Lacey llegó a Chicago a las cuatro y media y tomó el vuelo de las cinco y cuarto a Boston. Una vez más pagó con su tarjeta de crédito, pero desde allí pensaba pagar el puente aéreo de Delta a Nueva York en efectivo. Ese vuelo tenía la llegada en la terminal Marine, a más de un kilómetro de las terminales principales del aeropuerto La Guardia. Si alguien la había seguido a Nueva York no la buscaría allí, y si no usaba la tarjeta de crédito quizá los agentes de la fiscalía pensaran que se había quedado en Boston.
Antes de coger el avión había comprado un ejemplar del New York Times. A mitad del vuelo, echó un vistazo a la primera sección, al no conseguir concentrarse en nada de lo que leía, empezó a hojear las otras secciones. De pronto se quedó sin aliento. En la primera página de la segunda sección estaba la cara de Rick Parker mirándola. Leyó y releyó la crónica, tratando de comprender lo que decía. Era evidente que ya habían publicado un artículo sobre Rick Parker y ésas eran sólo las novedades. Richard J. Parker hijo, visto por última vez el miércoles por la tarde mientras llevaba a una clienta a ver el apartamento de la difunta Isabelle Waring, era sospechoso de la muerte de esta última, según confirmaba ahora la policía.
¿Estaba escondido? se preguntó Lacey ¿Muerto? ¿La información que ella le había dado a Gary Baldwin el martes por la noche tenía relación con todo esto?
Recordó que al explicarle que Rick había estado en Stowe horas antes de la muerte de Heather Landi, Baldwin se había mostrado impasible. Y ahora la policía decía que era sospechoso del asesinato de Isabelle. Seguro que una cosa estaba relacionada con la otra, pensó.
A Lacey no se le ocurrió dónde podía quedarse en Nueva York hasta que el avión empezó a aterrizar en Boston, un sitio donde a nadie se le ocurriría buscarla.
Descendió en el aeropuerto Logan a las ocho y cinco hora local. Rezando en silencio para que estuviera en casa, llamó por teléfono a Tim Powers, el encargado del edificio de Isabelle Waring. Hacía cuatro años, cuando se marchaba del número 3 de la calle 70 Este después de enseñar un apartamento, Lacey había jugado un papel decisivo en impedir un accidente terrible del que hubieran culpado a Tim Powers. Todo sucedió muy deprisa: un chiquillo se soltó de la mano de la niñera y salió corriendo a la calle porque Tim había dejado la puerta del edificio abierta mientras arreglaba algo. La rápida intervención de Lacey evitó que un camión atropellara al pequeño. Tim, temblando por la impresión de lo que habría podido ser una tragedia, le dijo a Lacey «Habría sido culpa mía. Si alguna vez necesitas algo, lo que sea, cuenta conmigo».
Ahora lo necesito, Tim, pensó mientras esperaba que atendiera.
Tim se quedó perplejo al oír su voz.
—Lacey Farrell —dijo— pensaba que habías desaparecido de la faz de la tierra.
Eso es casi exactamente lo que he hecho, pensó ella.
—Tim, necesito ayuda. Una vez me prometiste…
—Lo que sea, Lacey.
—Necesito un lugar donde estar —dijo casi con un susurro. Aunque no había nadie en las cabinas, miró alrededor temerosa de que la oyeran—. Tim —se apresuró a añadir— me siguen. Creo que es el asesino de Isabelle Waring. No quiero ponerte en peligro, pero no puedo ir a mi casa ni a la de mi familia, y seguro que no me buscará en tu edificio.
Quiero quedarme al menos esta noche en el apartamento de Isabelle Waring. Y, por favor, Tim, esto es muy importante, no le digas nada a nadie. Nunca hemos mantenido esta conversación.