Syd acompañó a una Cheryl extrañamente silenciosa hasta su bungalow. Sabía que aquella cena había sido una dura prueba para ella. Nunca había olvidado el hecho de perder a Ted Winters por culpa de Leila. Ahora debía de sentirse muy mal al saber que aun sin Leila, Ted no le respondía. En cierta forma, la ganadora de la lotería había sido una buena diversión para Cheryl. Alvirah Meehan sabía todo acerca de las series y le dijo que era perfecta para el papel de Amanda.
—Uno sabe cuándo una actriz no pega en el papel —le había dicho Alvirah—. Leí Till Tomorrow en edición de bolsillo y dije: «Willy, eso podría ser una gran serie de televisión y sólo hay una persona en el mundo que podría hacer el papel de Amanda, y ésa es Cheryl Manning».
Claro que, lamentablemente, también le dijo que Leila era su actriz favorita.
Caminaban por el terreno más alto de la propiedad, hacia el bungalow de Cheryl. Los senderos estaban iluminados con faroles japoneses colocados a ras del suelo, que arrojaban sombras sobre los cipreses. La noche estaba estrellada, pero el tiempo cambiaría y en el aire ya se sentía el toque de humedad que precedía la típica niebla de la península de Monterrey. Contrariamente a la gente que consideraba Pebble Beach el lugar más cercano al Paraíso, Syd siempre se había sentido incómodo entre los cipreses, con esas formas tan retorcidas. Era natural que un poeta los hubiese comparado con fantasmas.
Con indiferencia, tomó a Cheryl del brazo cuando estuvieron cerca de su bungalow. Aún aguardaba que ella comenzara la conversación, pero permaneció en silencio. Syd se consoló con la idea de que ya había soportado suficientes humores por ese día, pero cuando iba a saludarla, ella lo detuvo.
—Entra.
Él la siguió, protestando en silencio. Ella aún no estaba preparada para dejarlo ir.
—¿Dónde está la vodka? —preguntó Syd.
—En mi joyero. Es el único sitio donde estas malditas criadas no buscan para ver si encuentran alcohol. —Le arrojó la llave y se sentó en el sofá de seda rayada. Syd preparó dos vodkas con hielo, le entregó un vaso a Cheryl, se sentó frente a ella y tomó un sorbo—. ¿Qué opinas de esta noche?
—No estoy seguro de entenderte.
Ella lo miró irritada.
—Por supuesto que sí. Cuando Ted baja la guardia, parece atrapado. Es obvio que Craig está muy preocupado. Min y el barón me hacen pensar en un par de malabaristas sobre una cuerda floja. Ese abogado no apartó ni un solo momento la mirada de Elizabeth, y ella estuvo espiando nuestra mesa toda la noche. Siempre pensé que sentía algo por Ted. Y en cuanto a la ganadora de la lotería, si Min la sienta junto a mí mañana por la noche, la mato.
—Por supuesto que no. Escucha Cheryl, puedes conseguir el papel. Excelente. Sin embargo, siempre existe la posibilidad de que las series desaparezcan por falta de dinero. Una posibilidad remota, pero posibilidad al fin. Si eso sucede, necesitarás un papel en una película. Hay muchas películas por ahí, pero necesitan financiación. Esa dama tendrá muchos dólares para invertir. Así que continúa sonriéndole.
Cheryl entrecerró los ojos.
—Ted podría financiar una de mis películas. Sé que lo haría. Me dijo que no fue justo que me pusieran en la obra el año pasado.
—Entiende bien esto: Craig es mucho más cauteloso que Ted. Si Ted va a prisión, será él quien dirija el negocio. Y otra cosa: Estás loca si crees que Elizabeth desea a Ted. ¿Si así fuera, por qué diablos querría ponerle la soga al cuello? Lo único que tiene que hacer es decir que se confundió y lo bueno que Ted era con Leila y punto. Caso cerrado.
Cheryl terminó su bebida y extendió luego la copa vacía. Sin decir nada, Syd se puso de pie, volvió a llenársela y agregó una buena medida de vodka a su copa.
—Los hombres son muy tontos como para darse cuenta —dijo Cheryl mientras Syd le entregaba la copa—. Recuerda el tipo de muchacha que era Elizabeth: educada, pero si le hacías una pregunta directa, obtenías una respuesta directa. Y nunca se disculpa. No sabe mentir. Nunca ha mentido por sí misma y, lamentablemente, no lo hará por Ted. Pero antes de que esto termine removerá cielo y tierra para tratar de encontrar alguna prueba positiva de lo que sucedió aquella noche. Eso la hace muy peligrosa.
»Algo más, Syd. ¿Oíste que la loca esa de Alvirah Mechan dijo haber leído en una revista que el apartamento de Leila LaSalle era como un hotel? ¿Que Leila repartía llaves a todos sus amigos por si deseaban quedarse?
Cheryl se puso de pie, se acercó a Syd, se sentó junto a él y le puso las manos en las rodillas.
—Tú tenías una llave del apartamento, ¿no es así, Syd?
—Y también tú.
—Lo sé. Leila se encaprichó en protegerme, sabiendo que no podía pagar un apartamento en ese edificio y mucho menos un dúplex. Pero cuando ella murió, el camarero del «Jockey Club» puede atestiguar que estaba allí, tomando una copa. La persona que esperaba para cenar se había retrasado. Y tú eras esa persona, Syd. ¿Cuánto pusiste para esa maldita película?
Syd sintió que se le endurecían los nudillos y deseó que Cheryl no se percatara de la repentina rigidez de su cuerpo.
—¿Adónde quieres llegar?
—La tarde en que Leila murió, me dijiste que irías a verla para rogarle que reconsiderara su decisión. Por lo menos tenías invertido un millón en esa obra. ¿Tu millón o era dinero prestado, Syd? Me arrojaste a esa basura para que la reemplazara, al igual que se envía un carnero al matadero. ¿Por qué? Porque quisiste arriesgar mi carrera por la remota posibilidad de que la obra pudiera tener éxito. Y mi memoria ha mejorado mucho. Tú siempre eres puntual, Syd. Esa noche, llegaste quince minutos tarde. Llegaste al «Jockey Club» a las nueve y cuarenta y cinco. Estabas pálido como una hoja y te temblaban las manos. Derramaste la bebida sobre el mantel. Leila murió a las nueve y treinta y uno. Su apartamento está a diez minutos del «Jockey Club».
Cheryl se cogió el rostro con ambas manos.
—Syd, quiero dos cosas. Primero ese papel. Haz que lo consiga. Si lo hago, te prometo que, ebria o sobria, jamás recordaré que esa noche llegaste tarde, que estabas nervioso, que tenías la llave del apartamento de Leila y que ella te había dejado prácticamente en la bancarrota. Ahora, sal de aquí. Necesito dormir para estar bella.