Desde que en 2003 comencé a escribir A por todas hasta este 2007 en el que he puesto el punto final a la trilogía ha habido mucha gente que me ha ayudado, a veces incluso sin saberlo, a dar forma a los personajes que pueblan sus páginas. Y es a ellos, más que a mi propio esfuerzo, a quienes debo que estas historias hayan salido adelante.
Sobre todo a José María, amigo fiel, lector y crítico (siempre en ese orden) cuyo nombre merecería estar encima del mío en la portada. Y también a Puri, que ha sabido demostrar que la amistad no se dice ni se promete sino que se cumple día a día. A Trini, que incluso en la distancia sigue estando más presente que otros muchos. A Olaya, porque resulta tremendamente inspirador tener cerca a una persona tan llena de talento. A Vanesa, porque, al igual que la anterior, rebosa talento y sabe captar la esencia del momento con esa cámara que es como una prolongación de su cuerpo. A las blogueras que se han convertido en amigas y confidentes y a la blogosfera en general por demostrar que todavía hay gente con inquietudes e ilusiones. A la letra I, porque siempre hay que encontrar obstáculos para seguir avanzando. Y a tantas y tantas personas que se sentirán identificadas, aludidas, agradecidas o, simplemente, sorprendidas. Me remito al comienzo de esta trilogía: «Esto es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad ha sido pura inconsciencia». Y si aún así hay alguien que se ofenda tras leer esta novela que recuerde que la susceptibilidad siempre nace de la mala conciencia. Yo, por mi parte, la tengo muy tranquila… although there’s something in the air.