CAPÍTULO DECIMOSÉPTIMO,

pese a que en la guerra, como es justo, se prefiere antes al noble que al plebeyo, también los de bajo estamento pueden alcanzar altos honores

Esto enojó tanto a un sargento mayor que empezó a renegar de su suerte, y cierto hidalguillo, mirándole por encima del hombro, le espetó este discurso:

—¿No sabes que siempre y en todas partes se han dado los cargos militares a los nobles, que son más capaces de ejercerlos? Las canas no vencen enemigos; si así fuera bastaría un rebaño de cabrones. No en vano se dice:

Un toro joven conduce,

experto, el rebaño,

y sabe guardar el orden

aunque le falten los años.

El pastor también confía

en él, sin contar la edad,

suele ser mala costumbre

desconfiar por mocedad.

»¿No son mejor respetados por la soldadesca los oficiales de noble procedencia que los que han sido vulgares sirvientes? ¿Qué queda de la disciplina si no existe el respeto? Un general ¿no confiará más en un noble que en un mozuelo campesino, huido seguramente de su casa? Un noble preferiría morir a deshonrar su estirpe por deslealtad o deserción. En todo va antes la nobleza, pues leges honorii digestes de honoribus. Juan de Platea recomienda explícitamente que se dé preferencia a la nobleza cuando se repartan cargos, siempre antes que a los plebeyos. Es la costumbre en todos los derechos y lo confirman también las sagradas escrituras, pues beata terra, cuius rex nobilis est. Y aunque alguno de vosotros sea un buen soldado, que pueda oler la pólvora y en toda circunstancia sepa dar buenos golpes, los de vuestra clase carecéis de las dotes necesarias para mandar a otros; este don pertenece por nacimiento y por educación a la nobleza.

Dice Séneca: Flabet doc proprium generosus animus, quod concitatur ad honesta, et neminem excelsi ingenü virum humilia delectant et sordida: Y el poeta Fausto expresa lo mismo en este dístico:

Si te rusticitas vilem genuisset agrestis,

Nobilitas animi non foret ista tui.

»Además, la nobleza dispone de medios para ayudar a sus subordinados con dinero y completar las compañías deshechas. No sería tampoco conveniente poner al campesino por encima del noble. El refrán lo dice: “La espada que más corta y que más hiere es la del campesino que en señor se convierte”. En el caso de que los campesinos hubieran dispuesto, por loable y arraigada costumbre, de cargos militares, a ciencia cierta que tampoco permitirían a los nobles acceder a ellos. Y pese a que no es extraño promover a los soldados de fortuna, pues así os llaman, cuando al fin habéis probado ser dignos de mejora y mayor consideración, entonces sois ya demasiado viejos para recibir altos cargos. Apagado el ardor de la juventud, vuestro cuerpo enclenque está anheloso de comodidad y no sirve para el ejercicio de guerrero. Ya se sabe que perro joven es mejor cazador que león viejo».

A lo que contestó el sargento mayor:

—¿Quién sería entonces tan idiota que pusiera todo su denuedo en jugarse la vida sin tener posibilidades de ascender? ¡Que el diablo se lleve una campaña semejante, en la que igual vale la valentía que el arte conejil de hacer la guerra! A nuestro antiguo coronel le he oído afirmar que en su regimiento solo quería gente convencida de poder alcanzar por su propio esfuerzo el rango de general. El mundo entero debería reconocer que las naciones que promueven a soldados rasos pero íntegros en agradecimiento a su valentía son por lo general las que resultan victoriosas, y ahí está el ejemplo de los persas y los turcos. Es más:

Ilumina la antorcha, mas precisa alimento.

Sin aceite de oliva se consume la llama.

Fielmente servirán tus hombres si recompensas

su valentía: procura que nunca la pierdan.

El hidalgo repuso:

—Cuando un hombre honrado se destaca por su rectitud no ha de ser olvidado. Es fácil encontrar hoy día personajes que, habiendo cambiado el arado o la lezna por la espada, se han conquistado, gracias a su heroísmo, un condado o un marquesado. Por ejemplo, ¿qué era antes Juan de Werd, el de los imperiales? ¿Quién el sueco Stallhans? ¿Quién el Pequeño Jacob de Hessen y S. Andreas? Y hay muchos casos similares que no mencionaré por no extenderme. No es ninguna novedad entonces hoy en día, ni lo será en la posteridad, que la gente humilde pero honrada pueda obtener grandes honores en la guerra. También ocurría en la Antigüedad: Tamerlán se convirtió en un poderoso rey, temido en el mundo entero, pese a haber sido porquero; el rey Agátocles de Sicilia era hijo de un alfarero; Télefas, que era carretero, se coronó rey de Lidia; el padre del emperador Valentiniano fue cordelero; Mauricio Capadocio, un siervo, siguió a Tiberio en el cargo de emperador; Juan Tzimiscés pasó de la escuela al rango imperial; Flavio Vobisco cuenta que el emperador Bonoso era hijo de un maestro de escuela pobre; Hipérbolo, hijo de Quérmides, empezó como farolero y luego llegó a príncipe de Atenas; Justino, quien precedió a Justiniano, también había ejercido antes como porquero; Hugo Capeto, que fue rey de Francia, había sido carnicero; Pizarro también cuidó cerdos, y no fue menos que marqués de las Indias Occidentales, de donde obtuvo oro a raudales.

Replicó el sargento mayor:

—Todo esto es cierto y habla en mi favor, pero no lo es menos que la nobleza nos cierra todos los caminos. Apenas rompen el cascarón, los nobles se sitúan donde nosotros no podemos ni imaginar, por mucho que nos hayamos esforzado más que algunos hidalguillos que son ahora coroneles. Y del mismo modo que se malogran muchos genios entre los campesinos por falta de instrucción, son muchos los soldados que envejecen con su mosquete a cuestas, cuando habrían podido prestar como oficiales de regimiento mejor servicio a sus jefes.