Ainur

La viuda Rius había decidido una mañana que no hablaría una palabra más. La mañana en la que lo decidió todavía no era la viuda Rius, aún era la señora Rius. Nadie sabe por qué tomó esa decisión ni menos aún si la muerte de su marido fue causa o consecuencia de ello, con certeza sólo sabemos que un mes más tarde había enterrado a su marido y seguía sin pronunciar palabra. Todos en el pueblo pensamos que se le pasaría y lo mismo pensaron sus dos hijas, que resistieron todavía un año más el silencio de aquella casa. Luego la abandonaron, y a partir de entonces fueron ellas las que se negaron a hablar con su madre. Así que nunca sabremos si la viuda Rius les hubiera dirigido la palabra antes de morir porque ellas no se molestaron en darle la oportunidad, sí sabemos que el párroco y yo algunas tardes, y yo y el párroco muchas mañanas, le hicimos largas visitas sin lograr sacarle ni una palabra ni el motivo de su silencio. (Peor aún: era una mujer tan desagradable que ni siquiera abrió la boca para invitarnos a tomar algo). Cuando al fin murió, tardamos mucho en darnos cuenta, en un pueblo tan pequeño si no dices nada es porque no tienes nada que decir. Y si no tienes nada que decir, ninguna historia que contar, es como si ya estuvieras muerto.