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El doctor Lane, Neil y su padre concluyeron la visita de Latham Manor en la entrada del comedor. Neil escuchó los murmullos de la conversación y vio las caras animadas de los ancianos bien vestidos y el ambiente general de aquel bello salón. Unos camareros de guantes blancos servían la comida. El aroma a pan recién horneado abría el apetito.

Lane cogió un menú y se lo pasó a Neil.

—Los platos principales son lenguado con espárragos blancos o ensalada de pollo —explicó—. De postre hay helado de yogur o sorbete con galletas caseras. —Sonrió—. Añadiría que es un menú típico. El chef no sólo es cordon bleu, sino también especialista en dietética.

—Impresionante —dijo Neil mientras meneaba la cabeza aprobadoramente.

—Neil, tenemos que empezar la partida de golf dentro de treinta minutos —le recordó Robert Stephens a su hijo—. Creo que ya hemos visto bastante.

—Una cosa más —dijo el doctor Lane amablemente—. Sin ánimo de presionarlo, si piensa recomendar la suite libre a sus clientes, debo decirle que no durará mucho. A los matrimonios les gustan especialmente los apartamentos grandes.

—El lunes, cuando vuelva a Nueva York, hablaré con ellos —dijo Neil—. Este lugar es impresionante. Sin duda les enviaré el folleto y les diré que vengan ellos mismos a visitarlo.

—Perfecto —dijo el doctor Lane sinceramente, mientras Robert Stephens señalaba el reloj y echaba a andar por el corredor hacia la puerta principal, con el doctor Lane y Neil detrás—. Nos gusta tener matrimonios —continuó el médico—. Hay muchas viudas, pero eso no significa que no aprecien la compañía masculina. De hecho, hasta hemos tenido algunos romances.

Robert Stephens aflojó el paso y se puso a la par de ellos.

—Neil, quizá deberías rellenar una solicitud si no sientas la cabeza pronto. Puede que este lugar sea tu mejor oportunidad.

Neil sonrió.

—Lo único que le pido es que no permita que mi padre se traslade aquí —le dijo al médico.

—No te preocupes por mí. Este lugar es demasiado caro para gente como yo —declaró Robert Stephens—. Pero eso me recuerda algo, doctor. ¿No ha recibido una solicitud de Cora Gebhart?

El doctor Lane frunció el entrecejo.

—El nombre me suena. Ah, sí, está «en carpeta», como lo llamamos aquí. Es decir, visitó el lugar hace un año, rellenó la solicitud, pero no quiso darle trámite. Tenemos la costumbre de llamar a los postulantes una o dos veces por año para ver si han tomado la decisión. La última vez que hablé con ella tuve la impresión de que estaba considerando en serio trasladarse aquí.

—Sí, así es —dijo Robert—. Bueno, Neil, tenemos que irnos.

*****

Neil trató de llamar a Maggie una vez más desde el coche, pero sin éxito.

Aunque era un día bonito y jugó muy bien, para él fue una tarde imposiblemente larga. No podía quitarse de encima la incómoda sensación de que algo iba mal.