Según se lee en los «documentos Prieuré», a partir de 1188 los caballeros templarios fueron autónomos, es decir, dejaron de estar bajo la autoridad de la Ordre de Sion y de actuar en calidad de brazo militar y administrativo de la misma. A partir de 1188 los templarios fueron oficialmente libres de perseguir sus propios objetivos y fines, de seguir su propio curso durante el siglo y pico que faltaba para su siniestro final en 1307. Y mientras tanto, según se dice, la Ordre de Sion sufrió una importante reestructuración.
Hasta 1188 la Ordre de Sion y la orden del Temple compartieron el mismo Gran maestre. Así, Hugues de Payen y Bertrand de Blanchefort, por ejemplo, presidían simultáneamente ambas instituciones. Sin embargo, de 1188 en adelante, después de la «tala del olmo», parece ser que la Ordre de Sion seleccionaría su propio Gran maestre, el cual no tenía ninguna relación con el Temple. Según los «documentos Prieuré», el primero de estos grandes maestres fue Jean de Gisors.
También se dice que en 1188 la Ordre de Sion modificó su nombre y adoptó otro que, al parecer, ha perdurado hasta hoy: la Prieuré de Sion. Y, según se dice, adoptó también, a guisa de subtítulo, el curioso nombre de Ormus. Al parecer, este subtítulo se utilizó hasta 1306, es decir, hasta un año antes de la detención de los templarios franceses. La divisa de Ormus llevaba aparejada una especie de acróstico o anagrama en el que se combinan varias palabras y símbolos clave. Ours significa oso en francés: ursus en latín, un eco, como se vería después, de Dagoberto II y la dinastía merovingia. «Orme» es la palabra francesa que significa olmo. Or, huelga decirlo, significa «oro». Y la «M» que forma el marco en el que están encerradas las otras letras no es sólo una «M», sino también el signo astrológico de Virgo, el cual lleva la connotación, en el lenguaje de la iconografía medieval, de Notre Dame.
En el curso de nuestras investigaciones no encontramos ninguna alusión a una orden o institución que ostentara el nombre de Ormus. En este caso no pudimos encontrar ninguna confirmación externa del texto de los Dossiers Secrets, ni siquiera dimos con pruebas circunstanciales de su veracidad. Por otro lado, «Ormus» aparece en otros dos contextos radicalmente distintos. Figura en el pensamiento zoroástrico y en los textos gnósticos, en los que es sinónimo del principio de la luz. Y aparece de nuevo entre las genealogías de la francmasonería de finales del siglo XVIII. Según las enseñanzas masónicas, Ormus era el nombre de un sabio y místico egipcio, un «adepto» gnóstico de Alejandría. Se supone que vivió durante los primeros años de la época cristiana. Se supone también que en 46 dC él y seis de sus seguidores fueron convertidos al cristianismo por uno de los discípulos de Jesús, san Marcos según la mayoría de las crónicas. Se dice que de esta conversión nació una nueva secta u orden en la que los principios del cristianismo primitivo se fundieron con las enseñanzas de otras escuelas mistéricas aún más antiguas que el cristianismo. Que nosotros sepamos, no es posible certificar la autenticidad de esta historia. Al mismo tiempo, sin embargo, no hay duda de que es verosímil. Durante el primer siglo de la era cristiana Alejandría fue un auténtico semillero de actividades místicas, un crisol rebosante de doctrinas judaicas, mitraicas, zoroástricas, pitagóricas, herméticas y neoplatónicas, doctrinas que se combinaban con muchas más. Abundaban los maestros de todos los tipos concebibles; y no tendría nada de raro que alguno de ellos hubiera adoptado un nombre que entrañase el principio de la luz.
Según la tradición masónica, en 46 dC Ormus confirió a su recién constituida «orden de iniciados» un símbolo de identificación específico: una cruz roja o rosa. Por supuesto, la cruz roja hallaría más adelante eco en el blasón de los caballeros templarios, pero el sentido del texto de los Dossiers Secrets, y de otros «documentos Prieuré», es inequívocamente claro. Se pretende que uno vea en Ormus los orígenes de la llamada Rose-Croix o Rosacruz. Y en 1188 la Prieuré de Sion adoptó, según se dice, un segundo subtítulo además de «Ormus». Se llamaba a sí misma l’Ordre de la Rose-Croix Veritas.
Al llegar a este punto, nos pareció que pisábamos un terreno muy discutible y el texto de los «documentos Prieuré» empezó a antojársenos muy sospechoso. Estábamos familiarizados con las pretensiones de los modernos rosacruces de California y de otras organizaciones contemporáneas que reclaman para sí mismas una genealogía que se remonta a las brumas de la antigüedad y en la que está incluida la mayoría de los grandes hombres que en el mundo han sido. Igualmente espuria parecía una «Orden de la Rose-Croix» que databa de 1188.
Tal como ha demostrado de modo convincente Francés Yates, no se conocen pruebas de que existieran «rosacruces» (al menos con este nombre) antes de los inicios del siglo XVII… o quizá de las postrimerías del XVI.[12] El mito que rodea a esta orden legendaria data de 1605 aproximadamente y cobró ímpetu por primera vez un decenio más tarde, con la publicación de tres opúsculos incendiarios. Estos opúsculos, que aparecieron en 1614, 1615 y 1616 respectivamente, proclamaban la existencia de una hermandad o cofradía secreta de «iniciados» místicos, cuyo supuesto fundador era un tal Christian Rosenkreuz, el cual, se afirmaba, nació en 1378 y murió en 1484, a la venerable edad de 106 años. En la actualidad, se reconoce de modo general que Christian Rosenkreuz y su cofradía secreta fueron una patraña, una especie de engaño tramado con algún fin que aún nadie ha podido explicar satisfactoriamente, aunque no dejó de tener repercusiones políticas en su tiempo. Asimismo, el autor de uno de los tres opúsculos, el famoso Nupcias químicaCristian Rosenkreuz, que apareció en 1616, ya nos es conocido. Se trataba de Johann Valentín Andrea, escritor y teólogo alemán que vivía en Württemberg, quien confesó haber escrito Nupcias químicas a modo de «ludibrium», es decir, chiste o quizá «comedia» en el sentido que dan a la palabra Dante y Balzac. Hay motivo para creer que Andrea, o uno de sus colaboradores, también redactó los otros opúsculos «rosacruces»; y esta es la fuente a la que se remonta el «rosacrucismo» tal como evolucionó y tal como lo conocemos hoy en día.
Sin embargo, si los «documentos Prieuré» eran correctos, teníamos que reconsiderar el asunto y pensar que no estábamos ante un engaño del siglo XVII. Teníamos que pensar en términos de una orden o sociedad secreta que existió en realidad, una auténtica hermandad o cofradía clandestina. No era necesario que fuese total o siquiera principalmente mística. Podía ser primordialmente política. Pero habría existido sus buenos 425 años antes de que su nombre se hiciera público y sus dos buenos siglos antes de la época en que se supone que vivió su legendario fundador.
Tampoco esta vez hallamos datos que confirmaran el asunto. Ciertamente, la rosa ha sido un símbolo místico desde tiempo inmemorial y gozó de especial predilección durante la Edad Media: en el popular Romance de la rosa, de Jean de Meung, por ejemplo, y en el Paraíso de Dante. Y la cruz roja era también un motivo simbólico tradicional. No sólo era el blasón de los caballeros templarios, sino que más adelante se convirtió en la Cruz de San Jorge y, como tal, fue adoptada por la orden de la Jarretera, la cual fue creada unos treinta años después de la caída del Temple. Pero, aunque las rosas y las cruces rojas abundaban como motivos simbólicos, no había pruebas de ninguna institución u orden y menos aún de una sociedad secreta.
Por otro lado, Francés Yates afirma que ya había sociedades secretas funcionando mucho antes de los «rosacruces» del siglo XVII y que, de hecho, estas sociedades más antiguas eran «rosacruces» en su orientación política y filosófica, si no necesariamente en su nombre.[13] Así, durante una conversación con uno de nuestros investigadores, Francés Yates calificó a Leonardo de rosacruz, empleando este término como metáfora definitoria de sus valores y actitudes.
No sólo eso. En 1629, cuando el interés por la «Rosacruz» estaba en su apogeo en Europa, un hombre llamado Robert Denyau, cura de Gisors, redactó una historia exhaustiva de Gisors y de la familia del mismo nombre. En este manuscrito Denyau afirma explícitamente que la Rose-Croix fue fundada por Jean de Gisors en 1188. Dicho de otro modo, hay una confirmación literal, que data del siglo XVII, de las pretensiones que se formulan en los «documentos Prieuré». Desde luego, Deynau redactó su manuscrito unos cuatro siglos y medio después de los supuestos hechos. Pero constituye una prueba de extrema importancia. Y el hecho de que proceda de Gisors la hace aún más importante.[14]
Sin embargo, nos quedamos sin ninguna confirmación, sólo con una posibilidad. Pero hasta el momento los documentos Prieuré habían resultado asombrosamente correctos en todos los aspectos. Por tanto, hubiera sido temerario descartarlos de entrada. No estábamos dispuestos a aceptarlos ciegamente, sin ninguna duda. Pero nos sentíamos obligados a reservar nuestro juicio para más adelante.