El farero

Antes de convertirme en farero de un faro que no alumbra lo ignoraba todo, pero sabía dos o tres cosas: sabía que debes confiar en todos y no puedes fiarte de nadie, sabía que no soy capaz de mirar a los ojos de una pelirroja y sabía que el hombre no había llegado a la Luna.

Creemos que el hombre ha estado en la Luna del mismo modo que los antiguos creían en las brujas. Ellos no habían visto volar a ninguna, yo, en cambio, estuve en Cabo Cañaveral y vi el ridículo dispositivo con el que se supone que los astronautas volvieron del espacio. Hubiera parecido un juguete para niños si no fuera un atrezo genial. No es sólo que, como ingeniero aeronáutico, estuviera seguro de que no resistiría la entrada en la atmósfera terrestre, es que, como persona con sentido común, sabía que no resistiría ni siquiera los rescoldos de la estufa de mi abuela.

Nos han engañado. Y la comunidad científica se ha dejado engañar. ¿Por qué?

Pasé toda una semana en Cabo Cañaveral viendo una y otra vez la película del supuesto paseo del hombre por la Luna. Un pequeño paso para un hombre, un gran paso para la humanidad.

El problema no era que fuese imposible llevar al hombre a la Luna, el problema era que era imposible traerlo de vuelta y, si el hombre no volvía, adiós televisiones, ruedas de prensa, adiós impacto mediático, adiós discursos en la tele. Si el hombre no volvía, los americanos seguían perdiendo la carrera espacial. Y, si ese hombre moría, adiós elecciones y, sobre todo, adiós civilización occidental.

Si el hombre no volvía de la Luna, la ciencia sólo habría servido para construir la bomba atómica y entonces sólo había dos posibilidades: quemar a los científicos o ir a la guerra con ellos.

Todavía hoy se estudia que la carrera espacial la ganaron los rusos, los únicos capaces de sufrir, capaces de poner un hombre en órbita sin que se suicidara o acabara con el mundo. Porque los rusos eran capaces de sufrir, les habían enseñado a sufrir, pero los americanos… a los americanos les habían enseñado a ganar.

No es lo mismo ganar que sufrir. Si la expedición a la Luna hubiera fallado, si los hombres no hubiesen vuelto, el presidente de Estados Unidos hubiera tenido que dimitir.

Un presidente de Estados Unidos no dimite. Puede ser que lo asesinen, pero no dimite.

Por eso yo me hubiera creído lo del hombre en la Luna si lo hubieran hecho los rusos.

Porque el presidente del soviet supremo no hubiese tenido que dimitir ni siquiera si, no una sino siete, expediciones a la Luna hubieran fracasado. De hecho, es posible que los rusos hubieran intentado ir a la Luna y hubieran fracasado. Junto con el sufrimiento, su punto fuerte era el secreto.

Si los rusos hubiesen dicho que habían ido a la Luna, yo me lo habría creído.

Porque los rusos no tienen imaginación.

O al menos no la tienen sus gobernantes.

Porque los rusos no tienen Hollywood, no han rodado La guerra de las galaxias. Las sombras en La guerra de las galaxias son mil veces más creíbles que en la película del hombre en la Luna.

Las supuestas piedras de la Luna tienen marcas hechas por mano humana.

Vi la película de Cabo Cañaveral siete veces seguidas y supe.

Supe que era imposible.

El hombre no había llegado a la Luna, no en 1969. Por eso quieren volver ahora. Quizá ahora podrían hacerlo de verdad. Pero en 1969 era imposible hacerlo y era necesario hacerlo creer.

Así nació la película con más éxito de la historia y así dejé de ser ingeniero aeronáutico.

Descubrir que el hombre no había llegado a la Luna fue para mí como dejar de creer en Dios. Mi dios, el dios de los astronautas, me había abandonado.

Sin embargo, todos mis compatriotas, la mayoría de la gente de la Tierra cree que el hombre ha llegado a la Luna.

Exactamente del mismo modo que creían los coetáneos de Galileo que la Tierra era plana; de la misma manera que de la Edad Media al siglo XVII ricos y pobres, cultos e incultos, hombres y mujeres creyeron en las brujas y en sus conjuros, encontrar ahora a una mujer que crea en ellas me resultaba ligeramente ridículo pero algo menos que saber que mi director de tesis seguía sosteniendo que el hombre había llegado a la Luna. En 1969 la humanidad necesitó creer que había llegado a la Luna para salvarse de la guerra nuclear y de la autodestrucción. En la Edad Media, los aterrados campesinos castigados por la peste, por el hambre y por las ratas creyeron en las brujas. Al fin y al cabo, lo importante es tener alguien a quien echarle la culpa.

Aunque sean las brujas.

Aunque sean los rusos.

Y en ésas andaba cuando conocí a Ainur.

Me dijeron que una mujer vivía en la casa de la viuda Rius. Me dijeron que era pelirroja y esquelética. Me dijeron que estaba loca. Me contaron que ella era la que atraía a los cuervos. Me propuse conocerla.