Como los acontecimientos de la Mansión de la muerte ocurrieron hace poco más de cuarenta años, época que muchos de nosotros recordamos bien, parece innecesario apuntalarlos con notas tan complicadas como las que respaldaban a dos predecesores, Papa Là-Bas y The Ghost’s High Noon. Pero pueden ser interesantes unas palabras de explicación. El libro ha sido dedicado a mi viejo amigo Macon Fry, de profesión ingeniero electrotécnico, que proyectó la trampa de la Mansión Delys y que garantiza su funcionamiento. Asimismo hay otros que merecen mi gratitud.
El imaginario vapor Bayou Queen, de la línea Grand Bayou, no debe ser tomado por el vapor verdadero Delta Queen, de la línea Greene, que ahora transporta pasajeros en tantas agradables giras. Tampoco el capitán Joshua Galway, que aparece brevemente en estas páginas, representa al difunto Thomas R. Greene, hábil comandante y anfitrión cordial, a cuya visión debemos el lujoso servicio en la actualidad.
El Delta Queen fue puesto en servicio activo en el año 1948, más de dos décadas después de la fecha de esta narración. En octubre de 1948 yo viajé desde Cincinnati a Nueva Orleáns en este mismo vapor, en el que debe haber sido uno de sus primeros viajes. Era inevitable que el barco real de 1948 sugiriera el imaginario de 1927. Si en este libro se ha retratado con exactitud algún aspecto del fondo o de la atmósfera, es acreedora de reconocimiento la señorita Betty Blake, vicepresidenta de la línea Greene, que con toda generosidad proporcionó información y antecedentes sobre el río. Si yo he errado por ignorancia, como en ocasiones debo haberlo hecho, el único culpable es su seguro servidor.
Aquellos que se interesen en cargas perdidas en el fondo del mar encontrarán que se describen muchas en Fell’s Guide to Sunken Treasure Ships of the World, por el teniente Harry E. Rieseberg y A. A. Mikalov. «Fell» significa Frederick Fell, Inc., editores originales de un libro que ahora está disponible en todas partes en rústica, editado por la New American Library. Un cierto doctor Fell, puede ser olvidado.
Los barcos españoles perdidos fuera de los arrecifes Ambrogian fueron (y son) verdaderos barcos con tesoros, la mayoría de cuyas cargas han sido recuperadas. Las operaciones de buceo del comodoro Hobart hubieran sido totalmente practicables en 1860, y un amigo banquero ha estimado el valor del oro en lingotes que este buscador de tesoros se supone que recuperó hace más de un siglo.
La Mansión Delys, aparte de sus ménsulas de hierro, no deja de parecerse a North Mymms Park, de Hertfordshire, cuya fotografía puede verse en English Country House Life, de Ralph Nevill (Londres: Methuen & Co., 1927). La señorita Margaret Ruckert, mi valiosa asesora sobre Nueva Orleáns, sugirió el trasplante de la Mansión al terreno del River Road, tal como aparece en este relato.
Otros asesores proporcionaron el color local de los años de la década de 1920. Un bar clandestino parecido a El Zapatito de Cenicienta existió realmente y servía solamente ajenjo, aunque el cuarto privado para finalidades distintas a la de beber es un embellecimiento ruinmente creado por mí. Un aparcamiento ocupaba en verdad el terreno del antiguo St. Louis Hotel. Si el Bohemian Cigar Divan no tuvo más realidad en Nueva Orleáns de la que tuvo fuera de las páginas de Stevenson, algún cigarrero de ese estilo debe haber existido allí. Esta es la ciudad donde todo puede suceder, y ningún alma aventurera se sorprenderá cuando suceda.
—FIN —