Balbina, se llamaba Balbina.
Me había caído de la cama y seguro que me había roto la cadera, aunque mi médico Trinitario decía que uno no se cae y se rompe la cadera, uno se rompe la cadera y por eso se cae. Estoy segura de que mi médico nunca se ha caído de la cama. Aunque lo verdaderamente grave es caerse. Ya ven, yo me caí de la cama y estoy aquí contándolo, un poco dolorida y oliendo a linimento pero la verdad es que no me hice casi nada. Será que santa Bárbara me protegió en el último momento, será que por fin había comprendido el misterio de la herencia de Ainur, el misterio de la casa de las brujas y puede que el misterio de los cuervos muertos.
—Balbina, la viuda Rius se llamaba Balbina.
—¡Ah!
—Eso lo explica todo.
—¡Ya!
—Balbina le dejó la casa en herencia a la vieja a cambio de que se muriera su marido y poder ser la viuda Rius.
—¿Y eso qué tiene que ver con que se llamara Balbina?
—Se me ha ocurrido en sueños, en cuanto he recordado que se llamaba Balbina.
En fin, hay veces que el pueblo no se da cuenta de lo mucho que tengo que sacrificarme y esforzarme para que se enteren de todo. Si no fuera por mí, seguirían viviendo en la inopia.