Mi mayor gratitud es para Kristina Ford, por ayudarme y animarme, y desplegar su inteligencia, buena voluntad y paciencia para que yo terminara este libro, y por estar al tanto de todo.
Otros muchos se han mostrado muy generosos conmigo y con esta obra, en especial Dan Halpern, que apostó por un viejo amigo. Estoy sumamente agradecido a mi querida Amanda Urban, que fue mi primera lectora fuera de la editorial y que siempre me ha alentado. También quiero dar las gracias a mi gran amiga Janet Henderson, que me asistió de modo inestimable a la hora de corregir y revisar Canadá en sus primeras y últimas fases. Gracias, asimismo, a Philip Klay, que me ofreció voluntariamente su tiempo para ayudarme en la investigación necesaria para escribir esta novela. Gracias a Ellen Lewis, por instruirme en el Haggadah. Doy las gracias a Scott Sellers y Louise Dennys, editores excepcionales, cuyo entusiasmo ante este libro me ayudó a terminarlo. Agradezco también a Alexandra Pringle, mi amiga durante décadas, y a Jane Friedman su fe en mi empeño. Gracias asimismo a Dale Rohrbaugh, que generosamente dedicó mucho más tiempo del que cabía esperar y una enorme buena voluntad para que yo pudiera acabar este libro. Doy las gracias a mis amigos de la Universidad de Mississippi, que me recibieron en su casa y me ofrecieron una habitación tranquila en la que llevar a término esta obra. Gracias a mi amigo el doctor Jeffrey Karnes, de la Clínica Mayo, por su clara visión del peculiar dilema del escritor. Y gracias también al doctor Will Dabbs, por su animosa ayuda cuando la necesité, después de poner punto final a Canadá.
Algunos libros y algunos escritores, de maneras tanto evidentes como menos obvias, fueron fundamentales para escribir la novela. Mi gran amigo Dave Carpenter me llevó primero al suroeste de Saskatchewan en 1984. Mi amigo Elliott Leyton me llevó allí a cazar gansos. Guy Vanderhaeghe ha escrito elocuentemente sobre la región fronteriza de Saskatchewan y Montana, como hizo el gran Wallace Stegner. La presencia de William Maxwell será obvia para los lectores. He sacado provecho de dos historias de Saskatchewan: Saskatchewan: A History de John H. Archer y Saskatchewan: A New History de Bill Waiser. Aprendí muchas cosas del extraordinario libro de entrevistas con nativos norteamericanos Without Reserve, escrito por Lynda Shorten. Una fuente importante para mis revisiones fueron las espléndidas memorias And When Did You Last See Your Father?, de Blake Morrison. Recibí la generosa ayuda de Rachel Wormsbecher y Lloyd Begley, del Swift Current Museum de Saskatchewan, y de Libby Edelson y Laurie McGee, que corrigieron el manuscrito. Mi viejo y querido amigo Craig Sterry me ofreció comodidad y una casa donde escribir en Great Falls. La escritora Melanie Little leyó este libro y me ofreció consejos perspicaces e indispensables para corregir sus errores. Sarah MacLachlan fue mi abogada desde el inicio de la novela. Y finalmente Iris Tupholme y David Kent aceptaron con toda generosidad publicar Canadá en Canadá. Os doy las gracias a todos.
R. F.