Los manifiestos rosacruces

En el siglo XVII tuvo lugar una diseminación de ideas parecida, primero en Alemania, extendiéndose luego a Inglaterra. En 1614 apareció el primero de los llamados manifiestos rosacruces, al que siguió un segundo opúsculo un año después. Estos manifiestos hicieron furor en su tiempo, provocando las iras de la Iglesia y de los jesuitas y ganándose el apoyo entusiasmado de las facciones liberales de la Europa protestante. Entre los exponentes más elocuentes e influyentes del pensamiento «rosacruz» estaba Robert Fludd, que aparece citado como decimosexto Gran maestre de la Prieuré de Sion, la cual presidió entre 1595 y 1637.

Entre otras cosas, los manifiestos rosacruces[8] promulgaban la historia del legendario Christian Rosenkreuz. Pretendían haber salido de una cofradía secreta e invisible de «iniciados» en Alemania y Francia. Prometían la transformación del mundo y del conocimiento humano de acuerdo con principios esotéricos, herméticos: la «corriente subterránea» que había fluido desde René de Anjou a través del Renacimiento. Anunciaban una nueva época de libertad espiritual, una época en la que el hombre se liberaría de sus anteriores grilletes, abriría la puerta a secretos de la naturaleza que hasta entonces habían permanecido dormidos, y gobernaría su propio destino de acuerdo con leyes universales y cósmicas, armoniosas y omnipresentes. Al mismo tiempo, los manifiestos eran de lo más incendiario desde el punto de vista político, pues atacaban ferozmente a la Iglesia católica y al antiguo Sacro Imperio Romano. Actualmente, por regla general se cree que estos manifiestos los escribió un teólogo y esoterista alemán, Johann Valentín Andrea, que aparece después de Robert Fludd en la lista de grandes maestres de la Prieuré de Sion. Si no los escribió Andrea, ciertamente fueron escritos por uno o varios de sus colaboradores.

En 1616 apareció un tercer opúsculo rosacruz. Nupcias químicaCristian Rosenkreuz. Al igual que las dos obras anteriores, al principio el autor de ésta permaneció en el anonimato, pero el propio Andrea confesó más adelante haberlo redactado él como chiste o comedia.

Nupcias químicas es una compleja alegoría hermética que posteriormente influyó en obras tales como el Fausto de Goethe. Francés Yates ha demostrado que contiene ecos inconfundibles del esoterista inglés John Dee, el cual también influyó en Robert Fludd. En la obra de Andrea hay también resonancias de los romances sobre el Grial y de los caballeros templarios: se dice en ella, por ejemplo, que Christian Rosenkreuz lleva una túnica blanca con una cruz roja en el hombro. En el transcurso de la narración se interpreta una obra, una alegoría dentro de una alegoría. En esta obra hay una princesa, de linaje «real» no especificado, cuyos dominios legítimos han sido usurpados por los moros y que el mar arroja a una playa en un arca de madera. El resto de la obra narra las vicisitudes de la princesa y su matrimonio con un príncipe que la ayudará a recuperar su patrimonio.

Nuestras investigaciones pusieron al descubierto diversos vínculos de segunda y tercera mano entre Andrea y las familias cuyas genealogías figuran en los documentos Prieuré. Sin embargo, no descubrimos ningún vínculo de primera mano o directo, con la posible excepción de Federico, Elector del Palatinado del Rhin. Federico era sobrino de un importante líder de los protestantes franceses, Henri de la Tour d’Auvergne, vizconde de Turenne y duque de Bouillon: el antiguo título de Godofredo de Bouillon. Henri también estaba relacionado con la familia Longueville, que figuraba de modo prominente tanto en los «documentos Prieuré» como en nuestra investigación. Y en 1591 se había tomado la molestia de adquirir la ciudad de Stenay.

En 1613 Federico del Palatinado había contraído matrimonio con Elizabeth Estuardo, hija de Jacobo I de Inglaterra, nieta de María Estuardo, reina de Escocia y biznieta de María de Guisa…, y los Guisa eran la rama menor de la casa de Lorena. Un siglo antes María de Guisa se había casado con el duque de Longueville y luego, al morir éste, con Jacobo V de Escocia. Este matrimonio creó una alianza dinástica entre las casas de Estuardo y de Lorena. Por consiguiente, los Estuardo empezaron a figurar, aunque sólo fuera de modo periférico, en las genealogías de los documentos Prieuré; y Andrea mostró cierto interés por la casa real escocesa, cosa que, en mayor o menor grado, hicieron también los tres supuestos grandes maestres que le sucedieron. Durante este período la casa de Lorena quedó eclipsada de modo significativo. Si en aquel tiempo la Prieuré de Sion era una orden coherente y activa, podría haber trasladado su lealtad, al menos de manera parcial y temporal, a los Estuardo, cuya influencia era decididamente mayor.

En todo caso, Federico del Palatinado, después de su matrimonio con Elizabeth Estuardo, estableció una corte de orientación esotérica en Heidelberg, su capital. Tal como escribe Francés Yates:

En el Palatinado se estaba formando una cultura que procedía directamente del Renacimiento pero a la que se habían agregado tendencias más recientes, una cultura a la que cabe definir con el adjetivo rosacruz. E) príncipe a cuyo alrededor giraban estas corrientes profundas era Federico, Elector del Palatinado, y los exponentes de las mismas esperaban hallar la expresión político-religiosa de sus objetivos… El movimiento federiciano… fue un intento de dar expresión a tales corrientes político-religiosas, de realizar el ideal de reforma hermética centrada en un príncipe verdadero… Ello… creó una cultura, un Estado «rosacruz» con su corte centrada en Heidelberg.[9]

En pocas palabras, al parecer los anónimos «rosacruces» y sus simpatizantes inculcaron en Federico un sentido de misión, tanto espiritual como política. Y, por lo visto, Federico aceptó de buen grado el papel que se le imponía, junto con las esperanzas y las expectativas que el mismo entrañaba. Así, en 1618, aceptó la corona de Bohemia que le ofrecían los nobles rebeldes de aquel país. Al aceptarla se acarreó las iras del papado y del Sacro Imperio Romano y precipitó el caos de la guerra de los Treinta Años. En el plazo de dos años él y Elizabeth se vieron forzados a exiliarse en Holanda, y Heidelberg fue ocupada por las tropas católicas. Y durante el cuarto de siglo subsiguiente Alemania fue el principal campo de batalla del más encarnizado, sangriento y costoso conflicto de la historia de Europa antes del siglo XX, un conflicto en el cual la Iglesia estuvo a punto de imponer de nuevo la hegemonía de que gozara durante la Edad Media.

En medio de la confusión que rugía a su alrededor, Andrea creó una red de sociedades más o menos secretas a las que se dio el nombre de «Uniones Cristianas». De acuerdo con el proyecto de Andrea, encabezaba cada sociedad un príncipe anónimo, al que ayudaban otros doce que estaban divididos en grupos de tres príncipes, cada uno de los cuales era especialista de una esfera de estudios determinada.[10] El propósito original de las Uniones Cristianas era preservar los conocimientos que se veían amenazados, especialmente los avances científicos más recientes, muchos de los cuales eran considerados como heréticos por la Iglesia. Sin embargo, al mismo tiempo las Uniones Cristianas eran un refugio para las personas que huían de la Inquisición, la cual acompañaba a los ejércitos católicos invasores y estaba empeñada en extirpar todos los vestigios del pensamiento rosacruz. Así pues, numerosos eruditos, científicos, filósofos y «esoteristas» encontraron cobijo en las instituciones de Andrea. A través de éstas muchos de ellos fueron sacados del país y llevados a un lugar seguro: Inglaterra, donde la francmasonería empezaba justamente a cobrar forma. En cierto sentido significativo, es posible que las Uniones Cristianas de Andrea contribuyeran a la organización del sistema de logias masónicas.

Entre los europeos desplazados que consiguieron llegar a Inglaterra estaban varios de los colaboradores personales de Andrea: Samuel Hartlib, por ejemplo; Adam Komensky, al que se conoce mejor por Comenius, con el cual Andrea mantuvo una correspondencia continua; Theodore Haak, que era también amigo personal de Elizabeth Estuardo y mantenía correspondencia con ella; y el doctor John Wilkins, ex capellán personal de Federico del Palatinado y más adelante obispo de Chester.

Una vez en Inglaterra, estos hombres trabaron una relación estrecha con los círculos masónicos. Se hicieron amigos de Robert Moray, por ejemplo, cuya iniciación en una logia masónica en 1641 es una de las primeras de las que se conservan testimonios; de Elias Ashmole, anticuario y experto en órdenes de caballería, que fue iniciado en 1646; con el joven pero precoz Robert Boyle, quien, aunque no era francmasón, era miembro de otra sociedad secreta, una sociedad más elusiva.[11] No hay pruebas concretas de que esta sociedad secreta fuese la Prieuré de Sion, pero Boyle, según los «documentos Prieuré», sucedió a Andrea en el cargo de Gran maestre de Sion.

Durante el protectorado de Cromwell estas mentes dinámicas, tanto inglesas como europeas, formaron lo que Boyle —haciéndose deliberadamente eco de los manifiestos «rosacruces»— llamó un «colegio invisible». Y con la restauración de la monarquía en 1660, el «colegio invisible» se transformó en la Royal Society,[12] cuyo mecenas y patrocinador era el rey Estuardo Carlos II. Virtualmente todos los miembros fundadores de la Royal Society eran francmasones. Cabría argüir razonablemente que la propia Royal Society, al menos en sus comienzos, era una institución masónica, derivada, a través de las Uniones Cristianas de Andrea, de la «invisible hermandad rosacruz». Pero no iba a ser ésta la culminación de la «corriente subterránea». Por el contrario, ésta fluiría de Boyle a sir Isaac Newton, al que se presenta como siguiente Gran maestre de Sion, y de Newton a los complejos tributarios de la masonería del siglo XVIII.