LAS OCASIONES MUNDANAS
Si Mr. Grey lleva a su amor a una fiesta, la abraza con actitud protectora y se la presenta a todos los presentes con orgullo, especificando sin rodeos y con subtítulos para discapacitados auditivos que es su novia. Obviamente, no la deja sola ni un segundo hasta ver que se ha integrado perfectamente, y evita contar anécdotas de su pasado de las que ella podría sentirse excluida. Incluso en una fiesta de disfraces, nuestro hombre logra hacerla sentirse a gusto. Una joya, este Grey tan sociable.
¿Y Gregorio? Gregorio, en general, a las fiestas va sólo para ligar. Si, en cambio, como suele decirse, se ha llevado la fiambrera de casa, las fiestas le tocan enormemente los huevos.
En cualquier caso, si no tiene más remedio que asistir a una fiesta con su Lola, la arrastra en seguida hacia el bufet, donde se lanza sobre la comida y las bebidas alcohólicas para olvidar el fastidio que le supone estar allí. Después, una vez que ha conseguido una tasa de alcohol en sangre suficiente para volverse un poco menos autista, Gregorio coge a Lola de la mano (con el fin de no dejársela allí olvidada a la hora de marcharse) y empieza a darse una vuelta por la fiesta. Cuando se encuentra a alguien —sobre todo si es una chica— evita, a diferencia del galante Grey, presentar a Lola como su novia, todo lo más como una «amiga». Y eso hace echar espumarajos de rabia a Lola hasta el punto de necesitar una inyección antitetánica urgente.
Luego, Gregorio se encuentra invariablemente a una «ex amiga» suya. Y ésta se lanza en seguida a recordar con él, riéndose con disimulo y guiñándole el ojo, una serie de anécdotas personalísimas e intimísimas (y, obviamente, divertidísimas) que vivieron juntos. A estas alturas, a la amiga Lola la baba le está desbordando sobre las mejillas, lo que hace que empiece a parecerse a Papá Noel.
Pero la fiesta no es de disfraces, y Mr. Grey no está con ella, ni siquiera disfrazado de Gregorio.