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Mona Farrell volvió a casa con Kit y Jay.

—Así, tan preocupada como estoy, no puedo ir a Nueva York a comer —dijo—. Llamaré a Alex para decirle que venga él.

Los dos hijos de Kit se habían ido a esquiar con amigos a Hunter Mountain y una niñera se ocupaba de Bonnie, que empezaba con otro resfriado. La niña, al oír que llegaban, corrió hacia la puerta.

—Me contó, que para su cumpleaños se va a ir a Disney World con su tía Lacey —dijo la niñera.

—Falta muy poco para mi cumpleaños —puntualizó Bonnie—. Es el mes que viene.

—Y yo le he dicho que febrero es el mes más corto del año —explicó la niñera mientras se ponía el abrigo para marcharse—. Eso la puso muy contenta.

—Acompáñame a hablar por teléfono —le dijo Mona a Bonnie— y podrás saludar a tío Alex. —Cogió en brazos a su nieta y la abrazó—. ¿Sabías que eres igual a tu tía Lacey cuando tenía casi cinco años?

—Quiero mucho a tío Alex —dijo la niña—. ¿Tú también, abue?

—No sé qué hubiera hecho sin él todos estos meses —respondió Mona—. Ven, cariño, vamos arriba.

*****

Jay y Kit se miraron.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó Jay tras un momento de silencio—. Mona reconoce que fue Alex quien la animó a pedirle a Lacey que le dijera dónde estaba.

Quizá tu madre no se lo dijo directamente, pero hay otras maneras de decir las cosas. Como cuando contó la otra noche que Lacey se había apuntado a un gimnasio nuevo con una pista de squash fabulosa. En menos de doce horas alguien siguió a Lacey desde ese gimnasio, probablemente para matarla. Me cuesta creer que sea sólo una coincidencia.

—Pero Jay ¿tú crees que Alex está metido en todo esto?

—Espero que no, pero le he dicho a dónde se dirigía Lacey, así que ahora voy a llamar al fiscal general al número de urgencia y también se lo voy a decir. Tal vez Lacey me odie por esto, pero prefiero verla bajo custodia como testigo material antes que muerta.