AGRADECIMIENTOS

Este libro no habría sido posible sin la ayuda de algunas personas increíbles que compartieron conmigo su tiempo y sus conocimientos. Sin ellos, y las innumerables tazas de té y platos de palomitas de maíz que se consumieron durante la redacción de esta novela, no lo habría conseguido. En primer lugar, me gustaría dar las gracias a mi tía, Dorothy Hartshorne, por las sesiones de brainstorming y los mensajes de correo con mis dudas, y a mi tío, Dan Hartshorne, por enseñarme lo que sé sobre las armas de fuego. Una vez más, estoy en deuda con Renni Browne y Shannon Roberts, cuyos valiosos comentarios siempre mejoran mis textos. También estoy profundamente agradecida a mi compañera de críticas, Carla Buckley, una verdadera amiga y una brillante escritora que me hace cibercompañía en esos días largos y solitarios frente al teclado.

Por compartir su experiencia profesional, me gustaría dar las gracias a Constable J. Moffat, el sargento J. D. MacNeill, Doug Townsend, el doctor E. Weisenberger, Nina Evans-Locke, y Garry Rodgers, quienes tan generosamente compartieron su tiempo conmigo. Huelga decir que cualquier error ha sido exclusivamente mío. Un agradecimiento especial a Tamara Poppitt, quien me enseñó todo sobre las niñas de seis años; a Sandy Jack, que leyó mi primer borrador y me dejó usar a Eddie, su bulldog francés, como inspiración, y a Stephanie Paddle, que no se rió cuando empecé a hacerle extrañas preguntas médicas, y créame el lector si digo que, en general, siempre eran extrañas.

Un escritor necesita un fuerte sistema de apoyo y tengo la inmensa suerte de hallar justamente eso en mi agente, Mel Berger, que siempre responde a mis preguntas y a mis larguísimos e-mails con ingenio y sabiduría. Graham Jaenicke también me proporcionó un apoyo muy necesario y diversión por correo electrónico. Me siento muy afortunada de poder trabajar con St. Martin’s Press y mi editora, Jen Enderlin, cuyas ideas son siempre brillantes, aunque a veces tarde lo mío en ver la luz. También debo mi gratitud a Sally Richardson, Matthew Shear, Lisa Senz, Sarah Goldstein, Ann Day y Loren Jaggers. Gracias a mi publicista canadiense, Lisa Winstanley, que se merece todas las hamburguesas del mundo por sus calendarios con códigos de colores.

Me gustaría dar las gracias a Lisa Gardner y Karin Slaughter por haber removido cielo y tierra para ayudar a una nueva autora. Don Taylor, eres un auténtico caballero. También me gustaría dar las gracias a mis editores extranjeros, que hacen suya mi visión de la vida y la comparten con el resto del mundo. Un agradecimiento especial para Cargo, que me llevó a Ámsterdam. Volvía a casa llena de inspiración y lista para escribir.

Además, estoy muy agradecida a mis amigos y familiares, que hacen que todo esto valga la pena y que entienden que desaparezca de la faz de la Tierra durante meses. Y por último, pero no menos importante, mi marido, Connel, mi roca, cuando el resto del mundo gira vertiginosamente.