EL ORGASMO
Dicen que el inefable Mr. Grey logra provocarle un orgasmo a su chica solamente con estimularle los pezones. Bueno, sobre todo si los pezones estimulados son los de ella en concreto, no es algo imposible de conseguir, pero digamos que es más bien poco frecuente entre las mujeres normales y corrientes.
De todos modos, gracias a los pezones y a otras zonas erógenas que también le gusta excitar, Mr. Grey siempre logra su objetivo.
Bravo, muchacho.
¿Y Gregorio? Bueno, algunos se las apañan razonablemente bien, pero otros son realmente negados. Lo que pasa es, en parte, que les faltan los conocimientos básicos, en parte, que no saben crear el ambiente adecuado y, en parte, que creen que los preliminares sirven para que los equipos de fútbol se clasifiquen en la Champions League.
Estos Gregorios, a causa de su original forma de ver el cuerpo femenino, piensan que para contentar a Lola basta sacar la pilila e introducirla allí donde sugiere la naturaleza (luego quizá la naturaleza sugiera también algunas alternativas, pero ésa es otra historia). «Vuela, Lola» es, de hecho, el mantra que recitan los Gregorios, y a veces incluso lo cantan con la melodía de Va, pensiero[1], para procurarle a su amada un orgasmo que toda la platea debería aplaudir.
Vuela, pensamiento, sobre alas doradas.
Vuela, pósate en las praderas, en las colinas,
donde exhalan su fragancia, tibios y suaves,
los aires dulces de la tierra natal.[2]
O bien, pasando bruscamente de la ópera a los dichos populares, tenemos también la clásica expresión amorosa: «Lola, ven pacá que te dé un meneo». (Lola, acércate mucho que quiero gozar de ti), que logra excitar a la amada hasta tal punto que le provoca un orgasmo incluso antes de haberla tocado. Hay quien no se atreve a pronunciarlo por pudor o por no parecer excéntrico, pero todo Gregorio lo piensa para sus adentros mientras anticipa esos sesenta segundos de sofisticado erotismo que pasará con su Lola. De nada valen los TomTom conectados a la pilila de Gregorio para localizar el punto G, y de nada vale que el director de la película le indique por los auriculares dónde está el clítoris: nuestro hombre va directo a la meta, sin paradas inútiles ni desviaciones. Como máximo, si le parece que anda un poco escaso de carburante, se para a repostar.