LOS MATICES
Supongamos que a Mr. Grey y a su Anastasia un día les sucede algo desagradable. Una cosita menor, como un forúnculo en la nariz. Supongamos ahora, conociendo un poco al míster, que ambos afrontan el problema con seriedad, aprensión y un despliegue de medios que ni la NASA. Después, bueno, acaban follando, ya se sabe. Pero si el forúnculo en la nariz les saliera, siempre hablando hipotéticamente, a los cincuenta años de edad y después de tres decenios juntos…, bueno, tampoco tenemos claro que fueran a acabar igual.
En cambio, una cosa es cierta: Gregorio afrontaría el problema del forúnculo —o lo que hiciera las veces de forúnculo— de un modo tan desproporcionado y absurdo que nos echaríamos a reír hasta dislocarnos las mandíbulas. Y perdonad, pero a la larga es mejor dislocarse las mandíbulas por una risatio que por una fellatio.
Y otra cosa más, o, mejor dicho, tres. O, ya puestos, una trilogía: no hay mejor regalo que el que nos hacemos nosotras solas, no hay protección más eficaz que la que nos procuramos nosotras mismas, y no hay mejor Gregorio que el que jamás trataremos de hacer que se parezca a Mr. Grey.