Ainur

Para conocer la historia de Selene debes resolver un acertijo del que todavía no conoces la pregunta». El Señor Oscuro lo ha dicho como una sentencia y ha salido a la luna, se ha perdido por el sendero que lleva a los acantilados.

Nunca sé cuándo tomarlo en serio, porque ¿cómo puedo saber la respuesta de una adivinanza de la que no conozco la pregunta?

Ése es el misterio, ha dicho y si no…

—Deja esa historia, no sirve de nada, renuncia a escribirla. Una fulana que ha muerto hace siglos no puede ser más importante que tu vida. No debes permitir que sea más importante que tu vida.

Las palabras del Señor Oscuro retumban en mi cabeza, rebotan y encuentran ecos que no espero, porque ahora es mi propia voz la que me traiciona.

Sí,

no,

sí,

no sé,

sé que debo escribirla, que si logro saber lo que le sucedió a ella de alguna forma sabré lo que me pasa a mí. Si acabo mi tesis, seré capaz de vencer al alcalde. Si acabo de escribir la historia de Selene, habré por fin acabado algo de lo que empecé. Desde niña he hecho apuestas con la vida y la vida las ha cumplido siempre. Me decía: «Si llego en cinco minutos a la curva, pasará el autobús», y pasaba. Pensaba: «Si cocino para mi madre, me dará un beso el niño que me gusta». Y me lo daba. Ahora sé que tengo que saber la verdad sobre Selene para saber la verdad sobre mí. Tengo que parar mi vida. No puede ser que atraiga las persecuciones y que no haya nada malo en mí; no puedo quedarme sentada de brazos cruzados mientras me insultan, tengo que hacer algo.