Consuelo

La chica volvió al pueblo contando el rollo ese de la tesis doctoral y que si la meiga, y esto y aquello. Yo no me fie, aunque me enseñaron los periódicos con las noticias del juicio y vi en la tele lo de la desaparición. A pesar de eso, qué quiere que le diga, señor periodista, ya sé que Ainur es un nombre muy poco corriente pero es que una no se imagina que alguien que conoce desde niña salga en los periódicos, aunque sea ella.

En el fondo es que creemos que nadie que compre en la tienda de una puede llegar a nada, ni siquiera a que la amenacen, para que te amenacen tienes que ser alguien o haber hecho algo. A mí nunca se ha atrevido nadie a amenazarme. Ni yo lo hubiera permitido, no se piense usted. Así que si a ella la perseguían es que algo habría hecho, ya sabe usted cómo son esas cosas.

Yo no sospeché nada, señor periodista. Debe de ser que estoy perdiendo facultades, no lo relacioné, no caí. Ninguno del pueblo sospechamos nada, cómo íbamos a sospecharlo de aquélla.

Ay, si lo hubiéramos sabido, pero no lo sabíamos, éramos como niños, señor periodista, como niños a los que llevan engañados al dentista. Y eso que a mí aquello no me gustó nada porque yo, cuando la vi con el perro, bien que me mosqueé y cuando la vi que empezaba a andar con el cojo, entonces se me puso la mosca detrás de la oreja. Ya era demasiado tarde.