Sombra 36

LA FAMILIA

Un hombre huérfano y sin hijos, aunque no quede bien decirlo, es el sueño de toda mujer en edad casadera. Nada de suegras a las que poner freno, nada de hijos ajenos que cuidar. Y Mr. Grey, mira por dónde, cumple todos estos requisitos. Aparte del puñado insignificante de ex novias a las que se las hizo pasar canutas en la habitación roja, el pobre infeliz está prácticamente solo en el mundo.

En cambio, en la inmensa mayoría de los casos, el Gregorio común no lo está en absoluto. Su madre irrumpe en todos los rincones de la casa, vestida al mismo tiempo de niñera, consejera matrimonial, limpiadora de manchas de los pantalones, y experta en cortinas y en cualquier cosa que tenga que ver con el mobiliario. Sin embargo, uno de sus disfraces más logrados es el de berenjenas al gratén: oculta en un tupper, se introduce en secreto, como un tomatito, en el congelador de su hijo y, desde allí, comienza su marcha de cosaca a la conquista de la estepa. Resopla, tropieza, cae rodando, pero al final pasa por encima de la postrera empanadilla e invade la cocina hasta la última baldosa. De ahí al dormitorio no hay más que un segundo.

¿Y los niños? Sí, porque un Gregorio que ya no tiene veinte años puede incluso haber estado casado y haberse divorciado, no sin antes haber traído al mundo a un par de mocosos que tal vez vivan con él una semana sí, una semana no.

Por lo general, los gregorietes acogen a la nueva novia de su papá tan repletos de entusiasmo, tal vez contagiados del mismo entusiasmo de su madre, que llenan a Lola de regalos: una rana en el cajón de las braguitas, un par de raspas de lenguado entre las pashminas, una raja de sandía en el bolso… Incluso, con devoción casi filial, le esconden el iPhone en la bandeja higiénica del gato o convierten su café en la piscina de las moscas.

La ex mujer de Gregorio, entretanto, feliz de que el padre de sus hijos haya sentado por fin la cabeza con una buena chica, se ocupa con afecto fraternal de que no se le suban los humos insultándola ferozmente a diario.

Pero la alegre panda que acompaña a Gregorio no termina aquí. De hecho, dispone de un abundante catálogo de parientes: hermanos, ex cuñados, tíos y primos que llaman sin falta a Lola en nombre de la ex para dejarle bien claro que la consideran parte de la familia.