Tú no ves a las personas, crees que forman parte de la conjura general del mundo contra ti. Un mundo de enemigos sin rostro, los que conoces y los que todavía no conoces pero esperas reconocer. Ciegos ejecutores de tu cansancio de vivir, de tu pereza, de tu falta de suerte, cómplices de la vida y de la mala suerte, esbirros del aburrimiento y la falta de sentido. Crees que eres siempre la víctima, no ves que tú has tirado la piedra y lo que te pasa son las ondas que la piedra deja al caer sobre la superficie aparentemente lisa de la vida. La vida es como el agua, siempre hay algo debajo: un cadáver o una perla creciendo en su concha y más abajo hay otra cosa diferente: un monstruo o una sirena. Tiras la piedra y tocas algo que te estaba esperando. No te equivoques, tú no eres la víctima, tú has tirado la piedra.