Comodín se mueve entre los elfos de azúcar en forma de primate. Baja la vista y ve un par de manos desconocidas, acaricia con una mano una mejilla que no conoce, se toca la frente y sabe que allí dentro actúa como un fantasma el enigma del yo, el plasma del alma, la gelatina del conocimiento. Más cerca del núcleo de las cosas no podrá llegar. Tiene la sensación de ser un cerebro trasplantado, luego ya no es él.