Agradecimientos

Uno de mis sueños más gratos, durante las solitarias e interminables horas que pasé escribiendo esta novela, era la posibilidad de rendir homenaje a las personas que me apoyaban y creían en mí. Ahora lo hago sin seguir ningún orden en especial y con enorme alegría.

Gracias a mis amigos y a mi familia por no decirme que estaba loca cuando os contaba que estaba trabajando en un libro, y por vuestra comprensión cuando no os llamaba o no cogía el teléfono. A todos cuantos no mencione aquí por su nombre, no dudéis de que me habéis conmovido, me habéis ayudado en este viaje y siempre contaréis con mi cariño y mi gratitud.

Por leer borradores anteriores y reforzar mi confianza, gracias a Douglas Towne, Jana Chavoustie, Debbie Batista y Mary Giaquinto, doctora en Medicina Veterinaria. Gracias a Gary Chavoustie por encender la chispa que me llevó hasta la idea y por ser mi amigo «más prolongado». Gracias a Sophie Perinot, autora de The Sister Queens, por tu amistad y tus magníficos consejos, y a todos mis amigos autores de Book Pregnant por estar siempre disponibles cuando necesitaba a alguien que comprendiese este alucinante viaje. ¡BP es muy grande!

Estoy particularmente agradecida a mi amable y brillante agente, Michael Carr, por arriesgarse conmigo y por ayudarme a revisar el manuscrito. Sin usted no habría podido dar este paso final de la publicación. Ojalá podamos volver a almorzar algún día. ¡La próxima vez no me pondré nerviosa! También quiero dar las gracias a la socia de Michael, Katherine Boyle, por ayudar a que esta novela encontrase un hogar.

Siempre estoy muy agradecida a mi amable y perspicaz editor, John Scognamiglio, por hacer que mi sueño se convirtiese en realidad. El experto asesoramiento editorial de John, junto con el ojo de lince de mi correctora, Debra Roth Kane, mejoraron el libro de maneras que yo ni había imaginado. Muchas gracias también al resto del equipo de la editorial Kensington por todo el duro trabajo que supuso transformar mi manuscrito en un libro vivo y de verdad.

Nunca encontraré palabras para dar las gracias a mi mentor, William Kowalski, galardonado autor de El hijo bastardo de Eddie, sin cuyo extraordinario talento e inconmensurable paciencia no existiría esta novela. Gracias por enseñarme a «Volver siempre al lado bueno» y a ser narradora. Siempre estaré agradecida a tus sutiles consejos, a tu amabilidad y generosidad y, por encima de todo, a tu amistad.

A mi querida madre, Sigrid, gracias por darme una roca en la que apoyarme. Me criaste con amor, me inculcaste el aprecio por el esfuerzo y me enseñaste que, con decisión, todo es posible. Eres una fuente de inspiración para cuantos te conocen, y espero que te sientas la mitad de orgullosa de ser mi madre de lo que yo lo estoy de ser tu hija. Gracias por no cansarte de contarme tus historias y por no dudar jamás de que tengo lo que hace falta para compartirlas con el mundo. Esta novela sirve de carta de amor al hermoso lugar donde creciste y a la memoria de los queridos Oma y Opa. Espero que les haga justicia. En cuanto a mi padre, Ted, gracias por estar siempre ahí, y por darme el amor y la seguridad que yo necesitaba para vivir una infancia donde los sueños eran libres. Gracias por los muchos viajes a Alemania, por hacerme partícipe de tu amor al lago y por todos los increíbles recuerdos familiares.

Gracias a mi hermano mayor, Bill, uno de los mejores hombres que conozco, por ser alguien con quien siempre puedo contar. Tú y yo hemos pasado por muchas cosas juntos, y te quiero con todo mi corazón. A Yvonne, mi cuñada, gracias por tu amor y tu apoyo, y por escuchar.

Queridísimo Bill, mi marido, mi mejor amigo, mi cómplice: eres la persona más buena y más generosa que conozco, y me enorgullezco de ser tu esposa. Gracias por respaldarme de modo incondicional y sin vacilar durante los años que pasé trabajando en esta novela, y por no quejarte de las muchas veces que cenamos sopa y bocadillos. Gracias por tu constante amor, por recorrer este camino lleno de altibajos conmigo, por aguantar años de incesante parloteo sobre la Segunda Guerra Mundial y los nazis, y porque tu confianza en mí no desmayara nunca, en particular cuando quien no creía en mí era yo misma. Estoy orgullosa de nosotros y te amaré hasta el último día de mi vida.

Y, por último, mis más sentidas gracias a mis maravillosos hijos: Ben, Jessie y Shanae, y a mis preciosos nietos Rylee y Harper, por hacer que me sienta llena de orgullo y de cariño y por respaldarme siempre. No pasa ni un día en que no celebre el magnífico regalo de ser vuestra madre y abuela. Sois mi vida, mi mundo, mi universo, y os quiero con todo lo que soy.