Ainur

El lunes es un cuervo estrangulado en el alféizar de una ventana. El martes es un conejo muerto en las gradas de la iglesia. El miércoles un gato colgado de la veleta del campanario. Nos habíamos olvidado de los animales acuchillados, destripados. Animales asesinados por algún loco cuyos propósitos no podemos adivinar. Habían desaparecido de nuestras vidas como desapareció el farero y ahora tan repentinamente como habían cesado las misteriosas muertes vuelven a llamar a nuestra puerta.

Es jueves. Todavía no han encontrado ningún animal. Lo encontrarán, en un huerto, en una casa, en el cementerio. Lo que sea ha vuelto.

Escucho al Señor Oscuro, él comienza a obsesionarse por el tema de los animales muertos. Dice que en el pueblo hablan. De él. De mí.

No comprende que no dedique mis fuerzas a averiguar quién me manda anónimos y asesina bestias.

Quiere que nos olvidemos de Selene e investiguemos lo que pasa, aquí y ahora, en este siglo. En este pueblo que vive en la Edad Media.

Él acusa.

Me acusa.

Él es mi inquisidor.