La narración de Wolfram von Eschenbach

De todos los romances sobre el Grial el más famoso, y el más significativo desde el punto de vista artístico, es Parzival, compuesto entre 1195 y 1216. Su autor fue Wolfram von Eschenbach, un caballero de origen bávaro. Al principio creímos que este factor podía distanciarle de su tema, haciendo que su crónica fuera menos fiable que otras. Sin embargo, poco después sacamos la conclusión de que, si había alguien que podía hablar con autoridad del Grial, ese alguien era Wolfram.

En el principio de Parzival el autor afirma atrevidamente que la versión de la historia sobre el Grial que escribió Chrétien está equivocada, mientras que la suya propia es correcta porque se basa en información privilegiada. Más adelante explica que dicha información la obtuvo de un tal Kyot de Provenza, quien a su vez, según se supone, la obtuvo de un tal Flegetanis. Merece la pena citar las palabras de Wolfram:

Cualquiera que me preguntaba antes acerca del Grial y me reprendía por no contestarle estaba muy equivocado. Kyot me pidió que no revelase esto, pues la Aventura le ordenaba no pensar en ello hasta que ella misma, la Aventura, incitase a decirlo, y entonces uno ha de hablar de ello, por supuesto.

Kyot, el conocido maestro, encontró en Toledo, desechada, redactada en escritura pagana, la primera fuente de esta aventura.

Primero tuvo que aprender los abecés, pero sin el arte de la magia negra…

Un pagano, Flegetanis, había conquistado mucho renombre por su saber. Este erudito de la naturaleza descendía de Salomón y había nacido en el seno de una familia que había sido israelita durante mucho tiempo hasta que el bautismo se convirtió en nuestro escudo contra el fuego del Infierno. Escribió la aventura del Grial. Por parte de padre, Flegetanis era pagano y adoraba un becerro…

El pagano Flegetanis podía decirnos cómo todas las estrellas se ponen y vuelven a alzarse… Con el curso en círculo de las estrellas están vinculados los asuntos y el destino del hombre. Flegetanis el pagano vio con sus propios ojos, en las constelaciones, cosas sobre las que evitaba hablar, misterios escondidos. Dijo que había una cosa que se llamaba el Grial, cuyo nombre había leído él claramente en las constelaciones. Una hueste de ángeles la dejaron en la tierra.

Desde entonces, los hombres bautizados han tenido la misión de guardarla, y con tal disciplina casta que aquellos que son llamados al servicio del Grial son siempre hombres nobles. Así escribió Flegetanis de estas cosas.

Kyot, el sabio maestro, se dedicó a buscar este cuento en libros latinos, para ver dónde había habido alguna vez un pueblo dedicado a la pureza y digno de cuidar del Grial. Leyó las crónicas de las tierras, en Inglaterra y en otras partes, en Francia y en Irlanda, y en Anjou encontró el cuento. Leyó la verdadera historia de Mazadán, y el testimonio exacto de toda la familia estaba escrito allí.[14]

Entre las numerosas afirmaciones que se hacen en este pasaje y que requieren comentario, es importante señalar por lo menos cuatro. Una es que la historia del Grial parece estar relacionada con la familia de un individuo llamado Mazadán. La segunda es que la casa de Anjou tiene una importancia primordial. La tercera es que la versión original de la historia parece haber llegado a Europa occidental desde el otro lado de los Pirineos, es decir, desde la España musulmana: lo cual es perfectamente verosímil porque Toledo era un centro de estudios esotéricos, tanto judaicos como musulmanes. Pero el elemento más notable del pasaje citado es que la historia del Grial, tal como Wolfram explica su derivación, es en esencia de origen judaico. Si el Grial es un misterio cristiano que infunde un temor reverencial tan grande, ¿por qué su secreto lo transmitirían iniciados judaicos? O, para el caso, ¿por qué unos autores judaicos tendrían acceso a un material específicamente cristiano cuya existencia desconocía la propia cristiandad?

Los eruditos han desperdiciado mucho tiempo y mucha energía discutiendo sobre si Kyot y Flegetanis existieron de verdad o son personajes inventados. De hecho, la identidad de Kyot, según habíamos comprobado al estudiar los templarios, puede establecerse de modo bastante sólido. Es casi seguro que Kyot de Provenza era Guiot de Provins, un trovador, monje y portavoz de los templarios que vivió en Provenza y escribió canciones de amor, ataques contra la Iglesia, cantos de júbilo en alabanza del Temple y versos satíricos. Se sabe que Guiot visitó Maguncia, en Alemania, en 1184. La visita la hizo con motivo de la fiesta caballeresca de Pentecostés, en la cual el Sacro Emperador Romano, Federico Barbarroja, confirió el título de caballero a sus hijos. Era cosa corriente que asistieran a la ceremonia poetas y trovadores procedentes de toda la cristiandad. Es casi seguro que Wolfram, en su calidad de caballero del Sacro Imperio Romano, estuvo presente; y, desde luego, es razonable suponer que él y Guiot se conocieron. Los hombres cultos no eran muy frecuentes en aquella época. Inevitablemente, se agrupaban, se buscaban unos a otros, trababan conocimiento; y es muy posible que Guiot encontrase en Wolfram un alma gemela, a la que quizá confirió cierta información, aunque fuese sólo en forma simbólica. Y si Guiot permite que se acepte a Kyot como genuino, es cuando menos plausible suponer que también Flegetanis existió en realidad. Si no fue así, entonces Wolfram o Guiot (o tal vez los dos) debieron de tener algún propósito especial para crearlo. Y para darle la procedencia y la genealogía distintivas que se dice que tenía.

Además de la historia del Grial, Wolfram tal vez recibió de Guiot un interés apasionado por los templarios. En todo caso, se sabe que Wolfram sentía tal interés. Al igual que Guiot, incluso hizo una peregrinación a Tierra Santa, donde pudo observar a los templarios en acción, con sus propios ojos. Y en Parzival hace hincapié en que los custodios del Grial y la familia del Grial son templarios. Huelga decir que esto podría ser un ejemplo de cronología chapucera y del anacronismo propio de la licencia poética, tal como se encuentra en otros romances sobre el Grial. Pero Wolfram se muestra a este respecto mucho más cuidadoso que otros escritores de su tiempo. Además, hay alusiones patentes al Temple en el Perlesvaus. ¿Cabe suponer que tanto Wolfram como el autor del Perlesvaus serían culpables del mismo anacronismo? Posiblemente. Pero también es posible que se quiera dar a entender algo relacionando ostentosamente a los templarios con el Grial. Porque si los templarios son en verdad custodios del Grial, hay una implicación flagrante: que el Grial existió no sólo en tiempos del rey Arturo, sino también durante las cruzadas, que fue la época en que se compusieron los romances sobre él. Introduciendo a los templarios, tanto Wolfram como el autor del Perlesvaus tal vez sugieran que el Grial no era simplemente algo que pertenecía al pasado, sino también algo que, a su juicio, tenía importancia en su propia época.

Así pues, el trasfondo del poema de Wolfram es tan importante, de una manera oscura, como el mismo texto del poema. A decir verdad, el papel de los templarios, al igual que la identidad tanto de Kyot como de Flegetanis, parece crucial; y es muy posible que estos factores contengan la clave de todo el misterio que rodea al Grial. Por desgracia, el texto de Parzival contribuye en poca medida a resolver estas cuestiones, al mismo tiempo que plantea muchos otros interrogantes.

En primer lugar, Wolfram no sólo mantiene que su versión de la historia del Grial es la correcta, en contraste con la de Chrétien, sino que también dice que la crónica de Chrétien es meramente una fábula fantástica, mientras que la suya es, de hecho, una especie de «documento de iniciación». Dicho de otro modo, tal como afirma Wolfram de forma inequívoca, en el misterio del Grial hay más de lo que se ve a simple vista. Y deja bien sentado, por medio de numerosas referencias a lo largo de todo el poema, que el Grial no es simplemente un objeto de mistificación y fantasía gratuitas, sino un medio de ocultar algo de inmensa importancia. Una y otra vez incita al lector a leer entre líneas, para lo cual lanza aquí y allí algunas indirectas sugestivas. Al mismo tiempo, reitera constantemente la apremiante necesidad de guardar el secreto. «Pues ningún hombre podrá jamás ganar el Grial a menos que sea conocido en el Cielo y que sea llamado por su nombre al Grial».[15] Y «el Grial es desconocido salvo para aquellos que han sido llamados por su nombre… a la compañía del Grial».[16]

Wolfram se muestra a la vez preciso y elusivo en lo que se refiere a la identificación del Grial. Cuando éste aparece por primera vez, no hay ninguna indicación de qué se trata. Diríase, con todo, que tiene algo en común con la vaga descripción del mismo que hace Chrétien:

Ella [la Reina de la familia del Grial] llevaba un vestido de seda árabe. Sobre un achmardi de color verde intenso lucía la Perfección del Paraíso, tanto raíz como rama. Era una cosa llamada el Grial, la cual supera toda la perfección terrenal. Repanse de Schoye era el nombre de aquella a quien el Grial permitía ser su portadora. Tal era la naturaleza del Grial que aquella que lo custodiaba tenía que conservar su pureza y renunciar a toda falsedad.[17]

Entre otras cosas, el Grial, en este punto, parece ser una especie de cornucopia mágica o cuerno de la abundancia:

Un centenar de escuderos, obedeciendo las órdenes que habían recibido, tomaron con reverencia pan en servilletas blancas de delante del Grial, retrocedieron en grupo y, separándose, pasaron el pan a todas las mesas. Se me dijo, y os lo digo a vosotros también, pero sobre vuestro juramento, no el mío —de ahí que si os engaño, todos nosotros somos mentirosos— que cualquier cosa que uno quisiera coger alargando la mano la encontraba preparada, delante del Grial, alimento caliente o alimento frío, platos nuevos o viejos, carne mansa o caza. «Nunca hubo cosa parecida», dirán muchos.

Pero estarán equivocados en su airada protesta, porque el Grial era el fruto de la beatitud, tal abundancia de la dulzura del mundo que sus delicias eran muy parecidas a lo que nos es dicho del reino de los cielos.[18]

A su manera, todo esto es bastante mundanal, incluso pedestre, y diríase que el Grial es una cosa bastante inocua. Pero más adelante, cuando el tío eremita de Parzival comenta el Grial, éste se convierte en algo decididamente más poderoso. Después de una larga disquisición, en la que hay elementos de un pensamiento flagrantemente gnóstico, el eremita describe el Grial de la siguiente manera:

«Bien sé yo que muchos bravos caballeros moran con el Grial en Munsalvaesche. Siempre que salen a caballo, como hacen a menudo, es en busca de aventuras. Hacen esto por sus pecados, estos templarios, sea su recompensa la derrota o la victoria. Una hueste valiente vive allí, y os diré de qué manera se sustentan. Viven de una piedra de la clase más pura. Si no la conocéis, aquí os será nombrada. Se llama lapsit exillis. Por el poder de esta piedra el fénix arde y se convierte en cenizas, pero las cenizas le dan vida otra vez. Así el fénix muda y cambia su plumaje, que después es luminoso y brillante y tan precioso como antes. Nunca hubo un ser humano tan enfermo que, si un día ve esa piedra, no pueda morir durante la semana siguiente. Y su aspecto no se marchitará. Su apariencia será la misma, sea doncella u hombre, que en el día en que vio la piedra, la misma que cuando comenzaron los mejores años de su vida, y aunque viera la piedra durante doscientos años, nunca cambiará, salvo que su cabello podría quizá volverse gris. Tal poder da la piedra a un hombre que la carne y los huesos vuelven en seguida a ser jóvenes. La piedra es llamada también el Grial.» [19]

Así pues, según Wolfram, el Grial es una piedra de alguna clase. Pero semejante definición del Grial es mucho más provocativa que satisfactoria. Los eruditos han apuntado diversas interpretaciones de las palabras «lapsit exillis», todas las cuales son más o menos plausibles. «Lapsit exillis» podría ser una corrupción de «lapis ex caelis», es decir, «piedra procedente de los cielos». También podría ser una corrupción de «lapsit ex caelis», o sea, «cayó de los cielos»; o de «lapsis lapsus ex caelus», que quiere decir «una piedra cayó del cielo»; o, finalmente, de «lapis elixir»: la fabulosa piedra filosofal de la alquimia.[20] Ciertamente, el pasaje citado, al igual para el caso que la totalidad del poema de Wolfram, está cargado de simbolismo alquímico. El fénix, por ejemplo, es un conocido símbolo alquímico de la resurrección o el renacimiento y también, en la iconografía medieval, un emblema del Jesús moribundo y resurrecto.

Si el fénix sirve en verdad para representar a Jesús, Wolfram asocia implícitamente a éste con una piedra. Huelga decir que semejante asociación no es única. Tenemos a Pedro (Pierre o, lo que es lo mismo, «piedra» en francés): la «piedra» o «roca» sobre la que Jesús funda su Iglesia. Y, tal como habíamos descubierto, Jesús, en el Nuevo Testamento, se equipara explícitamente a sí mismo con «la piedra angular olvidada por los constructores»: la piedra angular del templo, la Roca de Sion. Por estar «fundada» en esta roca, existía supuestamente una tradición real que descendía de Godofredo de Bouillon y que era igual a las dinastías que reinaban en Europa.

En el pasaje que sigue inmediatamente al que acabamos de citar, Wolfram establece un vínculo específico entre el Grial y la crucifixión y, a través del símbolo de la paloma, con la Magdalena:

Este mismo día llega a él [al Grial] un mensaje en el que reside su mayor poder. Hoy es Viernes Santo, y aguardan allí a una paloma, que descenderá del Cielo. Trae una oblea pequeña y blanca y la deja sobre la piedra. Luego, blanca y reluciente, vuelve a remontarse a las alturas del cielo. Siempre en Viernes Santo trae a la piedra lo que os acabo de decir, y de eso la piedra deriva las buenas fragancias de comida y bebida que hay en la tierra, iguales a la perfección del Paraíso. Me refiero a todas las cosas que la tierra pueda dar. Y además la piedra proporciona toda la caza que hay bajo los cielos, tanto si vuela como si corre o nada. Así, a la hermandad caballeresca, da sustento el poder del Grial.[21]

Además de sus otros atributos extraordinarios, diríase que el Grial, en el poema de Wolfram, posee cierta sensibilidad. Tiene la capacidad de llamar a los individuos a su servicio; de llamarlos, esto es, en un sentido activo:

«Oíd ahora cómo aquellos que son llamados al Grial son dados a conocer. Sobre la piedra, alrededor del borde, aparecen letras inscritas, dando el nombre y el linaje de cada uno, doncella o muchacho, que debe emprender este bendito viaje. Nadie necesita borrar la inscripción, pues, una vez haya él leído el nombre, desaparece ante sus ojos. Todos aquellos que ahora han alcanzado la madurez llegaron aquí como niños. Bienaventurada sea la madre que parió un hijo destinado a prestar servicio aquí. Pobres y ricos por igual se alegran si su hijo es convocado a unirse a la compañía. Son llevados allí desde muchas tierras. De la vergüenza pecaminosa están más protegidos que otros, y reciben buena recompensa en el cielo. Cuando la vida muere para ellos allí les es dada la perfección.[22]

Si los guardianes del Grial son los templarios, diríase que sus custodios reales son los miembros de una familia específica. Esta familia parece poseer numerosas ramas colaterales, algunas de las cuales —cuya identidad ellas mismas desconocen a menudo— están esparcidas por todo el mundo. Pero otros miembros de la familia habitan en el castillo del Grial que se alza en Munsalvaesche, que está relacionado de forma bastante obvia con el legendario castillo cátaro de Montsalvat, que como mínimo un autor ha identificado como Montségur.[23] Dentro de Munsalvaesche moran diversas figuras enigmáticas. Está la vigilante y portadora del Grial, Repanse de Schoye («Réponse de Choix» o «Respuesta Elegida»). Y está también, desde luego, Anfortas, el Rey Pescador y señor del castillo del Grial, que está herido en los genitales y no puede procrear o, como opción contraria, morir. Al igual que en el romance de Chrétien sobre el Grial, Anfortas, para Wolfram, es el tío de Parzival. Y al final del poema, cuando la maldición es levantada, y Anfortas por fin puede morir, Parzival se convierte en el heredero del castillo del Grial.

El Grial, o la familia del Grial, llama a su servicio a ciertos individuos del mundo exterior, individuos a los que es preciso iniciar en alguna suerte de misterio. Al mismo, tiempo, envía a sus servidores adiestrados al mundo con el fin de que hagan cosas en su nombre y, a veces, de que ocupen un trono. Porque el Grial, al parecer, posee el poder de nombrar reyes:

Se nombran doncellas para que cuiden del Grial… Ese fue el decreto de Dios y estas doncellas cumplieron su servicio ante él. El Grial selecciona una compañía noble. Caballeros, devotos y buenos, resultan elegidos para guardarlo. La llegada de las altas estrellas trae a esta gente gran congoja, a jóvenes y viejos por igual. La ira de Dios contra ellos ha durado demasiado tiempo. ¿Cuándo dirán sí a la alegría?… Os diré algo más, en cuya veracidad bien podéis creer. Con frecuencia tienen una oportunidad doble; dan y a la vez reciben provecho. Reciben a niños pequeños allí, de linaje noble y hermosos. Y si en alguna parte una tierra pierde su señor, se les otorga uno de la compañía del Grial. Deben tratarle con cortesía, pues la bendición de Dios le protege.[24]

Diríase, a juzgar por este pasaje, que en algún momento pasado la familia del Grial incurrió en la ira de Dios. La alusión a la «ira de Dios contra ellos» hace pensar en numerosas afirmaciones medievales sobre los judíos. También recuerda el título de un libro misterioso que se relaciona con Nicolás Flamel: El sagrado libro de Abram el judío, príncipe, sacerdote, levita, astrólogo y filósofo de aquella tribu de judíos que por la ira de Dios fueron dispersados entre los galos. Y Flegetanis, quien, según Wolfram, escribió la crónica original del Grial, desciende, dicen, de Salomón. ¿Cabía la posibilidad de que la familia del Grial fuese de origen judaico?

Fuera cual fuese la maldición que hubiera caído antes sobre la familia del Grial, es indudable que ésta, en tiempos de Parzival, ya goza del favor divino, así como de mucho poder. Y, pese a ello, se la conmina rigurosamente, al menos en ciertos aspectos, a guardar el secreto de su identidad.

A los hombres [de la familia del Grial] Dios ordena que salgan en secreto; las doncellas salen abiertamente… Así las doncellas son enviadas abiertamente desde el Grial, y los hombres en secreto, para que puedan tener hijos que a su vez algún día entrarán al servicio del Grial y, sirviendo, mejorarán su compañía. Dios puede enseñarles cómo se hace esto.[25]

Así pues, las mujeres de la familia del Grial, cuando contraen matrimonio con hombres del mundo exterior, están autorizadas a revelar su genealogía y su identidad. Los hombres, sin embargo, deben ocultar escrupulosamente esta información; tanto es así, de hecho, que ni siquiera pueden permitir preguntas sobre sus orígenes. Al parecer, esto es de crucial importancia, pues Wolfram vuelve a hablar de ello con gran énfasis en el final mismo del poema.

Sobre el Grial se encontró ahora escrito que cualquier templario al que la mano de Dios nombró maestre de un pueblo extranjero debe prohibir que se le pregunte su nombre y su raza, y les ayudará a defender sus derechos. Si se le hace la pregunta, no contarán más con su ayuda.[26]

De esto, huelga decirlo, sale el dilema de Lohengrin, el hijo de Parzival, quien, al ser interrogado sobre su origen, debe abandonar a su esposa y a sus hijos y retirarse a la soledad de donde salió. Pero, ¿por qué se exige un secreto tan riguroso? ¿Qué «trapos sucios», por así decirlo, deben ocultarse? Si la familia del Grial era verdaderamente de origen judaico, eso —en la época en que escribió Wolfram— podría constituir una posible explicación. Y tal explicación recibe cuando menos cierta credibilidad en la historia de Lohengrin. Porque existen muchas variantes de dicha historia y a Lohengrin no siempre se le identifica por el mismo nombre. En algunas versiones se llama Helios, alusión al Sol. En otras versiones recibe el nombre de Elie o Eli,[27] nombre inconfundiblemente judaico.

En el romance de Robert de Boron y en el Perlesvaus, Perceval es de linaje judaico: el «linaje santo» de José de Arimatea. Diríase que en el poema de Wolfram esta condición, en lo que se refiere a Parzival, es incidental. Es cierto que Parzival es sobrino del herido Rey Pescador y, por ende, está emparentado por sangre con la familia del Grial. Y, aunque no ingresa en dicha familia por medio del matrimonio —pues, de hecho, ya está casado—, no por ello deja de heredar el castillo del Grial y de convertirse en su nuevo señor. Mas, a lo que parece, Wolfram considera que la genealogía del protagonista es menos importante que los medios de los que se vale para demostrar que es digno de ella. Debe, en resumen, amoldarse a ciertos criterios que dicta la sangre que corre por sus venas. Y está claro que este énfasis indica la importancia que el autor del poema atribuye a dicha sangre.

No hay la menor duda de que Wolfram atribuye una importancia inmensa a determinada estirpe. Si hay un solo tema dominante, no sólo en Parzival, sino también en sus demás obras, este tema no es tanto el Grial como la familia del Grial. A decir verdad, esta familia parece dominar la mente de Wolfram hasta rozar la obsesión, y el poeta dedica mucha más atención a la misma y a su genealogía que al misterioso objeto que se encuentra bajo su custodia.

La genealogía de la familia del Grial puede reconstruirse leyendo atentamente Parzival. Este es sobrino de Anfortas, el mutilado Rey Pescador y señor del castillo del Grial. Anfortas, a su vez, es hijo de un tal Frimutel y éste es el hijo de Titurel. Al llegar aquí, el linaje se hace más enmarañado. Finalmente, sin embargo, conduce de nuevo a cierto Laziliez, que puede ser un nombre derivado de Lázaro, hermano de María y de Marta en el Nuevo Testamento. Y los padres de Laziliez, los progenitores originales de la familia del Grial, se llaman Mazadán y Terdelaschoye. Este último nombre es obviamente una versión germánica de las palabras francesas «Terre de la Choix», es decir, «Tierra Escogida». Mazadán es un personaje algo más oscuro. Podría tratarse de un derivado del Ahura Mazda zoroástrico, es decir, del principio dualista de la luz. Al mismo tiempo, también podría sugerir —aunque sólo fuese fonéticamente— Masada, que fue un bastión importante en la revuelta judaica contra la ocupación romana en el año 68 de la era cristiana.

Los nombres que Wolfram atribuye a la familia del Grial son, pues, a menudo provocativos y sugestivos. Al mismo tiempo, sin embargo, no nos decían nada que fuera históricamente útil. Si esperásemos encontrar un verdadero prototipo histórico de la familia del Grial, tendríamos que buscarlo en otra parte. Las pistas eran bastante escasas. Sabíamos, por ejemplo, que la familia del Grial culminó supuestamente en Godofredo de Bouillon; pero eso no arrojaba mucha luz sobre los antecedentes míticos de Godofredo, excepto, naturalmente, que (al igual que sus antecesores verdaderos) mantuvieran su identidad en escrupuloso secreto. Pero, según Wolfram, Kyot halló una crónica de la historia del Grial en los anales de la casa de Anjou, y se dice que el propio Parzival llevaba sangre angevina. En el menor de los casos, esto es interesantísimo, pues la casa de Anjou estaba estrechamente relacionada con los templarios y Tierra Santa. De hecho, Fulques, conde de Anjou, se convirtió, por así decirlo, en miembro «honorario» o «eventual» de los templarios. Asimismo, en 1131 casó con la sobrina de Godofredo de Bouillon, la legendaria Melusine, y se hizo rey de Jerusalén. Según los «documentos Prieuré», los señores de Anjou —la familia Plantagenet— se aliaron de esta forma con la estirpe merovingia. E incluso es posible que el nombre de Plantagenet fuera un eco de «Plant-Ard» o Plantard.

Estas conexiones eran fragmentarias y tenues. Pero encontramos pistas complementarias en el marco geográfico del poema de Wolfram. En su mayor parte la acción del mismo transcurre en Francia. En contraste con posteriores cronistas del Grial, Wolfram incluso afirma que la corte del rey Arturo, Camelot, está situada en Francia, para ser más exactos, en Nantes. Nantes, que ahora se halla en Bretaña, era la frontera más occidental del antiguo reino merovingio durante el apogeo de éste.[28]

En un manuscrito de la versión que escribió Chrétien de la historia del Grial, Perceval declara haber nacido en «Scaudone» o «Sinadon», o en algún lugar semejante que aparece con diversas variantes ortográficas, región a la que se califica de montañosa. Según Wolfram, Parzival procede de «Waleis». La mayoría de los eruditos han interpretado que Waleis es Wales (Gales) y que Sinadon, en sus diversas grafías, es Snowdon o Snowdonia. Si esto es verdad, no obstante, surgen ciertos problemas insuperables y, como ha dicho un comentarista moderno, «los mapas nos fallan». Porque los personajes se mueven constantemente entre Waleis y la corte de Arturo en Nantes, así como otras localidades francesas, ¡sin cruzar ninguna extensión de agua! Se mueven por tierra, en pocas palabras, y atraviesan regiones cuyos habitantes hablan francés. ¿Se trata sencillamente de que Wolfram no sabía geografía? O, después de todo, ¿no sería que Waleis no era lo mismo que Wales o Gales? Dos eruditos han señalado que podría tratarse de Valois, la región francesa que se extiende al nordeste de París; pero en Valois no hay montañas y el resto del paisaje no concuerda en modo alguno con la descripción que hace el poeta. Al mismo tiempo, empero, hay otro posible lugar para Waleis, un lugar que es montañoso, que concuerda exactamente con las demás descripciones topográficas de Wolfram y cuyos habitantes hablan francés. Este lugar es Valais, en Suiza, a orillas del lago Leman, al este de Ginebra. En resumen, diríase que la patria de Parzival no es Gales ni Valois, sino Valais. Y el lugar real de su nacimiento, Sinadon, no sería Snowdon ni Snowdonia, sino Sidonensis, la capital de la Valais. Y el nombre moderno de Sidonensis, capital de Valais, es Sion.

Según Wolfram, pues, la corte de Arturo está en Bretaña. Parece que Parzival nació en Suiza. ¿Y la familia del Grial propiamente dicha? ¿El castillo del Grial? Wolfram da una respuesta en su obra más ambiciosa, que quedó inacabada a causa de su muerte y que llevaba por título Der jungen Titurel. En este evocativo fragmento Wolfram se ocupó de la vida de Titurel, padre de Anfortas, y constructor original del castillo del Grial. Der jungen Titurel es muy específico, no sólo en lo que hace a los detalles genealógicos, sino también sobre las dimensiones, los componentes, los materiales, la configuración del citado castillo: su capilla circular, por ejemplo, igual que las de los templarios. Y el castillo propiamente dicho está situado en los Pirineos.

Además de Der jungen Titurel, Wolfram dejó otra obra inacabada al morir: el poema conocido por el título de Willehalm, cuyo protagonista es Guillem de Gellone, gobernante merovingio del principado que en el siglo IX se encontraba a caballo de los Pirineos. Se dice que Guillem estaba relacionado con la familia del Grial.[29] En tal caso, parece ser la única figura de las obras de Wolfram cuya identidad histórica es realmente verificable. Sin embargo, incluso en su modo de tratar las figuras inidentificables, la meticulosa precisión del poeta es asombrosa. Cuando más se le estudia, más probable parece que se esté refiriendo a un grupo de personas que existieron en realidad; no a una familia mítica o ficticia, sino a una familia que existió históricamente, y que bien pudo incluir entre sus miembros a Guillem de Gellone. Esta conclusión se hace tanto más plausible cuanto que Wolfram admite que está ocultando algo: que Parzival y sus otras obras no son simples romances, sino también documentos de iniciación, depositarios de secretos.