Jamás escribiré una novela. Sería incapaz de centrarme en una sola historia. Cuando empiezo a desentrañar una fábula, ésta absorbe enseguida cuatro u ocho más. Al final se forma un gran enredo, con diferentes niveles de historias base y un sinfín de historias intercaladas con varios narradores en diferentes niveles de narración, lo que algunos llaman cajas chinas, porque no soy capaz de dejar de pensar, no soy capaz de dejar de tramar ideas. Se trata de algo casi orgánico, algo que va y viene por su cuenta. Me ahogo en mi propio excedente, siempre estoy a punto de reventar. El cerebro sangra constantemente ideas nuevas. Tal vez por eso empiezan a gustarme los taburetes de los bares. En ellos puedo vaciarme.