Sombra 14

LOS REGALOS DE NAVIDAD

Ya se trate de Navidades, aniversario, cumpleaños o de un día cualquiera, Mr. Grey no tiene rival a la hora de hacer regalos.

La literatura disponible sobre el tema nos informa de que su amada ha recibido en pocas semanas tantos regalos como para satisfacer a todo un harén durante seis o siete reencarnaciones.

¿Y Gregorio? Para no humillarlo demasiado con los aniversarios (que se le olvidan) y los cumpleaños (que también se le olvidan), tomemos el ejemplo de las Navidades, una fecha fácil de recordar y de celebrar.

Durante los días que preceden a las fiestas navideñas, Gregorio aprovecha los rigores invernales para entrar en letargo. De esta forma evita escuchar los sutiles y subliminales mensajes —también las pancartas de seis por tres metros— con que Lola intenta sugerirle algún regalo que le encantaría recibir.

Hemos visto a mujeres que todos los santos días, del 1 de septiembre al 24 de diciembre, se han dibujado diligentemente con rotulador un anillo en el dedo anular de la mano derecha.

Otras han compuesto y cantado a voz en grito su jingle personal: «iPad, iPaaad, cuánto me guuustan los iPaaads, el regalo ideal para la Navidaaad».

También hay quien se ha paseado descalza por el parque o incluso por el asfalto (a falta de zonas verdes), con el fin de hacerle entender a Gregorio que le gustaría que le regalasen unos zapatos.

Pero él, nada de nada. Muerto. Tieso. En letargo hasta las ocho y media de la tarde del 24 de diciembre, cuando, con las persianas metálicas de las tiendas medio bajadas, sale de improviso de la hibernación y compra a porrillo medias con liga para su hija recién nacida, un monopatín rojo para su tía octogenaria y un carburador nuevo para su mujer. Y no sólo eso, sino que le dice alegremente a la dependienta: «Usted que tiene tan buenas manos, ¿no me haría un paquete bonito?». Porque él, con sus lindas manitas, no es capaz de envolver un regalo como es debido (léase: a las nueve echan una película en la tele).

Después, contento y parlanchín como un esclavo liberado de las cadenas, vuelve a casa dando brincos y arroja con gracia los regalos bajo el árbol, como si de discos de hockey sobre hielo se tratara. ¡Fiuuuuu!

Y luego coge el mando a distancia para ponerse rumbo a nuevas aventuras.

¿Y la tarjetita? Claro, porque, a veces, la tarjetita es más importante que el regalo (Grey docet).

Para nuestro Gregorio, es cosa de un momento: un bonito folio DIN-A3, un rotulador (rojo, o plateado en el caso de los especímenes más evolucionados) y una frase que dice, en un arranque de creatividad sin par: «Felicidades».

Y si lo acusan de pereza, Gregorio, picado, responde: «De ningún modo, Lola, esto es arte minimalista, ya está bien de oropeles, barroquismos y almíbar, venga».

Pero a nosotras el almíbar nos gustaría mucho.