Según los «documentos Prieuré», el sucesor de Newton en el cargo de Gran maestre de Sion fue Charles Radclyffe. Este nombre no nos resultaba tan lleno de resonancias como el de Newton o el de Boyle, ni siquiera como el de Andrea. A decir verdad, al principio no estábamos seguros de quién era Charles Radclyffe. Sin embargo, al empezar a reunir datos sobre él, vimos que era una figura de importancia considerable, aunque subterránea, en la historia cultural del siglo XVIII.
Desde el siglo XVI los Radclyffe eran una familia influyente de Northumberland. En 1688, poco antes de ser depuesto, Jacobo II los había nombrado condes de Derwentwater. Charles Radclyffe nació en 1693. Su madre era hija ilegítima de Carlos II y de su concubina Molí Davis. Radclyffe era, pues, de sangre real por parte de madre: nieto del penúltimo monarca Estuardo. Era primo del príncipe Carlos y de George Lee, conde de Lichfield, otro nieto ilegítimo de Carlos II. No es extraño, por tanto, que Radclyffe dedicara gran parte de su vida a la causa de los Estuardo.
En 1715 la citada causa reposaba en el Viejo Pretendiente, Jacobo III, a la sazón exiliado en Bar-le-Duc, bajo la protección especial del duque de Lorena. Radclyffe y su hermano mayor, James, participaron en la rebelión escocesa de aquel año. Ambos fueron hechos prisioneros y encarcelados, y James fue ejecutado. Mientras tanto, Charles, al parecer ayudado por el conde de Lichfield, protagonizó una osada e insólita fuga de la prisión de Newgate, y halló refugio en las filas jacobitas en Francia. Durante los años subsiguientes fue secretario personal del «Joven Pretendiente», el príncipe Carlos.
En 1745 éste desembarcó en Escocia e inició su quijotesco intento de devolver a los Estuardo el trono de Inglaterra. En aquel mismo año Radclyffe fue capturado cuando se dirigía a reunirse con él, a bordo de un navío francés, a la altura de Dogger Bank. Un año después, en 1746, el «Joven Pretendiente» sufrió una desastrosa derrota en la batalla de Culloden Moor. Al cabo de unos meses Charles Radclyffe murió bajo el hacha del verdugo en la Torre de Londres.
Durante su permanencia en Francia los Estuardo habían participado activamente en la diseminación de la francmasonería. De hecho, se les suele considerar como la fuente de la francmasonería llamada «de rito escocés». Esta rama de la francmasonería introdujo grados más altos que los que ofrendan otros sistemas masónicos de la época. Prometía la iniciación en misterios más grandes y más profundos, misterios supuestamente conservados y transmitidos en Escocia. Estableció relaciones más directas entre la francmasonería y las diversas actividades —alquimia, cabalismo y pensamiento hermético, por ejemplo— que eran consideradas como «rosacruces». Y se extendía en explicaciones no sólo sobre la antigüedad, sino también sobre la ilustre genealogía de la francmasonería.
Es probable que la francmasonería de rito escocés fuera promulgada inicialmente por Charles Radclyffe, esto es, suponiendo que no la hubiera ideado él mismo. En todo caso, se dice que en 1725 Radclyffe fundó en París la primera logia masónica del continente. Durante el mismo año, o quizás al año siguiente, parece que fue reconocido como Gran maestre de todas las logias francesas y se le sigue citando como tal un decenio más tarde, en 1736. En esencia, la diseminación de la francmasonería del siglo XVIII debe más a Radclyffe que a cualquier otro hombre.
No siempre ha sido esto tan evidente debido a que Radclyffe, sobre todo después de 1738, procuró pasar relativamente «inadvertido». A lo que parece, se valió, en grado muy significativo, de intermediarios y «portavoces». El más importante de éstos, además del más famoso, fue el enigmático individuo al que se conocía por el nombre de el Chevalier Andrew Ramsay.[13]
Ramsay nació en Escocia, en una fecha indeterminada del decenio de 1680. De joven fue miembro de una sociedad casi masónica y casi rosacruz llamada los Filadelfos. Entre los demás miembros de esta sociedad había por lo menos dos amigos íntimos de Isaac Newton. El propio Ramsay tenía una reverencia absoluta por Newton, al que tenía por una especie de sumo «iniciado» místico, un hombre que había redescubierto y reconstruido las verdades eternas que se ocultaban en los misterios antiguos.
Ramsay tenía otros vínculos con Newton. Estaba relacionado con Jean Desaguliers, uno de los amigos más íntimos de Newton. En 1707 estudió matemáticas con un tal Nicolás Fatio de Duillier, el más íntimo de todos los compañeros de Newton. Al igual que éste, mostró cierta simpatía por los camisardos, secta de herejes parecidos a los cátaros que en aquel tiempo padecían persecución en el sur de Francia, y especie de cause célebre para Fatio de Duillier.
En 1710 Ramsay se encontraba en Cambrai e intimaba con el filósofo místico Fénelon, ex cura de Saint Sulpice, lugar que, incluso entonces, era bastión de una ortodoxia más bien discutible. No se sabe con precisión en qué momento conoció Ramsay a Charles Radclyffe, pero en el decenio de 1720 ya se había afiliado decididamente a la causa jacobita. Durante un tiempo fue incluso preceptor del príncipe Carlos.
A pesar de sus relaciones jacobitas, Ramsay regresó a Inglaterra en 1729 y —pese a su aparente falta de calificaciones apropiadas— no tardó en ser admitido en la Royal Society. También ingresó en una institución más oscura llamada el Club of Spalding, es decir, el Club de caballeros de Spalding. A este club pertenecían hombres como Desaguliers, Alexander Pope y, hasta su muerte en 1727, Isaac Newton.
En 1730 Ramsay ya había vuelto a Francia y se mostraba cada vez más activo por cuenta de la francmasonería. Se sabe con seguridad que asistió a reuniones de la logia con cierto número de figuras destacadas, entre ellas Desaguliers. Y fue objeto del mecenazgo especial de la familia Tour d’Auvergne, los vizcondes de Turenne y los duques de Bouillon, quienes, tres cuartos de siglo antes, habían estado emparentados con Federico del Palatinado. En tiempos de Ramsay el duque de Bouillon era primo del príncipe Carlos, el «Joven Pretendiente», así como una de las figuras más prominentes de la francmasonería. El duque concedió a Ramsay una finca y una casa en la ciudad y, además, le nombró preceptor de su hijo.
En 1737 Ramsay pronunció su famosa «Oración», larga disquisición sobre la historia de la francmasonería que posteriormente se convirtió en documento germinal de ésta.[14] Gracias a dicha «Oración», Ramsay se vio convertido en el principal portavoz masónico de la época. Sin embargo, nuestras investigaciones nos convencieron de que la verdadera voz detrás de Ramsay era la de Charles Radclyffe, que presidía la logia en la que Ramsay pronunció su discurso y que aparecería de nuevo, en 1743, como principal signatario en el entierro de Ramsay. Pero si Radclyffe era el poder que había detrás de Ramsay, diríase que era Ramsay quien constituía el eslabón entre Radclyffe y Newton.
A pesar de la muerte prematura de Radclyffe en 1746, las semillas que había plantado en Europa continuaron dando fruto. A principios del decenio de 1750 apareció un nuevo embajador de la francmasonería, un alemán llamado Karl Gottlieb von Hund. Éste afirmaba haber sido iniciado en 1742: un año antes de la muerte de Ramsay y cuatro antes de la de Radclyffe. Al ser iniciado, según él, había sido introducido en un sistema nuevo de francmasonería, el cual le había sido confiado por superiores desconocidos.[15] Hund afirmaba que estos «superiores desconocidos» estaban relacionados de forma muy estrecha con la causa jacobita. A decir verdad, al principio creía incluso que el hombre que había presidido su iniciación era el príncipe Carlos. Y, aunque se le demostró que no era así, Hund siguió convencido de que dicho personaje no identificado era alguien íntimamente relacionado con el Joven Pretendiente. Parece razonable suponer que el hombre que presidió la iniciación fue Charles Radclyffe.
El sistema de la francmasonería en el que se inició a Hund era una nueva extensión del «rito escocés» y más adelante se denominaría «de estricta observancia». El nombre procedía del juramento que se exigía, un juramento de obediencia inamovible y sumisa a los «superiores desconocidos». Y el principio básico de la «estricta observancia» era que descendía directamente de los caballeros templarios, algunos de los cuales, según se suponía, habían sobrevivido a la purga de 1307-1314 y perpetuado su orden en Escocia.
Con esta pretensión ya estábamos familiarizados. Nuestras propias investigaciones nos permitían darle cierto crédito. Al parecer, un contingente de templarios había combatido en el bando de Robert Bruce en la batalla de Bannockburn. Como la bula pontificia disolviendo los templarios nunca se había promulgado en Escocia, la orden jamás fue suprimida oficialmente en dicho país. Y nosotros mismos habíamos localizado lo que parecía ser un cementerio templario en Argyllshire. La más antigua de las lápidas que había en dicho cementerio databa del siglo XIII; las posteriores, del XVIII. Las lápidas más antiguas estaban talladas de cierta forma singular y mostraban símbolos idénticos a los que se encontraban en preceptorías templarías conocidas de Inglaterra y Francia. En las lápidas más recientes estos símbolos se combinaban con motivos específicamente masónicos, lo cual era testimonio de cierta clase de fusión. Así pues, sacamos la conclusión de que no era imposible que la orden realmente se hubiera perpetuado en los parajes impenetrables del Argyllshire medieval, donde llevaría una existencia clandestina, secularizándose gradualmente y asociándose tanto a los gremios masónicos como al sistema de clanes.
Por tanto, la genealogía que Hund reivindicaba para la «estricta observancia» no nos parecía del todo improbable. Sin embargo, por desgracia para él, no consiguió ampliar más su nuevo sistema de francmasonería. A causa de ello, sus contemporáneos le tacharon de charlatán y le acusaron de haber inventado la historia de su iniciación, su encuentro con superiores desconocidos, su mandato de diseminar la «estricta observancia». Ante estas acusaciones, lo único que podía responder Hund era que sus «superiores desconocidos» inexplicablemente le habían abandonado. Le habían prometido que volverían a ponerse en contacto con él para darle nuevas instrucciones, pero nunca lo habían hecho. Hasta el final de sus días afirmó su integridad, aduciendo que había sido abandonado por sus patrocinadores iniciales, los cuales, insistía él, habían existido de verdad.
Cuanto más estudiábamos las afirmaciones de Hund, más plausibles se nos antojaban y más nos parecía él una víctima infortunada, no tanto de una traición premeditada como de circunstancias que escapaban al control de todo el mundo. Porque, de acuerdo con su propia crónica, Hund había sido iniciado en 1742, año en que los jacobitas eran aún una fuerza política poderosa en los asuntos continentales. En 1746, no obstante, Radclyffe había muerto. También habían muerto muchos de sus colegas, mientras que otros estaban en la cárcel o en el exilio, en algunos casos en lugares tan remotos como la América del Norte. Si los «superiores desconocidos» de Hund no volvieron a establecer contacto con su protegido, no parece que la omisión fuera voluntaria. El hecho de que Hund fuese abandonado inmediatamente después del derrumbamiento de la causa jacobita parece, si es que parece algo, confirmar la historia que él contaba.
Hay otro fragmento de información que da credibilidad, no sólo a las pretensiones de Hund, sino también a los documentos Prieuré. Esta información es una lista de grandes maestres de los caballeros templarios que Hund, según él mismo insistía, había obtenido de sus superiores desconocidos.[16] Basándonos en nuestras propias investigaciones, habíamos sacado la conclusión de que la lista de grandes maestres templarios que aparecía en los Dossiers Secrets era correcta, tan correcta, de hecho, que parecía ser fruto de «información confidencial». Con la excepción del modo en que estaba escrito un solo apellido, la lista que presentó Hund concordaba con la de los Dossiers Secrets. En pocas palabras, de un modo u otro Hund había obtenido una lista de los grandes maestres templarios que era más exacta que cualquiera de las que se conocían entonces. Además, la obtuvo cuando muchos de los documentos de los cuales dependíamos nosotros —cartas, escrituras, proclamaciones— estaban aún secuestrados en el Vaticano y, por ende, eran imposibles de obtener. Esto parecía confirmar la veracidad de la historia que contaba Hund sobre unos «superiores desconocidos». También parecía indicar que dichos «superiores desconocidos» estaban enteradísimos de lo referente a la orden del Temple, más enterados de lo que hubiesen podido estar sin tener acceso a «fuentes privilegiadas».
En todo caso, a pesar de las acusaciones formuladas contra él, Hund no se quedó completamente sin amigos. Después del derrumbamiento de la causa jacobita, encontró un protector comprensivo y compañero íntimo nada menos que en la persona del Sacro Emperador Romano. A la sazón éste era François, duque de Lorena, quien, con su matrimonio con María Teresa de Austria en 1735, había enlazado las casas de los Habsburgo y de Lorena e inaugurado la dinastía Habsburgo-Lorena. Y, según los «documentos Prieuré», era el hermano de François, Charles de Lorena, quien sucedió a Radclyffe en calidad de Gran maestre de Sion.
François fue el primer príncipe europeo que se hizo masón y que anunció públicamente su afiliación masónica. Fue iniciado en 1731, en La Haya, que era un bastión de actividades esotéricas desde que círculos «rosacruces» se habían instalado allí durante la guerra de los Treinta Años. Y el hombre que presidió la iniciación de François fue Jean Desagilliers, colaborador íntimo de Newton, Ramsay y Radclyffe. Asimismo, poco después de su iniciación François partió para Inglaterra, donde permaneció mucho tiempo. En Inglaterra ingresó en aquella institución de nombre inocuo que era el «Gentleman’s Club of Spaulding».
Durante los años subsiguientes François de Lorena fue probablemente más responsable que cualquier otro potentado europeo de la propagación de la francmasonería. Su corte de Viena se convirtió, en cierto sentido, en la capital masónica de Europa y en centro de un espectro amplio de otras inquietudes esotéricas. El propio François practicaba la alquimia y tenía un laboratorio en el palacio imperial, el Hofburg. Al morir el último de los Medici, pasó a ser gran duque de Toscana y con mucha destreza impidió que la Inquisición siguiera hostigando a los francmasones en Florencia. A través de François, Charles Radclyffe, que había fundado la primera logia masónica en el continente, dejó un legado duradero.