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El comisario Brower y el detective Haggerty estaban a punto de acabar la jornada cuando los llamó Earl Bateman.

—Todos me odian —dijo—. Les gusta burlarse del negocio de la familia Bateman y de mí por mis conferencias, pero la verdad es que están celosos porque somos ricos. ¡Somos ricos desde hace generaciones, desde mucho antes que Squire Moore hubiera visto su primer dólar robado!

—¿Por qué no va al grano, profesor? —Repuso Brower—. ¿Qué quiere?

—Quiero que se reúnan conmigo en el solar donde tenía planeado organizar la exposición al aire libre. Creo que mi primo Liam y Maggie Holloway me han gastado lo que ellos consideran una broma. Apostaría a que se han llevado el ataúd y lo han metido en una de las tumbas abiertas de la exposición. Quiero que estén ustedes presentes cuando lo encuentre. Ahora mismo salgo para allá.

El comisario cogió una pluma.

—¿Dónde queda exactamente ese lugar, profesor? —Después de colgar, le dijo a Haggerty—: Creo que tiene una crisis nerviosa, pero quizá estemos a punto de encontrar el cuerpo de Maggie Holloway.