LA ALIMENTACIÓN
Mr. Grey, a causa de sus turbios objetivos eróticos, pretende que su amada se alimente en abundancia. Es más, a decir verdad, está un poco obsesionado con la comida: peor que una madre de los años cincuenta, sigue exhortando a su chica a comer, comer y comer.
Lo cierto es que todas y cada una de nosotras, incluso quien está excesivamente delgada, se siente siempre tremendamente obesa: una bola de sebo que tal vez lleve la talla 38, pero una bola de sebo en cualquier caso. Así que un hombre que nos incite a comer, que nos lo ordene y que incluso nos lo suplique…, bueno, es algo que sólo existe en las fábulas. ¡Venga ya!
El Gregorio real, en cambio, sufrió al nacer una delicada operación en los ojos. Le injertaron varios instrumentos de medición que ahora están arraigados en su pupila. Y son instrumentos de alta precisión.
En orden aleatorio, le implantaron: una báscula digital con tarjeta de memoria para echarnos en cara en cualquier momento aquel mes que engordamos; un escáner de altísima definición para escanearnos la silueta y revelar excesos de hasta un solo nanomilímetro; un calibrador wireless que define la masa magra y la grasa, y que también es capaz de distinguir entre la metabolización de la lasaña y la de la lechuga; un tomógrafo que atraviesa los tejidos con los rayos X y emite una pedorreta en cuanto localiza la celulitis; un microscopio electrónico que examina cada célula adiposa y, si ésta tiene la servilleta aún atada al cuello y la expresión satisfecha, la aplasta bajo el cristal; una máquina de la verdad dotada de alarma sonora antropomorfa que grita, sardónica, «Yaaaa» cuando la paciente jura que sólo ha comido un yogur; y una vara de zahorí provista de cámara fotográfica y puerto USB para buscar el exceso de líquidos en los muslos, fotografiarlo y después compartirlo en Facebook y en otras veinte redes sociales.