cuidado qué partes del cuerpo tenía doloridas. Tenía cortes profundos en el brazo y la pierna izquierdos.

Aparte de eso, el impacto de la caída le había provocado magulladuras y dolor en la parte baja de la espalda. Se prometió a sí misma que durante la próximas semanas más o menos, sacaría tiempo para bañarse en el jacuzzi en lugar de darse una ducha rápida.

Una vez tomada esa decisión, dedicó su atención a los sucesos de la noche anterior. Después de la llamada de Scott Alterman, y consciente de que algunos de sus amigos podían haber oído la misma emisión, lo primero que hizo fue cambiar el mensaje de su contestador. «Hola, soy Monica. Sé que quizá habéis oído la noticia de mi accidente. Estoy bien, de verdad, pero voy a tomarlo con calma, así que esta noche no contestaré ningún mensaje. Pero de todos modos, gracias por llamar».

Luego desconectó el timbre del teléfono. Aliviada de que Se le hubiera ocurrido evitar las llamadas de preocupación que sabía que recibiría, se había ido al baño. Allí se había quitado la ropa estropeada, se lavó con una esponja la sangre seca de la pierna y el brazo, cubrió la zona de las heridas con una pomada antibiótica, y temblando todavía por las secuelas de aquel tropiezo casi letal, se puso el pijama y una bata de lana. Cuando llegó Scott, había mostrado una preocupación por ella tan claramente sincera, que por un momento se olvidó de la dolorosa certeza de que Ryan Jenner tenía una relación íntima con otra mujer. Scott le había cogido la mano y había insistido en que se tumbara en el sofá.

—Monica, estás pálida como un fantasma y tienes las manos heladas —le dijo.

Le puso unos cojines detrás de la cabeza, la tapó con una manta, y le preparó una tonificante bebida caliente. Luego, al darse cuenta de que ella no había cenado, buscó en la nevera, cogió tomate y queso, y le hizo un delicioso bocadillo caliente.

—Mi especialidad —dijo, jovial.

Era agradable verlo, reconoció Monica entonces, mientras decidía concederse diez minutos más antes de levantarse. No había pensado hablarle de Olivia Morrow, pero al final le contó los acontecimientos de los últimos días y su decepción porque Morrow hubiera muerto antes de haber podido hablar con ella sobre su abuela.

Sin embargo, Scott había dicho enseguida:

—Monica, apostaría una fortuna a que Olivia Morrow tiene algo que ver con los Gannon, y voy a averiguarlo. Confía en mí. Tu padre creía que Alexander Gannon podía haber sido su padre. Tenía multitud de artículos sobre Alexander Gannon, y algunos de ellos incluían datos biográficos. Ver las fotografías que tu padre había acumulado, y comparar diversas fotografías suyas a lo largo de su vida con las de Gannon a la misma edad, era algo asombroso. —Habló deprisa, obviamente ilusionado porque Monica quizá le permitiría ayudarla.

Antes de marcharse, Scott había dicho:

—Monica, voy a decirlo una vez y nunca volveré a repetirlo. Lamento muchísimo haber sido tan estúpido como para pedirte que saliéramos, cuando aún estaba casado con Joy. Si permites que nos veamos ahora, será solo como amigos. Juro por mi honor, que no te incomodaré en modo alguno. Hagámoslo de la siguiente manera: yo voy a investigar a Olivia Morrow y dentro de dos semanas te llamaré para salir a cenar, y voy a pedirle a Joy que te telefonee. ¿Te parecería bien?

Le dije que sí, pensó Monica. Y así será, si es sincero sobre el hecho de que solo desea recuperar nuestra amistad y nada más. Scott fue un buen amigo de papá cuando estaba muy enfermo, y nunca olvidaré cómo me ayudó cuando falleció.

Habiendo asimilado eso, Monica se sentó. Hizo una mueca al sentir un espasmo de dolor en el brazo y la pierna, salió de la cama despacio, fue al baño y abrió los grifos del jacuzzi.

Los remolinos de agua caliente le aliviaron la tensión, y cuando se hubo vestido ya se sentía mejor. Preparó un poco de café y mientras filtraba, fue al dormitorio. Parezco un fantasma, pensó mientras se ponía un poco de maquillaje. Luego se recogió el pelo y lo sujetó en alto con un clip.

Déjatelo así. Te queda bien.

El recuerdo de Ryan diciéndole eso no hacía ni dos semanas, después de que el pequeño Carlos le quitara ese mismo clip, le provocó un repentino nudo en la garganta, y notó el escozor de unas lágrimas que no tenía intención de verter. Telefonearé a Nan y le pediré que lleve el historial O'Keefe al despacho de Ryan, decidió. No quiero encontrármelo, y a partir de ahora no habrá ningún motivo para ello. Es un hospital grande.

Mientras bebía el café, decidió finalmente rechazar la posibilidad de que la hubieran empujado a propósito. Como le dije a Scott, seguro que si ese hombre estaba intentando simplemente apartarme para poder cruzar, se quedó horrorizado al ver que podían haberme atropellado. No me extraña que huyera.

Mucha gente lo hubiera hecho en su situación.

En un taxi que la llevaba al hospital, Monica llamó a Nan, y después telefoneó para saber de antemano cómo estaba Sally Carter. La tranquilizó saber que la niña había pasado buena noche, pero le indignó enterarse de que su madre todavía no había ido a verla. Informaré al Servicio de Atención a la Infancia esta mañana, juró.

Su primera parada en el hospital fue para visitar a Sally. Estaba durmiendo tranquilamente y Monica decidió no arriesgarse a despertarla. La enfermera de guardia le dijo que le había bajado la fiebre, que ya solo tenía unas décimas, y que había superado el ataque de asma.

—Doctora, cuando ella se despertó anoche, después de que usted se fuera, yo creí que lloraba por mami, pero la verdad es que decía Monny. Creo que es posible que cuando estuvo aquí la semana pasada, oyera que los otros niños la llamaban Monica.

—No me sorprendería —dijo una voz familiar—. He oído que produces ese efecto en tus pacientes.

Monica se dio la vuelta al instante. Era Ryan Jenner.

—Dudo que Sally sepa cómo me llamo —dijo, y luego al ver la mirada que la enfermera les dirigía a Ryan y a ella, añadió—: Doctor Jenner, ¿podría hablarle en privado?

—Por supuesto —dijo él, adoptando inmediatamente un tono tan formal como el de ella.

Monica lo acompañó por el pasillo.

—He enviado el historial de Michael O'Keefe a tu despacho —le dijo.

—Acaba de llegar. Tu secretaria me dijo que probablemente estarías aquí viendo a Sally. Monica, acabo de enterarme de lo que pasó anoche. ¿Es posible que te empujaran? Dios mío, imagino lo terrorífico que debe de haber sido.

—Estoy bien. Ryan, y he de pedirte que no vengas a verme a esta planta, a menos que sea por un paciente. Tengo la sensación de que cotillean un poco sobre nosotros.

Él la miró.

—¿Y eso no te gusta?

—No. No me gusta. Y la verdad es que a ti tampoco debería gustarte.

Sin esperar a que él contestara, volvió a entrar en la sala de pediatría y empezó a hacer la ronda de los demás pacientes que estaban a su cargo.