Toda asociación que se precie se dota de unos símbolos de identidad; hoy los llamamos logotipos. La Edad Media fue una época de la humanidad marcada por los símbolos y los ritos. En los siglos XII y XIII, los tiempos del Temple, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir, y muchos menos contar o ejecutar las más elementales operaciones matemáticas. Sólo un reducido número de personas tenían la capacidad de transmitir sus ideas mediante la escritura e interpretar los signos alfabéticos en forma de discurso coherente.
Ante semejante panorama, la Iglesia, sobre todo, pero también otros poderes, como la realeza, los nobles o los concejos urbanos, recurrieron a los símbolos, a los iconos, a la escultura y a la pintura como forma habitual de comunicar a las masas iletradas el mensaje del poder y su significado.
Cuando ese lenguaje de los símbolos dejó de ser necesario, simplemente se olvidó, y hoy se plantean interpretaciones extrañas y esotéricas de señales que en su tiempo eran habituales pero que, al perder su significado, nos parecen propias de un código ultrasecreto para consumo exclusivo de iniciados.
Los templarios no eran en eso diferentes a los hombres de su tiempo; muchos de ellos, incluso alguno que llegó a ocupar altos cargos, no sabían leer. Su misión era la guerra, luchar contra el infiel en defensa de los peregrinos cristianos, y su oficio la espada, no los libros. La regla nada dice sobre que un caballero deba saber escribir, tan sólo ordena que durante las comidas un hermano lea la Biblia. En el resto de la jornada del templario no hay previsto ni un solo momento para el estudio, la lectura o la escritura. Por supuesto que había templarios que sabían leer, escribir y realizar operaciones matemáticas, pero a la mayoría le era suficiente con conocer un código de símbolos y de señales.
Los aficionados al esoterismo templario han desarrollado todo un conjunto de teorías sobre los símbolos del Temple, más o menos delirantes en función de la capacidad especulativa de cada cual. Incluso se dijo que la letra T («tau» en griego) fue la que portaban los maestres por ser la letra de los elegidos según el Antiguo Testamento[42].
Eligieron como divisa el versículo 115-1 del Libro de los Salmos del rey David, que reza así: Non nobis, Domine, non nobis, sed Tuo nomine da gloriam (Da gloria no para nosotros, Señor, no para nosotros sino para tu nombre). Todo un ejercicio retórico de falsa modestia.
En general, la iconografía templaria es escasa, pues sus conventos e iglesias suelen ser sencillos en cuanto a la decoración, y además, tras la caída de la Orden fueron borradas muchas de las imágenes que decoraban las paredes.
Como colores distintivos utilizaron el blanco y el negro, bien por separado, bien mezclados en forma de franjas o de ajedrezado. La capa blanca que vestían los caballeros impresionó a sus contemporáneos y estaba cargada de un gran sentido simbólico.
El maestre portaba un símbolo distintivo, un abacus o bastón con el pomo blanco y un círculo con la cruz templaria.
El baussant o estandarte
Su uso era ya absolutamente común en las prácticas heráldicas de esa época, el siglo XII. Ha sido identificado como un símbolo dual del día y la noche, del verano y el invierno o de la sombra y la luz, buscando en esos dos colores un significado que por otra parte es más que obvio. En algún caso, la bandera templaria se dibujó de manera muy similar a la tradicional bandera que los piratas izaban en sus navíos en los siglos XVII y XVIII, es decir, una calavera sobre dos tibias en forma de cruz aspada pintadas en blanco sobre un fondo negro. Porque lo importante eran los colores, y no tanto el diseño. Así, a veces el baussant se presentaba con las bandas blanca y negra en forma horizontal, otras veces en vertical e incluso en algunas ocasiones en forma de damero o ajedrezado, con una cruz roja en el centro; en determinadas circunstancias se incluía una oración o una divisa. En la regla se le denomina «estandarte picazo».
El baussant constituía la enseña templaria en el combate y se convertía en la referencia para que los caballeros lucharan agrupados. Su custodia estaba encomendada al senescal de la Orden y era portado por un gonfalonero que debía de custodiarlo con su propia vida. Por si era capturado, llevaban otro plegado y preparado para ser izado en cualquier momento. Si también caía, los templarios debían acudir entonces a agruparse bajo el estandarte rojo con la cruz blanca de los hospitalarios.
En 1289 los templarios de la Corona de Aragón desplegaron su estandarte en la zona del Bajo Ebro en una guerra feudal entre las poderosas familias de los Moncada, a quienes apoyaba el Temple, y los Entenza; a ese estandarte le llamaban balza[43], probablemente una mala lectura de baussant.
Se han atribuido varios significados a esta palabra. En francés, un término similar identifica a un caballo de dos colores; también se ha dicho que significa «semipartido» o «de doble color». El blanco y el negro son los dos colores opuestos que representan los dos principios contrarios conjugados y unidos en armonía; el blanco es el símbolo de la pureza y la castidad y el negro el de la fuerza y el valor. Sería por tanto una representación cromática de los dos grandes valores de los templarios: «Los templarios tienen un estandarte negro y blanco al que denominan beaucent para expresar que son francos y benevolentes para sus amigos, y negros y terribles para sus enemigos… Leones en la guerra y corderos en la paz»[44]. En San Bevignate, en Italia, se conservan unos frescos en los que aparece un escudo del Temple con el baussant con las franjas en forma horizontal, la blanca arriba y la negra debajo; la cruz va sobre la franja blanca; en los frescos de la capilla de Cressac un templario porta una lanza con un estandarte con la cruz templaria patada, que repite modelo en el escudo, aunque en éste bajo la cruz hay dibujada la figura esquematizada de un águila con las alas a medio desplegar.
La cruz
Es el principal símbolo del cristianismo, y el que tomaban los «cruzados», por eso llamados de esta manera, cuando decidían participar en una expedición a Tierra Santa. Los templarios utilizaron una cruz patada (paté) de tipo griego, con los cuatro brazos iguales —a veces el extremo inferior aparece ligeramente apuntado—, aunque sin que hubiera un modelo estándar universal, pues en las representaciones que se conservan hay variaciones a menudo muy considerables. Esta cruz ha sido interpretada como un jeroglífico alquímico que representa el crisol, es decir, el recipiente donde el alquimista funde diversos materiales para transformarlos en otro totalmente distinto en propiedades y valor. El crisol del alquimista se convierte así en el lugar donde la materia muere para resucitar en otra forma distinta. En este caso, los templarios habrían sido expertos alquimistas que habrían dejado su señal en el símbolo de su cruz. Nada más y nada menos.
Como uniforme distintivo optaron por el manto blanco con la cruz roja como señal de identidad, además de símbolo de pureza y de obediencia a Cristo y a su Iglesia. Fue el papa Eugenio III quien, en 1147, les concedió el derecho a portar la cruz griega patada sobre el manto, a la altura del hombro izquierdo.
El sello
Se ha considerado una representación de la unión mística entre la cruz y la espada. El más antiguo hasta ahora conocido es el que usaba el maestre Everardo de Barres entre 1146 y 1149; una cúpula coronada por una cruz simboliza la casa del Temple en Jerusalén, que está abierta para dejar pasar el fuego de Pentecostés. Existen dos tipos de sello para toda la Orden, aunque luego cada encomienda poseía el suyo propio; la de Huesca, en Aragón, por ejemplo, presenta un castillo con seis almenas coronado con una «V» con la leyenda Dom. Templi de Osca (Casa del Temple de Huesca).
El primer sello de la Orden presenta en el anverso un escudo con la cruz del Temple y en su derredor la leyenda Signum Militie Templi (Sello de la Milicia del Templo); en el reverso se representaba el Templo de Salomón, en realidad una esquematización de la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén, y la misma leyenda.
El segundo sello ofrece en el anverso un caballo montado por dos templarios a la vez, equipados con escudos alargados y lanzas, rodeado por la leyenda Sigillum Militum Xrísti (Sello de los Soldados de Cristo), y en el reverso la imagen del Templo con la leyenda Templum Salomonis (Templo de Salomón). El motivo de los dos caballeros sobre una misma montura ha sido interpretado de manera sorprendente. Se ha dicho que es el símbolo de los conocimientos cabalistas de los templarios, por la sinonimia entre «caballo» y «cábala», pero también que era un símbolo de la pobreza, e incluso de los dos poderes que residían en Cristo. Fue Pedro de la Palud, un fraile de Predicadores que declaró en el proceso de principios del siglo XIV, quien llegó a decir que había oído la historia según la cual dos jinetes templarios cabalgaban sobre el mismo caballo y que el que iba detrás era el demonio con forma humana que le dijo al templario que se encomendara a él en vez de a Cristo y así lo salvaría. Los detractores del Temple aseguraban que ésta era la prueba de las prácticas homosexuales de los caballeros. También se ha identificado como señal de la comunidad de bienes en la Orden, como símbolo de la unión, entrega, buen entendimiento y armonía que debía reinar entre los caballeros, o como icono de la pobreza a la que se comprometían con sus votos. No ha faltado una interpretación más esotérica, relacionando la pareja de caballeros con el culto devocional de los templarios a los santos Cosme y Damián, mártires dudosos, y a Gervasio y Caprasio, que se ha identificado con un culto a los dióscuros, es decir a los gemelos Castor y Pólux, de la mitología antigua. Así, las figuras del sello serían un símbolo de humildad o de dualidad para alcanzar la verdad según la cábala. Incluso se ha llegado a decir que pudo ser una imagen que recordaba un tiempo en el que templarios y hospitalarios cabalgaban juntos, algo que nunca ocurrió.
El maestre y el senescal eran los únicos que portaban sendos sellos generales, idénticos ambos, en la Orden.
El bafomet
Era una cabeza barbada que aparece descrita en los interrogatorios y que algunos templarios confesaron haber visto colocada en contadas ocasiones sobre el altar de las iglesias del Temple. Es descrita como una cabeza barbada con cabellos rizados de oro, hecha de madera o del mismo oro. Algunos dijeron que era un ídolo de cuerpo entero que sustituía en las iglesias templarias a la imagen de Cristo; a veces tenían dos y hasta tres caras. Se han considerado como iconos de buena suerte, pues al parecer algunos templarios las tocaban con cordeles que luego portaban encima a modo de amuletos.
Algunos de los templarios interrogados durante el proceso que condujo a la disolución de la Orden confesaron que habían adorado a esta cabeza: El caballero Raymond de Larchent declaró que «era una cabeza con barba que se besaba y a la que se llamaba Salvador»; Rodolfo de Grisú afirmó que «era un demonio. Me horrorizó cuando lo vi. Lo guardaba el gran visitador, el hermano Peyrande»; Bartolomé Rocheri fue interrogado el 19 de abril de 1311 y confesó: «Fui armado caballero en una iglesia del Temple de París. Tras ser armado entré en una capilla donde me encontré sólo con el oficial, que me mostró una cabeza cubierta con un fino velo. No sé si era de marfil, metal o madera. Sólo la vi una vez».
Un trovador del siglo XIII llamado Ricard Bonomel profesó en el Temple; escribió poemas en los que aparece la palabra bafomet, refiriéndose con esta expresión a algo que «actúa con toda su energía a favor de Baibars», el caudillo musulmán. Sería por tanto una especie de amuleto de procedencia islámica que por razones desconocidas habrían adoptado, si es que lo hicieron, como propio los templarios.
Esta cabeza ha sido considerada por algunos como una representación del demonio Asmodeo. Los defensores de la Orden suponen que esta cabeza era en verdad una especie de imagen del diablo que se exponía en los conventos a los neófitos para que se fueran acostumbrando a perder el miedo, e incluso una manera de amedrentar a los neófitos a modo de broma para novatos.
Incluso se han buscado similitudes fonéticas. Así, bafomet sería una tergiversación del nombre del profeta del Islam, Mohamet o Mahoma; pero las imágenes están prohibidas por el Islam, por lo que parece difícil que pudieran querer emular a su profeta.
Otra etimología lo hace derivar de las palabras bapheus (tintorero) y meto (cosecha); así, bafomet sería «la cosecha del tintorero»; demasiado rebuscada esta identificación. Se dice, sin la menor prueba, que esta cabeza protegía los edificios del Temple y que algunos templarios portaban como amuleto pequeñas cabecitas talladas en piedra.
El escritor sufí Idries Shah señaló que esta palabra podría ser una alteración fonética del concepto árabe abu fihamat, que significa «padre del conocimiento»[45]; o incluso una palabra compuesta por baph (bautismo) y metis (sabiduría).
Hay quien ha afirmado que era un recuerdo de la cabeza cortada de Juan Bautista; e incluso la mismísima cabeza de Jesucristo, que los templarios hallaron en Jerusalén embalsamada y que habrían conservado hasta su disolución, momento en el cual la trasladaron en secreto a Escocia, donde seguiría enterrada bajo un pilar de la iglesia de Rosslyn.
No han faltado quienes han buscado en la cábala un significado a la palabra bafomet. Cambiando en el alfabeto hebreo la primera letra por la última, la segunda por la penúltima y así sucesivamente, según un código llamado atbash, se ha leído como sofía, «sabiduría» en griego[46], en un extraño y forzadísimo paso del alfabeto hebreo al griego.
Éliphas Lévi, un ocultista francés del siglo XIX, descompuso la palabra en grupos de letras leídas al revés en la forma del acrónimo latino TEM OPH AB, que significaría Templi Omniun Pacis Abbas (el padre del Templo de todos los hombres).
Una última leyenda cuenta que el mandylion de la Verónica, el paño con el cual esta mujer secó el rostro de Jesús cuando iba camino del Calvario y donde quedó impresa su imagen en sangre, fue encontrado por el templario Robert de Cari en 1204 en la iglesia de Blanquerna de Constantinopla; claro que más que «encontrado» sería expoliado durante el saqueo a que los cruzados latinos sometieron la capital de Bizancio ese año. La leyenda supone que este paño era el verdadero Santo Grial porque en él estaba impresa la imagen sangrante de Cristo. El mandylion estaba colgado en esta iglesia de una cadena de plata, y los templarios habrían copiado esa imagen del rostro de Jesús dando origen al bafomet.
Y podrían hacerse al respecto todavía muchas más «cábalas».