A las nueve y cuarto, Neil Stephens detuvo el coche delante del buzón con el nombre MOORE. Bajó del vehículo, caminó por el sendero hasta el porche y pulsó el timbre. No hubo respuesta. Se acercó a la ventana sintiéndose un voyeur. La cortina estaba un poco descorrida y vio lo que parecia una sala.
Sin saber lo que buscaba, más que algún rastro tangible de la presencia de Maggie Holloway, fue hasta el fondo de la casa y miró por la ventana de la cocina. Sobre el fogón había una cafetera, y junto al fregadero una taza y un vaso vuelto, lo que indicaba que alguien los había lavado y puesto a secar. ¿Hacía días o minutos que estaban allí?
Al fin decidió que no tenía nada que perder si llamaba al timbre de los vecinos y preguntaba por Maggie. No obtuvo respuesta en las primeras dos casas a las que llamó. En la tercera lo atendió una agradable pareja de más de sesenta años. Mientras les explicaba sucintamente lo que quería, se dio cuenta de que había tenido suerte.
El matrimonio, que se presentó como Irma y John Woods, le contó lo de la muerte y el funeral de Nuala Moore, y le dijo que Maggie estaba en la casa.
—Teníamos que visitar a nuestra hija el sábado pasado, pero no nos fuimos hasta después del funeral —explicó la señora Woods—. Volvimos anoche. Sé que Maggie está en la casa. Todavía no he hablado con ella, pero la he visto dar un paseo esta mañana.
—Sí, y yo la he visto salir en coche hace unos quince minutos —añadió John Woods.
Lo invitaron a tomar un café y le hablaron de la noche del asesinato.
—Maggie es una chica encantadora —suspiró Irma Woods—. Sé que está destrozada por la pérdida de Nuala, pero no es de las que lo expresan. Toda la tristeza está en sus ojos.
Maggie, ojalá hubiera estado aquí para ayudarte, pensó Neil. Los Woods no sabían adónde había ido ni cuánto tardaría en volver. Le dejaré una nota para que me llame, pensó Neil. Es lo único que puedo hacer. Pero entonces tuvo una súbita inspiración.
Al cabo de unos cinco minutos, cuando se marchaba, había dejado una nota para Maggie en la puerta y tenía su número de teléfono en el bolsillo.