SESIÓN VEINTE

Siento mucho lo ocurrido. Dios mío, no me explico que todavía quiera verme después de lo que ha ocurrido. No importa las veces que me diga que no debo culparme a mí misma, no puedo dejar de pensar que debería haber presentido algo. Estaba tan desquiciada que no pensaba con claridad. Todavía no consigo pensar con claridad. Pero no me parece justo estar molestándola con todo esto, así que si es demasiado, dígamelo y pararé. Puede que tenga que decírmelo un par de veces, porque las dos sabemos que normalmente no hay quien me pare. Otra cosa que he heredado de mi padre.

Después de nuestra última sesión, Billy me llevó de vuelta a casa, donde Sandy estaba esperándome. Ally estaba preocupada por Evan —Sandy le había explicado que se había hecho daño en el hombro en el barco, como habíamos acordado—, pero la convencí de que se iba a poner bien. Entonces ella me habló de todas las cosas divertidas que habían hecho ella y Sandy. Me sorprendió que Sandy fuera tan niñera, no lo imaginaba en absoluto, pero habían construido un fuerte y jugado a disfrazarse, hasta habían montado un concurso de canciones. Normalmente, yo acabo agotada tras un día entero jugando con Ally, pero Sandy tenía las mejillas sonrosadas y le brillaban los ojos. Aunque claro, también podía deberse a la excitación de que John hubiese llamado otra vez.

Billy calentó unas pizzas congeladas mientras yo atendía llamadas de amigos y trabajadores del hotel interesándose por Evan. Hablé con mamá y Lauren, quienes se ofrecieron a venir a casa, pero les dije que estaba bien. Les oculté que John había llamado y que aún estaba en la ciudad. También llamé al hospital varias veces, pero no se había producido ningún cambio en el estado de Evan. Le habían dado más medicación, así que aún estaba dormido cuando llamé. Hubo un par de llamadas de números desconocidos que no contesté, y comprobé el contestador con el corazón en un puño. ¿Era John? ¿Vendría por mí? Pero no dejaron ningún mensaje. La policía siguió el rastro de las llamadas hasta unas cabinas de pago en Nanaimo.

Después de cenar —bueno, ellos cenaron y yo me quedé mirando la comida—, Billy y Sandy recogieron la cocina mientras yo bañaba a Ally. Luego la dejé ver la tele en mi cama para que los adultos pudiésemos hablar abajo.

—Te felicito, tienes una hija adorable —comentó Sandy.

—Gracias. Sí, a mí también me parece una niña muy especial.

—Lo es. —Sandy dio un sorbo a su té helado—. ¿Le has dado más vueltas a la idea de volver a reunirte con John?

No creía que fuese a ir al grano tan rápido.

—Todavía no sé lo que voy a hacer. Evan, mi padre, mi psiquiatra…, todos creen que no es una buena idea.

Sandy dejó el vaso con fuerza y se enderezó en la silla.

—A pesar de que disparó a tu prometido, ¿no quieres intentar detenerlo?

—Por supuesto que quiero detenerlo, pero mi terapeuta piensa que está fuera de control y que podría intentar matarme si…

—Por eso es tan importante que lo capturemos cuanto antes.

Miré a Billy, esperando que interviniera, pero no abrió la boca.

—Sandy, no puedes garantizarme que todo vaya a ir bien, y volverá a escaparse.

—No. Y ahora tampoco podemos garantizar tu seguridad ni la de Ally.

—No me lo puedo creer. ¿Intentas utilizar a mi hija para asustarme? Pienso en eso todos los días, no hace falta que…

—No estoy intentando asustarte, pero cuando se siente rechazado, John…

—Ya lo sé. Llevo pensando en eso desde que volvió a llamarme, desde que le disparó a Evan, pero si lo hago, me arriesgo a perder a mi prometido, mi familia y, posiblemente, mi vida.

—Creo que Sara sólo necesita descansar esta noche, Sandy —dijo Billy.

—Estoy bien. Pero como venga alguien más a decirme qué es lo que debo hacer, os juro que estallaré.

Sandy bajó la voz.

—Sara, comprendo por lo que debes de estar pasando, pero también sé que no quieres dejar suelto a un asesino en serie cuando tienes que pensar en Ally.

—Estoy harta de tus intentos de hacerme sentir culpable. Sólo estás furiosa porque no puedes pillarlo.

Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero entonces se oyó una vocecita desde la puerta:

—Mami, es la hora del cuento.

—Sí, tesoro, ya voy.

Mientras cogía a Ally de la mano y la acompañaba a la habitación, noté cómo los ojos de Sandy me perforaban la espalda. Cuando bajé al cabo de un rato, ella se había ido y Billy estaba sentado a la mesa, jugando al solitario.

—¿Adónde ha ido Sandy?

—Todavía tenía que encargarse del papeleo en comisaría.

—Me odia.

Me senté lanzando un suspiro.

—No te odia, Sara.

—Bueno, yo tampoco puedo decir que sea su mayor fan.

Sonrió.

—No me había dado cuenta.

—¿Sabes? Nadine, mi terapeuta, no llegó a decir que crea que John va a matarme.

—¿No?

—Sólo dijo que a su juicio John se encuentra en un estado de agitación total y podría ser más peligroso. Luego pienso en lo que dijiste… que si está perdiendo la cabeza, tal vez sea más fácil atraparlo. Quiero hacerlo, y si no hubiera disparado a Evan…

—No tienes que decidirlo esta noche. Pero recuerda: «Cuando la capacidad de maniobra del halcón es tal que puede atacar y matar, eso es precisión». Ahora estás en disposición de atacar, Sara.

—Lo sé, lo sé. —Suspiré—. Bueno, le dije a Nadine que lo pensaría esta noche y que la llamaría mañana, antes de ir a ver a Evan.

—Es estupendo que cuentes con alguien así en tu vida.

—Evan piensa lo mismo. —Me reí—. Le ahorra muchos dolores de cabeza cuando hablo las cosas con ella primero. —Entonces pensé en Evan, solo en el hospital, y una nueva oleada de ansiedad se apoderó de mí—. Voy a llamar al hospital otra vez.

La enfermera me dijo que Evan estaba estable, pero que pasaría el resto de la noche fuertemente sedado, así que era mejor que fuésemos por la mañana.

—Debería estar ahí arriba con él, Billy. ¡Odio esto!

—Yo me sentiría igual que tú, pero está anocheciendo y esa carretera no es segura ni en las mejores condiciones.

—Pero ¿y si su estado empeora o John va allí y…?

—Entonces, ése es el último lugar donde deberías estar. En primer lugar, Evan está bajo protección. Los agentes que montan guardia son policías muy experimentados. En segundo lugar, estoy seguro de que los médicos siguen muy pendientes de su evolución. Si surgiesen complicaciones, llamarían. Si tú fueras mi prometida y yo estuviese en el hospital, preferiría que te quedaras donde estuvieras a salvo.

Lancé un gemido de protesta.

—Evan seguramente diría lo mismo que tú.

—Con John merodeando por la ciudad, deberías tener protección. Podemos llamar a Sandy o puedo…

Levanté la mano.

—No, Sandy no, por favor. Prepararé la habitación de invitados.

—Sería mejor que durmiese aquí, en el sofá, para estar más cerca de la puerta.

—Por supuesto.

Aunque todavía no era hora de acostarse, bajé unas mantas y me dispuse a preparar el sofá cama. Billy se ofreció solícito a ayudarme. Cuando levantó la punta de la sábana, nuestros brazos se rozaron y eso me puso la piel de gallina. En ese mismo momento pensé: «Qué bien huele Billy…».

Di un paso atrás rápidamente.

Billy dejó de ajustar la sábana y se irguió.

—¿Estás bien?

Con la cara ardiendo, contesté:

—Sí, perfectamente. Es sólo que me duele un poco el cuello. Creo que me voy a dar un baño de agua caliente y a meterme en la cama. —Me dirigí hacia la escalera—. Ha sido un día muy largo, y le dije a Nadine que la llamaría a primera hora temprano; esta noche investigará un poco sobre asesinos en serie. Aunque, con lo nerviosa que estoy, no creo que vaya a pegar ojo, la verdad…

«Cállate de una vez, Sara», pensé.

—¿Por qué no te tomas algo? ¿No dijiste que tu terapeuta te había recetado algo para la ansiedad?

—Lorazepam. —Lo miré a la cara—. Pero ¿puedo tomar ansiolíticos estando John suelto por ahí? ¿Es seguro?

Billy abrió los brazos y sonrió.

—¿Y quién va a poder conmigo?

Le devolví una sonrisa forzada.

—Gracias por quedarte, Billy.

—Sólo cumplo con mi deber, jovencita —dijo, imitando la voz de John Wayne y pavoneándose.

Me eché a reír, y luego me volví y empecé a subir las escaleras.

—Espera —dijo Billy—, dame el código de la alarma. La activaré.

Le canté los números mientras seguía caminando. Una vez alcancé el descansillo, le dije:

—Está bien, buenas noches, entonces.

Pero no esperé a oír su respuesta antes de cerrar la puerta del dormitorio. Me quedé plantada en medio de mi habitación y sacudí la cabeza de lado a lado. «Dios, Billy debe de estar alucinando y preguntándose por qué me he comportado de esa forma tan extraña». Hasta yo me estaba preguntando eso mismo. Mientras observaba cómo el pijama de color rosa de Ally subía y bajaba al ritmo de su respiración —estaba profundamente dormida en mi cama con Alce—, retuve ese instante en mi cabeza.

¿Por qué de repente me fijaba en lo bien que olía Billy? Durante todo el tiempo que había estado con Evan, nunca había encontrado atractivo a otro hombre, ni a uno siquiera. La única razón por la que nunca me sentí culpable por pasar tanto tiempo con Billy era porque no significaba nada. Nada para él ni tampoco —o al menos eso creía yo— nada para mí.

No, todo aquello era absurdo, seguía sin significar nada. No era un crimen fijarme en una cualidad de un hombre atractivo, no estaba muerta. Y tampoco lo había empujado al sofá y me había abalanzado sobre él. Estoy segura de que había mujeres en el hotel que a Evan le resultaban atractivas. Eso no quería decir nada. Probablemente era algo parecido al proceso de transferencia en psicoanálisis: Billy representaba la seguridad y así yo no pensaba en mis verdaderos miedos, el miedo de perder a Evan.

Me preparé un baño caliente y me sumergí en las burbujas de aroma a lavanda, pero no podía dejar de pensar en Evan y en aquel disparo. Aunque no había estado allí, imaginé la sacudida de su cuerpo al recibir el impacto de la bala, lo vi caer al suelo y luego arrastrarse hasta la barca. Mi cerebro empezó a torturarme con lo que podría haber sucedido si John se hubiese salido con la suya. Entonces pensé en todas las veces que había tratado mal a Evan últimamente o lo había ignorado porque estaba completamente absorta en mi propio drama.

Renuncié al baño y me tomé un lorazepam; a continuación me puse una de las camisetas de Evan y me metí en la cama con Ally y Alce. Ally ocupaba mi lado, pero la dejé dormir ahí y le di las buenas noches en un susurro mientras le daba un beso en la mejilla y le apartaba el pelo de la cara. El libro que me había dado Billy todavía seguía en la mesita de noche, donde lo había dejado el día que fuimos a dar una vuelta. Con la esperanza de que pudiera distraerme, hojeé unas páginas. Una cita captó mi atención: «Toda guerra se basa en el engaño». Yo había intentado engañar a John, pero él me había ganado esa batalla por goleada. Al leer con atención más páginas vi que Billy podría haber utilizado algunas de las estrategias, sobre todo las relacionadas con el espionaje y la guerra en sí.

Entonces vi una cita que me sobrecogió: «En todo el ejército, nadie debería estar más cerca del general que sus espías, ni a nadie se le otorgan recompensas mayores, ni nadie recibe un trato más confidencial». ¿Había utilizado Billy algunas de esas estrategias conmigo?

Tranquilízate, Sara. El hombre te parece atractivo y, como te sientes culpable, ahora buscas maneras de convertirlo en un capullo. En realidad, Billy era un policía ejemplar. Devolví el libro a la mesa. Luego enterré la cara en la almohada de Evan, inhalando su aroma limpio y repitiéndome a mí misma una y otra vez: «Todo va a ir bien. Todo va a ir bien. Todo va a ir bien…».

A la mañana siguiente, preparé el desayuno mientras Billy entretenía a Ally, pero más bien era como si fuese Ally quien entretenía a Billy mientras trataba de arrancarle uno de sus animales de peluche a Alce. Me alegré de que lo estuvieran pasando tan bien, dado que Billy finalmente iba a quedarse cuidando de ella mientras yo iba a ver a Evan. Aunque él se había ofrecido a acompañarme al hospital y que fuera Sandy quien cuidara de Ally, el caso es que yo necesitaba alejarme físicamente un poco de él después de mi extraña reacción de la noche anterior. Aunque eso no se lo dije a Billy, claro. Me limité a decirle que necesitaba conducir para despejarme un poco y le pregunté si podía seguirme un coche patrulla.

—Te lo habría enviado igualmente, tanto si te gusta como si no —dijo—. Alguien tiene que vigilarte.

Luego sonrió y yo traté de devolverle la sonrisa, pero la cabeza me iba a mil por hora con la angustia y la preocupación.

Intenté llamarla un par de veces esa mañana y me llevé un chasco cuando no me contestó. Al comentárselo a Billy, me dijo que lo más seguro es que hubiese tenido alguna emergencia con otro paciente, pero yo pensé: «¿Qué emergencia podría ser más grave que un asesino en serie?».

De camino al hospital, dejé a un lado todo lo demás y me concentré en decidir qué quería hacer con John. El hecho de haber disparado a Evan me demostraba que no iba a desaparecer así sin más, sin hacer ruido. Al volver a casa pensé en pasar a ver a Lauren o a mis padres para pedirles consejo, pero una parte de mí no quería oír más opiniones, sobre todo cuando yo ya sabía cuáles iban a ser. Repasé mentalmente todas las posibilidades, pero siempre volvía al mismo punto de salida: la única manera de acabar con aquella pesadilla era reunirme con John.

Antes de entrar a ver a Evan, me quedé unos minutos en el aparcamiento del hospital y traté de serenarme. Ante él debía mostrarme optimista y positiva; lo último que necesitaba Evan en esos momentos eran mis miedos y mis angustias. Podía hacerlo. Mi decisión obtuvo su recompensa ya que, al entrar en la habitación, Evan me obsequió con la más deslumbrante de sus sonrisas.

—Hola, amor mío. Me parece que a tu padre biológico no le caigo bien.

Me eché a llorar.

—Ay, Sara, no llores… Se suponía que te tenías que reír.

Me abalancé sobre la silla al lado de su cama y me apoyé en el colchón.

—Lo siento, Evan. Siento mucho todo esto.

—No seas boba, no fuiste tú quien me disparó. Espera un momento… ¿O sí? —Sonrió.

—No.

—Entonces cállate y dale un beso a tu novio.

Después de compartir un beso prolongado, y luego otro más, le puse al corriente de las últimas novedades. Quería decirle que John había llamado otra vez, pero las enfermeras interrumpían cada dos por tres. Luego entró el médico. Acababa de comunicarnos que trasladarían a Evan a Nanaimo aquella misma tarde cuando uno de los agentes entró en la habitación.

—Disculpe, Sara. El agente Reynolds quiere que lo llame.

Miré a Evan y él me dijo:

—Anda, llámalo.

Salí a la calle y llamé al móvil de Billy.

—¿Qué ocurre?

—Ha pasado algo, Sara.

Se me hizo un nudo en el estómago.

—Ally…

—No, Ally está bien. Es tu psiquiatra, alguien la agredió cuando salía de su consulta anoche.

Sentí un fogonazo de alivio al oír que Ally estaba bien, pero entonces empecé a asimilar el resto de sus palabras.

—¡Oh, Dios mío! ¿Está bien?

—La tiraron al suelo y se golpeó la cabeza contra el bordillo. Se pondrá bien, pero está en observación, en el hospital de Nanaimo.

Me desplomé en una silla en la entrada. «La tiraron al suelo…». Vi su cabeza estrellándose contra la acera, el cabello plateado tiñéndose de rojo carmesí. ¿Y si entraba en coma? ¿Y si moría? Me obligué a respirar hondo. «Tranquilízate». Nadine iba a ponerse bien. A continuación, me asaltó un nuevo pensamiento.

—¿Ha sido John?

—Estamos barajando esa posibilidad, también la de que fuese algún paciente con el que pueda haber tenido un problema recientemente. Perdió el conocimiento durante unos segundos y fue atacada por la espalda, por lo que no pudo ver al agresor, que salió huyendo cuando vio a gente salir de los despachos vecinos. Sé que ella es muy importante para ti, así que Sandy me va a relevar aquí y yo iré a hablar con los investigadores del caso. ¿Te parece bien?

—Por supuesto. No me lo puedo creer.

Los ojos se me llenaron de lágrimas.

—Te mantendré informada. Entre tanto, Sandy cuidará muy bien de Ally hasta que vuelvas a casa.

—Gracias, Billy.

En cuanto colgué, corrí junto a Evan para contarle lo que había pasado.

—Vaya, lo siento mucho. ¿Estás bien, cariño?

—¡No! Primero te dispara a ti y ahora ataca… ¿a Nadine?

No dejaba de caminar en círculos por la habitación.

—Pero no saben con seguridad si ha sido él, ¿no?

—Tiene que haber sido él. Fui a ver a Nadine anoche. Seguramente me siguió y yo lo llevé directamente a ella. —Negué con la cabeza—. Éste no es su patrón en absoluto. Debe estar totalmente trastornado.

—¿Has tenido noticias suyas?

—No desde ayer. Llamó cuando Billy me llevaba a casa. Quería que volviéramos a planear un encuentro. Le colgué el teléfono, pero…

—No puedes quedar con él.

—Pero ahora John ha ido por Nadine. ¿Quién será el siguiente? Ya no lo soporto más. Estoy hasta las narices de sus jueguecitos. Tiene que saber que no puede…

—Sara, no puedes…

Fue a cogerme la mano, desplazó la parte superior del cuerpo y dejó caer el brazo sobre la cama con un gemido de dolor. Inspiró hondo un par de veces.

—¿Quieres que llame a la enfermera o…?

—Solicitaré el alta voluntaria ahora mismo como decidas reunir…

—Está bien, está bien. No me acercaré a él.

—¿Me lo prometes?

Me llevé la mano al corazón.

—Lo prometo.

Parecía agotado.

—¿Vas a ir a ver a Nadine?

—Me quedaré contigo hasta que todo esté dispuesto para trasladarte a Nanaimo.

—Yo estoy bien, pero tú tienes que ir a ver a Nadine o, de lo contrario, no vas a poder pensar en otra cosa.

—Probablemente no le permitan recibir visitas.

Se encogió de hombros y luego se estremeció.

—Pues di que eres su hija.

—Tal vez funcione. Creo que tiene una hija de más o menos mi edad, pero estoy casi segura de que no vive aquí. Aunque Nadine nunca habla de ella, sólo vi una foto suya en su consulta una vez. Nadine es viuda, ¿sabes? Dios, me pregunto si vive sola y no tiene familia…

—No tardarán en llevarme a Nanaimo de todos modos. ¿Por qué no te reúnes conmigo allí después de verla?

—Quiero quedarme hasta que te suban a la ambulancia para asegurarme de que estás bien.

—Sí, eso es justo lo que necesito, tenerte aquí hecha un manojo de nervios por lo de Nadine. Vete y nos vemos en el hospital dentro de un par de horas. Además, quiero echarme una siestecilla y no hay manera de conseguirlo contigo aquí.

—Yo también podría…

Me fulminó con la mirada.

Suspiré.

—Está bien. Me llevaré a Ally al hospital si la policía lo considera seguro.

—Echo de menos a Ally. Ahora, vamos a jugar a los médicos antes de que te vayas. Te dejaré que me tomes la temperatura…

Meneó las cejas y se rió mientras yo hacía como que le desconectaba el suero intravenoso.

Después de que Evan y yo nos diéramos un beso de despedida —un par de veces—, me fui de la habitación. Al pasar por delante del mostrador de enfermeras, una de ellas me ofreció un teléfono.

—Hay una llamada para usted.

Me detuve y me la quedé mirando, sin comprender. ¿Quién me llamaría al hospital?

Ese día no llegué a ir a verla, Nadine.