Los elfos están en todo momento más vivos que cuerdos, más fantásticos que fiables, más misteriosos de lo que son capaces de entender con su escasa razón. Cual abejorros mareados zumban de flor en flor una somnolienta tarde de agosto, los elfos de azúcar de la temporada se aferran a sus hábitats urbanos en el espacio celeste. Sólo Comodín se ha desprendido.