El juego de palabras

De esta forma pudimos identificar el aspecto experiencial del Grial y relacionarlo de manera precisa con el cabalismo. Esto impartió otro elemento judaico en apariencia incongruente al carácter supuestamente cristiano del Grial. Pero, fueren cuales fuesen los aspectos experienciales del Grial, había también aspectos de otra índole, unos aspectos que no podíamos pasar por alto y que tenían una importancia primordial para nuestra historia. Estos aspectos eran históricos y genealógicos.

Una y otra vez los romances sobre el Grial nos habían presentado una pauta de índole claramente mundanal y no mística. Una y otra vez había un caballero inexperto que, en virtud de ciertas pruebas que demostraban que era «digno», era iniciado en algún secreto monumental. Una y otra vez este secreto era guardado celosamente por una orden de algún tipo, aparentemente caballeresca en su composición. Una y otra vez el secreto tenía alguna relación con una familia específica. Una y otra vez el protagonista —al casarse con una mujer de dicha familia o por su propio linaje (o bien por ambas cosas)— llegaba a ser señor del Grial y de todo lo relacionado con él. A este nivel, cuando menos, teníamos la impresión de que nos estábamos ocupando de algo que poseía un carácter histórico concreto. Una persona puede convertirse en señor de un castillo o de un grupo de gente. Una persona puede pasar a ser el heredero de ciertas tierras o incluso de cierto patrimonio. Pero una persona no puede convertirse en señor o heredero de una experiencia.

Nos preguntamos si venía al caso el hecho de que los romances sobre el Grial, al someterlos a un examen atento, se apoyaran de modo tan crucial en cuestiones de linaje y genealogía, de patrimonio y herencia. ¿Era importante que el linaje y la genealogía en cuestión coincidieran en ciertos puntos clave con los linajes y las genealogías que habían figurado de forma tan prominente en nuestra investigación: la casa de Anjou, por ejemplo. Guillen de Gellone y Godofredo de Bouillon? ¿Era posible que el misterio de Rennes-le-Château y la Prieuré de Sion tuvieran alguna relación, que aún era oscura, con el misterioso objeto llamado «el Santo Grial»? Incluso nos preguntamos si nosotros, de hecho, habríamos seguido los pasos de Parzival en una versión moderna de la búsqueda del Grial.

Los datos que teníamos sugerían que esta posibilidad era muy real. Y, a decir verdad, había otra prueba crucial que inclinaba la balanza hacia tal conclusión, de un modo decisivo. En muchos de los manuscritos más antiguos sobre el Grial, a éste se le llama el «Sangraal»; e incluso en la versión posterior de Malory se le denomina el «Sangreal». Es probable que una de estas formas —«Sangraal» o «Sangreal»— fuera, de hecho, la original. También es probable que una palabra fuera más adelante rota por el lugar indebido. Dicho de otro modo, puede que en un principio no existiera el propósito de que la palabra «Sangraal» o «Sangreal» se dividiera en «San Graal» o «San Greal», sino en «Sang Raal» o «Sang Real». O, para utilizar la grafía moderna, «Sang Royal», es decir, sangre real.

En sí mismo este juego de palabras podía ser provocativo, pero difícilmente concluyente. Tomado conjuntamente con el énfasis que se daba a la genealogía y el linaje, sin embargo, no queda mucho espacio para la duda. Y, para el caso, las asociaciones tradicionales —la copa que recogió la sangre de Jesús, por ejemplo— diríase que refuerzan esta suposición. Estaba claro que el Grial pertenecía de algún modo a la sangre y a una estirpe.