LA ENFERMEDAD
Mr. Grey nunca tiene un resfriado digno de ese nombre. Duerme poco, pero no está nunca cansado. Parece que se mate a trabajar, pero en realidad no da nunca ni clavo.
En pocas palabras, está siempre fresco como una lechuga y sano como una manzana.
¿Y si Gregorio se pone malo?
La enfermedad, entendida aquí como una temperatura corporal que oscila entre los treinta y siete grados y los treinta y siete coma uno, pone a dura prueba la convivencia con un espécimen de Gregorio.
Durante el episodio febril, el pobre hombre pierde por completo el uso de las extremidades, de modo que la simple empresa de coger, por ejemplo, una botella de agua del frigorífico le resulta imposible y, en consecuencia, necesita de la constante y piadosa intervención de los demás.
Para compensar la inmovilidad, se aprecia en el individuo un importante aumento de la amplitud vocal con tendencia a la logorrea, que produce expresiones caricaturescas como: «Toi fadal, cadiño, aiuda».
Huelga decir que la alimentación de un Gregorio enfermo exige un devoto esmero, y él, que es un paciente sabio, a la pregunta: «¿Qué quieres comer?», responde trémulo: «Un caldiiito». Aunque después lo pillas con un muslo de pollo bajo la axila mientras se dirige con aire sospechoso a un rincón oscuro de la casa.
Pero el fenómeno más sorprendente es el llamado síndrome de Lázaro, que tiene que ver con dos partes concretas del cuerpecito martirizado del pobre Gregorio.
Por la primera zona afectada, también se lo conoce como el síndrome de la pilila, y no por denigrarla, sino porque implica directamente al órgano citado. Dicho órgano, como por arte de magia y a pesar de la enfermedad, puede tocar una fuga (f-u-g-a) sin perderse una.
La segunda zona implicada da lugar al síndrome de la cervecita. Es decir, ante la propuesta de algún amigo de combatir el maldito virus con altas dosis de malta fermentada, Gregorio, al igual que Lázaro, se levanta, se viste decorosamente y camina. Este milagro constituye una innegable ventaja, pues durante unas horas aleja al individuo de la vivienda familiar.
Nos complace informarles de que la autora alquila amigos de cervecita al ventajoso precio de cincuenta euros cada uno. Vengan, señoras, vengan.