Paul volvió media hora después. Tenía la expresión ligeramente tímida de un hombre que está esperando una regañina, y olía a cerveza.
—Tuve que tomar algo —me dijo en tono de disculpa—. Habría parecido un poco raro que me hubiese quedado mirándolos sin más.
Entonces yo ya estaba totalmente empapada e irritable.
—¿Y bien? —pregunté—. ¿Cuál es tu gran descubrimiento?
Paul se encogió de hombros.
—Quizá no sea nada —dijo en tono reflexivo—. Me gustaría… bueno, espera un momento hasta que compruebe algunas cosas antes de darte esperanzas.
Me lo quedé mirando fijamente a los ojos.
—Paul Désiré Hourias —declaré—. Llevo un siglo esperándote bajo la lluvia. He aguantado el tufo de este café espiando a Dessanges porque tú creías que quizá descubriríamos algo. No me he quejado una sola vez. —Llegados a este punto me dirigió una mirada burlona que pasé por alto—. Eso me convierte prácticamente en una santa —añadí con firmeza—. Pero si te atreves a dejarme en la oscuridad, si realmente se te ocurre hacerlo…
Paul hizo un gesto de derrota.
—¿Cómo sabes que mi segundo nombre es Désiré? —inquirió.
—Yo lo sé todo —respondí sin sonreír.