Los romances sobre el Grial no eran los únicos poemas de su clase que encontraron un público receptivo a finales del siglo XII y principios del XIII. Había muchos más —Tristán e Isolda, por ejemplo, y Eric y Enide—, que en algunos casos fueron compuestos por Chrétien y en otros por contemporáneos y compatriotas de Wolfram tales como Hartmann von Aue y Gottfried von Strassburg. En estos romances no se menciona para nada el Grial. Pero es obvio que transcurren en el mismo período mítico-histórico que los romances sobre el famoso objeto, ya que dependen en mayor o menor medida del rey Arturo. En la medida en que es posible datarlo, parece ser que Arturo vivió a finales del siglo V o inicios del VI (o las dos cosas a la vez). Dicho de otra manera, Arturo vivió en el momento culminante del ascendiente de los merovingios en la Galia y fue, de hecho, contemporáneo de Clodoveo. Si el término «Ursus» —«oso»— era aplicado a la línea real merovingia, el nombre de «Arturo», que también significa «oso», puede que representase un intento de conferir una dignidad comparable a un caudillo británico.
A lo que parece, la era merovingia tuvo una importancia crucial para los autores de la época de las cruzadas; tanto es así, de hecho, que les proporcionó «el telón de fondo» para romances que no tenían nada que ver con Arturo o el Grial. Uno de ellos es la epopeya nacional de Alemania, la Nibelungenlied, o Canción de los Nibelungos, en la que, ya en el siglo XIX, Wagner se inspiró para componer su monumental secuencia operística El anillo de los Nibelungos. Esta obra musical y el poema del que procede suelen descartarse como fantasía pura. Sin embargo, los nibelungos eran un pueblo que existió en realidad, una tribu germánica que vivió en las postrimerías de la época merovingia. Asimismo, muchos de los nombres que salen en la Nibelungenlied —Siegmund, por ejemplo, Siegfried, Sieglinde, Brünhilde y Kriemhild— son patentemente nombres merovingios. Muchos de los episodios del poema muestran un gran paralelismo con hechos específicos de la época merovingia, e incluso puede que se refieran a ellos.
Aunque no tiene nada que ver con el rey Arturo o con el Grial, la Nibelungenlied constituye una prueba más de que la época merovingia ejerció una influencia poderosa en la imaginación de los poetas de los siglos XII y XIII, como si conocieran algo crucial sobre aquella época que desconocían los autores y los historiadores posteriores. En todo caso, los eruditos modernos están de acuerdo en que los romances sobre el Grial, al igual que la Nibelungenlied, se refieren a la era de los merovingios. Naturalmente, en parte esta conclusión parece evidente por sí misma, dada la prominencia de Arturo. Pero también se basa en indicaciones específicas que aportan los propios romances sobre el Grial. La Queste del Saint Graal, por ejemplo, compuesta entre 1215 y 1230, declara explícitamente que los acontecimientos que se narran en la historia del Grial ocurrieron exactamente 454 años después de la resurrección de Jesús.[32] Dando por sentado que Jesús murió en el año 33 de la era cristiana, la saga sobre el Grial habría tenido lugar en el año 487 de la misma era, durante la primera oleada de poder merovingio y cuando faltaban únicamente nueve años para el bautismo de Clodoveo.
Por tanto, no había nada revolucionario o polémico en el hecho de relacionar los romances sobre el Grial con la era merovingia. Así y todo, teníamos la impresión de que se nos había pasado por alto alguna cosa. Era, en esencia, una cuestión de énfasis, el cual, debido al rey Arturo, se ha puesto principalmente en Inglaterra. A consecuencia de este énfasis marcadamente británico, no habíamos relacionado automáticamente el Grial con la dinastía merovingia. Y, pese a ello, Wolfram insiste en que la corte de Arturo está en Nantes y que la acción de su poema transcurre en Francia. La misma afirmación la hacen otros romances sobre el Grial: la Queste del Saint Graal, por ejemplo. Y existen tradiciones medievales que afirman que el Grial no fue llevado a Inglaterra por José de Arimatea, sino a Francia por la Magdalena.
En vista de ello, empezamos a preguntarnos si no estaría desplazada la preeminencia que habían dado a Inglaterra los comentaristas de los romances sobre el Grial,[33] y si, en realidad, dichos romances se referirían principalmente a acontecimientos ocurridos en el continente, sobre todo en Francia. Y también empezamos a sospechar que el Grial en sí mismo, la «sangre real», se refería en realidad a la sangre real de la dinastía merovingia, una sangre que se tenía por sagrada e investida de propiedades mágicas o milagrosas.
Tal vez los romances sobre el Grial constituían, al menos en parte, una crónica simbólica o alegórica de ciertos acontecimientos de la época de los merovingios. Y quizá ya habíamos encontrado algunos de estos acontecimientos en el transcurso de nuestra investigación. Un matrimonio con alguna familia especial, por ejemplo, y que, envuelto por el tiempo, engendró las leyendas relativas a la paternidad dual de Meroveo. O quizás, en la familia del Grial, una representación de la perpetuación clandestina de la estirpe merovingia —les rois perdus o «reyes perdidos»— en las montañas y cuevas de Razés. O quizás el exilio de dicha estirpe en Inglaterra en las postrimerías del siglo IX y comienzos del X. Y las secretas pero augustas alianzas dinásticas por medio de las cuales la vid merovingia, al igual que la de la familia del Grial, acabaría dando por fruto a Godofredo de Bouillon y la casa de Lorena. Tal vez el propio Arturo —el «oso»— sólo estuviera relacionado incidentalmente con el caudillo celta o galorromano. Quizás el Arturo de los romances sobre el Grial era en realidad «Ursus», otra palabra que significa «oso». Quizá del legendario Arturo de las crónicas de Geoffrey de Monmouth se habían apropiado los que escribían sobre el Grial, los cuales lo habían transformado deliberadamente en el vehículo para una tradición secreta y totalmente distinta. Si así era, esto explicaría por qué los templarios —cuya orden fue fundada por la Prieuré de Sion como custodia de la estirpe merovingia— fueron declarados custodios del Grial y de la familia del Grial. Si la familia del Grial y la estirpe merovingia eran una misma cosa, los templarios serían verdaderamente los custodios del Grial en la época, más o menos, en que se compusieron los romances relativos al misterioso objeto. Su presencia en tales romances, pues, no sería anacrónica.
La hipótesis resultaba intrigante, pero planteaba una cuestión extremadamente crucial. Puede que los romances estuviesen enmarcados en la época merovingia, pero establecían un vínculo muy explícito entre el Grial y los orígenes del cristianismo: con Jesús, con José de Arimatea, con la Magdalena. Algunos de ellos, de hecho, van aún más lejos. En el poema de Robert de Boron se dice que Galahad es hijo de José de Arimatea, aunque la identidad de la madre del caballero no está clara. Y la Queste del Saint Graal llama a Galahad, al igual que a Jesús, «vástago de la casa de David» e identifica a dicho caballero con el mismísimo Jesús. A decir verdad, el nombre mismo de Galahad, según los eruditos modernos, se deriva del nombre de Gilead, que era considerado una designación mística de Jesús.[34]
Si se podía identificar el Grial con la estirpe merovingia, ¿cuál era su relación con Jesús? ¿Por qué una cosa relacionada tan íntimamente con Jesús estaría también asociada con la época de los merovingios? ¿Cómo podíamos resolver la discrepancia cronológica, la relación entre algo tan pertinente a Jesús y unos acontecimientos que tuvieron lugar como —mínimo cuatro siglos después? ¿Cómo podía el Grial referirse, por un lado, a la época merovingia y, por el otro, a algo que José de Arimatea llevó a Inglaterra o la Magdalena llevó a Francia?
Incluso a nivel simbólico era forzoso reflexionar sobre estos interrogantes. El Grial, por ejemplo, tenía alguna relación con la sangre. Incluso sin dividir «Sangraal» en «Sangraal», el Grial, según se decía, había contenido la sangre de Jesús. ¿Cómo podía relacionarse esto con los merovingios? ¿Y por qué había que relacionarlo con ellos precisamente en aquel tiempo: durante las cruzadas, cuando cabezas merovingias llevaban la corona del reino de Jerusalén, protegidas por la orden del Temple y la Prieuré de Sion?
Los romances sobre el Grial recalcan la importancia de la sangre de Jesús. También ponen de relieve un linaje de alguna clase. Y, habida cuenta de factores tales como el hecho de que la familia del Grial culminase en Godofredo de Bouillon, diríase que estaban relacionados con el linaje merovingio.
¿Habría tal vez alguna relación entre estos dos elementos en apariencia discordantes? ¿Tendría la sangre de Jesús alguna relación con la sangre real de los merovingios? ¿Podía el linaje relacionado con el Grial, que fue traído a la Europa occidental poco después de la crucifixión, estar entrelazado con el linaje de los merovingios?