—¿Quieres? —preguntó Bell a Josephine.
—No.
El detective llenó un vaso pequeño, se lo bebió de un trago sin mezclarlo, volvió a llenarlo y dio un sorbo.
—Josephine, ¿qué le dijiste a Marco cuando te pidió que fueras con él a África del Norte?
Ella alzó la vista de la alfombra con los ojos muy abiertos.
—¿Cómo sabes eso?
—Le hizo a Harry Frost la misma oferta.
—¿A Harry? ¿Por qué?
—Marco quería que Frost matase a tu nuevo marido.
Los ojos de Josephine se quedaron sin vida.
—Marco es peor que Harry —susurró.
—Yo diría que están a la par. ¿Qué le contestaste, Josephine?
—Le dije que no.
Bell la observó atentamente mientras decía:
—Apuesto a que Marco cree que cambiarás de opinión cuando seas una viuda rica.
—Jamás… ¿Está Preston en peligro?
—Harry Frost ha muerto.
—Gracias a Dios… ¿Crees que Marco tiene las agallas de matar a Preston sin la ayuda de Harry?
En lugar de responder a la pregunta, Isaac Bell dijo:
—Sé por qué abandonas la carrera.
—No, no lo sabes.
—Abandonas porque Marco Celere, disfrazado de Dmitri Platov, saboteó las mejores máquinas de la competencia.
Ella apartó la vista.
—Yo me hacía preguntas —susurró—. No solo me hacía preguntas, me lo temía. Pero no lo detuve. Perder la carrera será mi castigo. Me he portado de forma terrible.
—¿Porque no detuviste a Marco o porque estuviste de acuerdo con su plan para incriminar a Harry por asesinato?
—¿Harry también te ha contado eso?
Bell sonrió.
—No, esa parte la he descubierto yo solo.
—Volviendo la vista atrás, reconozco que era un plan diabólico. Lo supe entonces, pero Harry merecía que volvieran a encerrarlo.
—¿Por qué dejaste que Marco te convenciera para que te casases con Whiteway?
—Estaba demasiado cansada para discutir. Solo quería ganar la carrera…
—Tal vez pensabas que si un matrimonio podía anularse, ¿por qué no se anularía otro?
—Claro, siempre que no celebrásemos la luna de miel. Y te juro, Isaac, que no tenía ni idea de que Marco planeaba matar a Preston. Pobre Preston, es tan… Pobre Preston, es un bobo, Isaac. Me quiere de verdad.
Bell le dedicó una sonrisa ligeramente burlona.
—Tal vez Preston cree que si te juntas con los hombres equivocados y no ves lo que están haciendo, no debes de ser tan terrible: solo que tu empeño en volar no te deja ver con claridad. Tal vez por eso le cuesta creer que no vayas a terminar la carrera.
—No merezco ganar… ¿Detendrás a Marco?
—No puedo, todavía. No tengo suficientes pruebas para acusarlo. Además, quiero que siga libre para que trabaje en tu máquina por si cambias de opinión.
—No cambiaré de opinión. El vencedor debería ganar con todas las de la ley.
—Tú y Joe Mudd estáis casi a la par. Sería bueno para el ganador, y para la aviación, que volaras hasta la meta. Lo que hayas hecho mal no cambia la realidad de que has pilotado una máquina voladora a través del país. ¿Por qué no lo consultas con la almohada, Josephine? Mientras tanto, dejaré que Marco trabaje en la máquina durante la noche.