Los documentos secretos

Según los adoradores de lo oculto, los hallazgos que realizaron los templarios en las excavaciones de al-Aqsa fueron apabullantes. A los tesoros y reliquias se sumaron además valiosísimos documentos secretos que contenían datos de un valor incalculable.

Un grupo de manuscritos habría pertenecido a Moisés, y en ellos se recogían aspectos de la sabiduría y la ciencia de los antiguos egipcios. Fue, según esta leyenda, el mismo Hugo de Payns quien los encontró; estaban escritos en griego y en arameo. En estos textos se contenía y explicaba la clave para construir las catedrales góticas, de modo que los templarios habrían sido quienes trajeron desde Oriente las medidas y las instrucciones precisas para poder levantar esos templos en el siglo XII.

Habría sido un anciano canónigo llamado Lambert de Saint-Omer quien habría traducido estos textos para los templarios; este clérigo es el mismo que escribió hacia 1120 la obra Jerusalén celestial. El conde Hugo de Champaña, que profesó en la Orden en 1125, tendría conocimiento de la existencia de algunos de estos manuscritos, pues conocía al sabio judío Salomón ben Isaac Rachi, que vivía en Troyes, la capital del gran condado de Champaña, a principios del siglo XII, quien a su vez tenía también manuscritos de este tipo. Así, la aparición de la arquitectura gótica tendría su explicación en la aplicación por los templarios de lo que se exponía en estos manuscritos del Antiguo Egipto.

Y no podía faltar la existencia de un alfabeto secreto, que algunos han atribuido a los templarios para poder comunicarse entre ellos, siempre, claro, para transmitirse los secretos esotéricos de la Orden.