Sombra 8

LOS EFECTOS SONOROS

¿Qué sonidos emite el Mr. Grey literario en presencia de una gentil doncella? Pocos, pero buenos. Suspira con apasionada elegancia, gime con ardor, a veces incluso gruñe con la perturbadora sensualidad de un licántropo.

O bien susurra palabras de amor en salsa de vainilla.

Pero jamás se le escapa nada prosaico.

¿Y Gregorio? Éste, al principio de la vida en pareja, tiene, por así decirlo, pleno control de sus orificios: parece una personita limpia, educada, que no emite ningún sonido aparte de algún que otro leve y poético gruñido para alabar la comida o los encantos de su amada.

Pero en el noventa y nueve por ciento de los casos, después de un añito de cautividad, Gregorio sufre fenómenos inexplicables.

¿Un ejemplo? Asaltado por una sed insaciable de cultura, comienza a practicar la pronunciación del alfabeto. Recita con precisión las veintisiete letras, como una dulce nana, después de cada santa comida.

El problema es que Gregorio las recita eructando.

«Aaarp», «Buuurp», «Cuuurp», «Duuurp», «Eeeurp», «Fffúrpete» (la f constituye la excepción), «Gluuurp», «Hhhurp» (este último tiene un olor muy característico), «Iiiurp», «Llluuurp», «Muuurp» (aquí se pone los índices sobre la cabeza, imitando los cuernos de un toro), y así sucesivamente hasta llegar al «Zzzuuurp» final, que incluye la z del Zorro, que ze materializa con un ziete en el mantel.

Bueno, el alfabeto con eructos, somos conscientes, es una piedra angular de la esencia gregoriesca, una meta que sólo unos pocos elegidos son capaces de alcanzar después de años y años de rigurosa práctica. Nos parece, de hecho, que en algunos centros de artes marciales enseñan a formar frases enteras ensamblando las veintisiete letras eructadas. El campeón mundial recitó una vez de este modo Supercalifragilisticoespialidoso. Pero sin cantarla.

Anécdotas aparte, nos preguntamos: ante la expresión anonadada de su compañera, ¿cómo se las arregla Gregorio?

Bueno, pues pone carita de niño pequeño y responde, muy serio, que aguantarse los eructos hace que te duela la barriguita. Y amenaza incluso con llamar a su mamá si le llevamos la contraria. O bien, si es un Gregorio de los chistosos, comienza a dar brincos alrededor de su amada piando inocuos, pícaros e infantiles «¡prub!, ¡prub!», que después graba y reproduce al revés, como cuando habla el demonio.

(¿Habéis intentado leer «prub» al revés? ¿Eh?).