Sombra 31

LOS E-MAILS

El intercambio de correos electrónicos entre Mr. Grey y su novia es siempre brillante, irónico, cariñoso. Es un cortejo telemático sublime, una escaramuza amorosa llena de efectivos golpes de teatro, cada uno más fascinante que el anterior.

En la pantalla del Mac o de la BlackBerry, las palabras discurren frescas y argentinas como un arroyo de montaña, tórridas y envolventes como el sensual viento del Sahara, o crujientes como una bolsa de palomitas durante un espectáculo de cabaret. Jamás una palabrita fuera de lugar, una frasecilla banal, un anuncio ligeramente chapucero.

Es más: esté haciendo lo que esté haciendo, Mr. Grey, que, con todo, es administrador delegado de una empresa inmensa, encuentra tiempo para contestar a su amada de modo minucioso y veloz.

Excusas como «Estoy reunido», «Estoy con un cliente», «Estoy en el urólogo, que me está metiendo el dedo en el culo» no aparecen jamás en el repertorio de nuestro galante hombre de negocios.

Y los e-mails entre un Gregorio corriente y su enamorada, ¿cómo son?

De: Gregorio

Para: Lola

Fecha: 5 de julio de 2012, 19.25 h

Asunto: Esta noche

Lola, ¿vas tú a por el pan para esta noche?

De: Lola

Para: Gregorio

Fecha: 5 de julio 2012, 19.26 h

Asunto: Re: Esta noche

¿Por qué? ¿Las demás veces quién cojones ha ido a cogerlo?

Nótese el sutil erotismo que se oculta tanto en el objeto alusivo y prometedor («Esta noche») como en el empleo de las palabras «coger» y «cojones», tan próximas la una a la otra como para crear un cortocircuito erótico irresistible.

Por otra parte, es evidente incluso para los más ingenuos que la palabra «pan», si le cambiamos la vocal y le añadimos otra, evocaría de forma más que descarada el miembro masculino. Por no hablar, además, de las implicaciones simbólicas y psicoanalíticas del pan entendido como materia sensual que amasar, hacer crecer bajo las manos sabias de uno, etcétera, etcétera, etcétera. ¿O no?