Debussy y la Rose-Croix

Las tendencias que encontraron expresión en Nodier —la fascinación por las sociedades secretas y un interés renovado por lo esotérico— continuaron adquiriendo influencia y partidarios durante todo el siglo XIX. Ambas tendencias alcanzaron su punto culminante en el París de finales de siglo: el París de Claude Debussy, supuesto Gran maestre de Sion en 1891, año en el que Bérenger Sauniére descubrió los pergaminos misteriosos en Rennes-le-Château.

Al parecer, Debussy conoció a Víctor Hugo por mediación del poeta simbolista Paul Verlaine. Posteriormente, puso música a varias obras de Hugo. También ingresó en los círculos simbolistas que, en el último decenio del siglo, dominaban ya la vida cultural parisiense. Estos círculos eran a veces ilustres, a veces raros y a veces ambas cosas a un tiempo. Formaban parte de ellos el joven clérigo Emile Hoffet y Emma Calvé, a través de los cuales Debussy conoció a Sauniére. Estaba también el mago enigmático de la poesía simbolista francesa, Stéphane Mallarmé, una de cuyas obras maestras, L’Aprés-Midi d’un Faune, fue musicada por Debussy. Estaba el dramaturgo simbolista Maurice Maeterlinck, cuyo drama merovingio Pelléas et Mélisande fue utilizado por Debussy para componer una ópera de fama mundial. Estaba el rimbombante conde Philippe Auguste Villiers de l’Isle-Adam, cuya obra rosacruz Axel se convirtió en la biblia de todo el movimiento simbolista. Aunque su muerte en 1918 le impidió completarlo, Debussy empezó a componer un libreto para el drama ocultista de Villiers, con la intención de convertirlo también en una ópera. Entre sus otros asociados estaban también las lumbreras que asistían a las famosas veladas que Mallarmé organizaba los martes por la noche: Oscar Wilde, W. B. Yeats, Stefan George, Paul Valéry, el joven André Gide y Marcel Proust.

Los círculos de Debussy y Mallarmé estaban empapados de esoterismo. Al mismo tiempo, coincidían con círculos que eran aún más esotéricos. Así, Debussy tuvo trato con virtualmente todos los nombres prominentes del llamado «renacimiento ocultista» francés. Uno de ellos era el marqués Stanislas de Guaita, íntimo de Emma Calvé y fundador de la llamada Orden Cabalística de la Rose-Croix. Otro era Jules Bois, notorio satanista e íntimo también de Emma Calvé, además de amigo de MacGregor Mathers. Alentado por Jules Bois, Mathers fundó la más famosa de las sociedades ocultistas británicas del período: la Orden del Amanecer Dorado.

Otro ocultista al que conocía Debussy era el doctor Gérard Encausse, más conocido por Papus,[25] nombre bajo el que publicó lo que sigue considerándose como una de las obras definitivas sobre el Tarot. Papus no sólo era miembro de numerosas órdenes y sociedades esotéricas, sino también confidente del zar y la zarina, Nicolás y Alejandra de Rusia. Y entre los colaboradores más íntimos de Papus había un nombre que ya había figurado en nuestra investigación: el de Jules Doinel. En 1890 Doinel había pasado a ocupar el puesto de bibliotecario en Carcasona y había fundado una iglesia neocátara en el Languedoc, iglesia en la que él y Papus ejercían de obispos. De hecho, Doinel se proclamaba a sí mismo obispo gnóstico de Mirepoix, que incluía las parroquias de Montségur y de Alet, la cual incluía a su vez la parroquia de Rennes-le-Château.

La iglesia de Doinel fue supuestamente consagrada por un obispo oriental en París, en casa —detalle interesante— de lady Caithness, esposa del conde de Caithness, lord James Sinclair. Vista en retrospectiva, parece ser que esta iglesia fue simplemente una secta o culto inofensivo, como tantas otras de fin de siglo. En aquel tiempo, sin embargo, causó mucha alarma en los círculos oficiales. Se preparó un informe especial para el Santo Oficio del Vaticano sobre el renacimiento de tendencias cátaras». Y el papa condenó pública y explícitamente la institución de Doinel, a la que denunció como una nueva manifestación de la antigua herejía albigense.

A pesar de la condenación del Vaticano, hacia mediados de 1890 Doinel se mostraba activo en el territorio natal de Sauniére, precisamente en el mismo momento en que el cura de Rennes-le-Château comenzaba a hacer ostentación de su riqueza. Es muy posible que los dos hombres fueran presentados por Debussy. O por Emma Calvé. O por el abate Henri Boudet, cura de Rennes-les-Bains, el mejor amigo de Sauniére y colega de Doinel en la Sociedad de Artes y Ciencia de Carcasona.

Uno de los contactos ocultistas más íntimos de Debussy era Joséphin Péladan, otro amigo de Papus y, como era de prever, también de Emma Calvé. En 1889 Péladan hizo una visita a Tierra Santa. A su vuelta afirmó haber descubierto la tumba de Jesús, no en el sitio tradicional, es decir, en el Santo Sepulcro, sino debajo de la mezquita de Ornar, que otrora formase parte del enclave de los templarios. Tal como dijo un admirador entusiasmado, el presunto descubrimiento de Péladan era «tan asombroso que en cualquier otra era hubiese sacudido el mundo católico hasta sus cimientos.[26] Sin embargo, ni Péladan ni sus colaboradores dijeron cómo habían podido identificar y verificar de modo tan definitivo la tumba de Jesús; tampoco dijeron por qué el descubrimiento debía necesariamente sacudir el mundo católico, a no ser, por supuesto, que contuviese algo significativo, controvertible, quizás incluso explosivo. En todo caso, Péladan no dio explicaciones sobre su supuesto descubrimiento. Pero, pese a ser católico y hacer profesión de ello, insistió en la mortalidad de Jesús.

En 1890 Péladan fundó una nueva orden: la Orden de la Rose-Croix Católica, del Temple y del Grial. Y esta orden, a diferencia de las demás instituciones de la Rose-Croix en el período, de un modo u otro se libró de la condenación pontificia. Mientras tanto Péladan fue interesándose cada vez más por las artes. Declaró que el artista tenía que ser «un caballero con armadura, ansiosamente dedicado a la búsqueda simbólica del Santo Grial». Y Péladan, fiel a este principio, se embarcó en una cruzada estética en toda la regla. La cual tomó la forma de una serie de exposiciones anuales a las que se dio mucha publicidad y que llevaban por nombre el Salón de la Rose - Croix. El propósito declarado de las mismas era «arruinar el realismo, reformar el gusto latino y crear una escuela de arte idealista». A tal efecto, ciertos temas fueron rechazados de modo autocrático y sumario porque se les consideraba indignos, «por bien ejecutados que estuvieran, aunque fuesen perfectos». La lista de temas rechazados incluía las pinturas históricas «prosaicas», las pinturas patrióticas y militares, las representaciones de la vida contemporánea, los retratos, las escenas rústicas y «todos los paisajes excepto los compuestos a la manera de Poussin».[27]

Y Péladan no se limitó a la pintura. Por el contrario, también intentó promulgar su estética en la música y en el teatro. Formó su propia compañía teatral, que interpretaba obras escritas exprofesamente sobre temas como Orfeo, los Argonautas, y la Búsqueda del Vellocino de Oro, el Misterio de la Rose-Croix y el Misterio del Grial. Uno de los promotores y espectadores asiduos de estas producciones era Claude Debussy.

Entre las demás relaciones de Péladan y Debussy estaba Maurice Barres, quien, siendo joven, había estado relacionado con un círculo «rosacruz» con Victor Hugo. En 1912 Barres publicó su novela más famosa: La colline inspirée («La colina inspirada»). Ciertos comentaristas modernos han sugerido que, de hecho, esta obra es una alegoría apenas disimulada de Bérenger Sauniére y Rennes-le-Château. Ciertamente, hay paralelos que parecen demasiado notables para ser fruto de la coincidencia. Pero Barres no sitúa su narración en Rennes-le-Château, ni en ningún otro lugar del Languedoc. Al contrario, la «colina inspirada» del título es una montaña coronada por un pueblo en Lorena. Y el pueblo es el antiguo centro de peregrinaciones de Sion.