Quieres volar, niña? —preguntó la mujer.
Sin abrir los ojos oí su voz. Gutural, ronca: la voz de alguien que no está acostumbrado a hablar con las personas. Cuando los abrí no vi a mi tía, pensé que habría ido a por agua o a por leña. Me pregunté en ese momento si no me habría quedado dormida o desmayada. Milagros no podía estar lejos. Ella nunca me hubiera abandonado con una ermitaña loca por muy sabia que fuese.
—Estamos solas —me respondió como si leyera mi pensamiento—. No debes escapar. No serviría de nada.
Pasé un año con la vieja, fui su criada, su esclava, su hija y su amiga, según el humor con que se levantara cada mañana. Pues después de sus vuelos nocturnos, a veces estaba de un humor de perros y otras me llenaba de besos. Ella decía que volaba por la noche. La verdad es que no se movía de un sillón frailero, se untaba con ungüentos extraños y se quedaba dormida, murmurando entre dientes. A veces se reía y otras roncaba. Nunca salía de su habitación.
En ese tiempo, no la vi hacer mal a nadie y sí curar el mal de barriga a dos arrieros y quitar los demonios a una adolescente que le trajeron de un pueblo vecino. Me enseñó mucho, pero aprendí poco. No obstante, el día en que mi tía Milagros vino a buscarme, me arrojé a sus brazos.
—¿Quieres seguir aquí y aprender más durante otro año?
—No, tía, con lo que sé bastará.
—De acuerdo. Pero piensa, hija, que pronto estaré vieja para andar por los caminos. Entonces, viviremos de tu ciencia.
—Así sea, tía —le dije.
De todo lo que estudié con la anciana loca, hubo una sola cosa que nunca he olvidado. Ella me enseñó a ser un espíritu libre: una mujer que no estaba casada, ni estaba sola; que no era monja, ni beguina, que no era posadera, ni puta y que, sin embargo, se ganaba la vida. Y me enseñó a admirar a mi tía.
«Ella sabe de hierbas y enfermedades más que nadie. Es un corazón bueno y una mujer sabia», me decía, mientras yo le pelaba las patatas para el potaje.
Nada de eso le sirvió el día en que conoció el fuego.
En cuanto a mi maestra, un arriero me habló de ella hace un año. La habían encontrado comida por los lobos.
Pero en aquel paraje no había lobos.
Se hubieran muerto de hambre.