La fiesta que Heddy-Anna daba todos los años por Navidad estaba en pleno apogeo. Todo el mundo había llevado su plato favorito, y la mesa estaba repleta de comida, vino y grappa. Sonaban canciones navideñas por un viejo fonógrafo, y todos las careaban.
Cuando sonó el teléfono, la persona que estaba más cerca del fonógrafo levantó la aguja del disco y gritó:
—¡A callarse todos!
Un par de invitados habían añadido varios achaques a la famosa lista de Heddy-Anna, y alguien se los señaló cuando, tras esperar al quinto tono, Mama cogió el teléfono.
—¿Digaaaa?
—Mamá, ¿cómo te encuentras? Aquí hay alguien que ha soñado que no estabas muy bien…
—Pues ha acertado. —Heddy-Anna hizo un guiño a sus amigos y pidió sus gafas por señas mientras trataba de leer la pizarra.
—Habla más alto, mamá, casi no te oigo. Se diría que estás muy enferma…
Heddy-Anna recitó:
—Me parece que esta va a ser mi última Navidad. —Tras un suspiro, se lanzó a improvisar—. ¿La persona que soñó eso te ha dicho que estoy moribunda?
—Mamá, qué cosas tienes. Eso no es verdad. La abuela vivió hasta los ciento tres, ¿recuerdas?
—Era una mujer muy fuerte, no como yo.
Junior se puso al supletorio.
—Mamá, ¿es que has empeorado?
—Esta mañana vomité… porque tengo las encías muy hinchadas… y los mareos, no sabes lo que es eso… apenas puedo ver… espera… vuelvo a tener punzadas en el corazón… a veces me duran horas…
Los amigos de Heddy-Anna, impacientes por reanudar la fiesta, empezaron a hacerle señas de que colgara.
—No puedo seguir hablando —gimió—. Me canso mucho. Necesito descansar, hijos. No sé por qué me llamáis tan tarde, pero ¿qué puedo esperar de alguien que no se digna venir a ver a su madre?
—Oh, mamá, tú sabes lo mucho que te queremos —sollozó Eddie.
La respuesta fue un clic en su oído.
Jewel le pasó a Eddie un pañuelo limpio. Junior se sonó vigorosamente.
Marge y Charlie estaban todo lo serios que se esperaba de ellos. Marge se levantó.
—Siento haber dicho nada. Solo pensaba que teníais que saberlo por si queríais ir a pasar la Navidad con ella.
Charlie puso cara de avergonzado:
—Marge, ¿quieres esperar en el coche? He de tratar de un asunto con Junior y Eddie.
—Claro. —Marge cogió la mano de Junior y le dio un apretón—. Lo siento —musitó.
Al pasar junto a Eddie, le dio un beso de consuelo en la mejilla.