La carta secreta del papa

En 1738 el papa Clemente XII promulgó una bula pontificia condenando y excomulgando a todos los francmasones, a los que declaró «enemigos de la Iglesia romana». Nunca ha estado muy claro por qué fueron considerados de este modo, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de ellos, al igual que los jacobitas de la época, eran ostensiblemente católicos. Quizás el papa era consciente de la relación que nosotros habíamos descubierto entre la francmasonería de los primeros tiempos y los «rosacruces» antirromanos del siglo XVII. En todo caso, puede que sobre la cuestión arroje algo de luz una carta que fue publicada por primera vez en 1962. Esta carta la había escrito el papa Clemente XII e iba dirigida a un corresponsal desconocido. En su texto el papa declara que el pensamiento masónico reposa en una herejía que nosotros habíamos encontrado repetidas veces: la negación de la divinidad de Jesús. Y, además, afirma que los espíritus guías, las «mentes directoras» que hay detrás de la francmasonería son las mismas que las que provocaron la reforma luterana.[25] Es muy posible que el papa fuera paranoico; pero es importante señalar que no está hablando de nebulosas corrientes del pensamiento ni de tradiciones vagas. Por el contrario, está hablando de un grupo de individuos muy organizado —secta, orden, sociedad secreta— que a lo largo de los siglos se ha dedicado a subvertir el edificio del cristianismo católico.