Sombra 43

EL ARTE DE ESCUCHAR

Mr. Grey escucha a su amada. Mr. Grey desea ardientemente que ella le hable, le cuente sus cosas, le confiese sus sueños, se explaye sobre su relación. Cosas, todas ellas, que para un Gregorio medio constituyen la peor de las pesadillas: un ataque repentino de logorrea.

Así, si Lola le dice: «Tengo que hablar contigo», Gregorio empieza por colocarse las manos sobre los oídos y emite a voz en grito la conocida expresión: «Lalalalalalaaa». De este modo, ninguna palabra que implique la acción de escuchar (y sobre todo que le obligue a responder) penetrará jamás en sus delicados y recalcitrantes pabellones auditivos.

También la tentativa intercultural de Lola de hablarle en jerigonza, farfullándole, tramposa: «Tenpegopo quepe hapablarpa conpotipigopo», cae en el vacío. «¿Ehpe? Nopotepeenpetienpedopo», contesta Gregorio, traicionándose a sí mismo, porque si contesta quiere decir que ha entendido a las mil maravillas lo que ella le decía.

Después, por seguridad —quizá Lola conozca también el alfabeto mudo—, Gregorio se quita hábilmente los calzoncillos (¡no, no para hacerla callar de ese modo!) y se los encasqueta en la cabeza, cubriéndose los ojos y volviéndose ciego, además de sordo.

Cuando por fin ni ve ni oye —pero aún podría hablar—, Gregorio va a la cocina a hacerse una tisana. Pero mientras trastea con hierbas medicinales y coladores de distinto tipo, con un gesto repentino intenta tragarse la tetera. Lo consigue en parte, a pesar de que de sus labios asoma indómito el pitorro de porcelana. Entonces, para que Lola se entere del molesto suceso que lo ha dejado mudo, emite un breve y gorjeante silbido. Y, luego, nada más.

Pero en los últimos tiempos Gregorio ha sabido desarrollar una técnica alternativa de supervivencia más avanzada: aunque no escucha, es capaz de archivar asépticamente en un ángulo del cerebro el sonido de las palabras que pronuncia Lola. No el significado, eh, sólo el sonido.

Si es necesario, o cuando Lola le ordena con aire de desafío: «Ahora me repites lo que te acabo de decir», él, voilà, reproduce la grabación y al mismo tiempo salva su vida.

En raras ocasiones, Gregorio, mientras reproduce, comprende incluso el sentido de lo que Lola le había dicho. Pero la mayor parte de las veces repite como un papagayo y después se marcha volando a otro lugar, ligero, inefable e impune.

Tenemos razón en creer que Mr. Grey no tardará en pedirle la patente de esta técnica sublime, en vista de todas las pajas mentales logorreicas que se hace su chica.